Antonia García, 73 años, vecina de Capuchinos, enfila el camino con una ligera inclinación. La bolsa del supermercado en una mano y la mirada apuntando al suelo. Como si estuviera buscando algo que se le ha caído. Los chicos de Limasa han limpiado a primera hora de la mañana, pero ya han pasado seis horas desde entonces. Un tiempo suficiente para recomponer el campo de minas. Parece mentira, pero en no más de 200 metros de acera hay unos seis «regalos». Así es como llama esta vecina, con una buena dosis de sorna, a las blandas edificaciones con forma piramidal que irá esquivando en su trayectoria a casa. Los regalos no son billetes de dinero. Son excrementos de perros, depositados por unos animales con unos dueños que, a la luz de las pruebas, atesoran una dudosa reputación. Al parecer, la escena es de todo menos excepcional. «Yo he visto a gente mayor pisar cacas por esta calle y resbalarse», lamenta Antonia. Ella lo tiene claro: «La mayoría de los propietarios de perros son unos guarros». Después de la sentencia, se da media vuelta y prosigue con un camino que es de todo menos expedito. La cabeza sigue agachada, no vaya a ser que se lleve una desagradable sorpresa. La suerte, si es que va aparejada a un encuentro de un calibre tan desagradable, que sea para otros.

Juan Antonio y Antonio dan la vuelta a la esquina y fijan la mirada. El primero es un funcionario del Ayuntamiento y el segundo es un operario de la empresa adjudicataria que se hizo con este servicio. La avanzadilla del nuevo CSI canino en Málaga. «Lotería», exclama el primero. No hace falta tener una vista a prueba de bombas para poner en el punto de mira a la primera deposición. El horizonte que se vislumbra es azaroso. «Esta tiene dos o tres días». Hay detalles que piden ser obviados. No por ello no tienen su importancia. «Si las heces tienen más de cuatro días, se complica la cosa». La explicación la ofrece Manuel Ruiz, biólogo de ADN Perros, la empresa a la que fue adjudicado el análisis de las deposiciones: «Si pasan muchos días, se pierden los trazos de ADN». «La lluvia», añade, «también da al traste con la prueba». Menos mal que Málaga atesora un buen clima. Pero volviendo al descubrimiento, el punto de partida. Enseguida se pone en marcha el procedimiento. Juan Antonio levanta un acta y Antonio procede a colocarse una mascarilla y a ajustarse los escurridizos guantes de latex: «Mi trabajo consiste en escarbar en la mierda». No queda muy claro si lo suyo es resignación o displicencia hacia sí mismo. Ahora hay que ponerse de rodillas. Hincar la pequeña espátula y depositar la muestra en el pequeño frasco que acabará en un laboratorio de Sevilla. En el acta oficial constará la hora, la calle y una foto de la muestra recogida. Que ningún infractor se pueda aprovechar de la falta de oficialidad.

El procedimiento descrito se repetirá a partir de ahora en Málaga. Desde el pasado 1 de enero, la capital de la Costa del Sol obliga a los propietarios de perros a tenerlos registrados en el banco de ADN que se ha creado al respecto. La Policía Local va a multar, a partir de ahora, a todos los propietarios cuya mascota no lleve la chapa identificativa obligatoria o al dueño que, como alternativa, no pueda mostrar el resguardo que se recibe como prueba de haber realizado el censado genético. La sanción será de 217 euros. Para ver cómo se ha llegado a esta imposición, que persigue poder identificar a los dueños que no retiran las heces de sus perros, además de mantener un control más exhaustivo del censo canino en Málaga, hay que remontarse al año 2015. El pleno del Ayuntamiento de Málaga dio luz verde, por unanimidad de todos los partidos políticos, a una propuesta que fue impulsada por el concejal de Medio Ambiente, Raúl Jiménez, y el director general del área, Luis Medina-Montoya. «La idea del ADN canino surge por primera vez en 2011. Preguntamos cómo se podía implantar, pero es verdad que los costes, por aquel entonces, eran muy elevados y descartamos el asunto. En estos últimos años, el tema del ADN se ha abaratado mucho y vimos que era viable y lo propusimos de nuevo», recuerda Medina-Montoya. A la aprobación en el pleno, siguió la modificación de la ordenanza de Bienestar, Protección y Tenencia de Responsable de Animales del Ayuntamiento de Málaga.

Embridada la nueva ordenanza, se abrió un plazo para que los dueños procedieran a registrar a sus perros por un desembolso único de 35 euros. Hubo y hay dos vías que siguen abiertas para los rezagados. El pago se puede formalizar a través del Colegio de Veterinarios o vía internet la página de web del colegio. Con el recibo se puede acudir a cualquier clínica de Málaga y realizar el reconocimiento del ADN.

Emilio García es uno de los veterinarios malagueños que se ha hartado de sacar sangre en los últimos meses. Su clínica, ubicada en la calle San Bartolomé, ha registrado una afluencia de última hora que confirma que los malagueños son muy de saltar el umbral cuando el tiempo apremia. «La afluencia en diciembre se ha incrementado entre un 25 y 30 por ciento», asegura, al mismo tiempo que contempla a una Lucky que le devuelve la mirada con elevada desconfianza. Lucky es el nombre de un perro de agua que espera a que el pulso experimentado le ponga una vía. Lo único que se necesita para fijar el ADN es un medio dedo de sangre. Los dueños del perro, Casandra y Antonio, reciben ahora el certificado que prueba que su perro ha pasado el test genético. Un certificado que sirve a modo de comprobante por si les para por la calle un agente de la Policía Local.

La chapa identificativa, que lleva inscrita el código del microchip y el número con el que se inscribe al perro en la base de datos, tardará unas semanas en llegar. Emilio, el veterinario, habla de unos 14 días, aunque muchos malagueños que ya han identificado a su perro denuncian que llevan meses esperando su llegada. El protocolo prevé lo siguiente: la chapa colgando en el collar del perro y el carnet identificativo que va asociado en la cartera del dueño. Antonio y Casandra se muestran a favor de esta medida. «Si sirve para multar a los dueños que no recogen las deposiciones de sus perros, bienvenida sea», manifiesta uno. «Siempre se habla de los perros, pero los responsables son sus dueños», añade su pareja.

Aún queda perfeccionar el procedimiento, pero Emilio no duda en resaltar otro aspecto positivo del control por ADN: «Vamos a tener en Málaga un control exhaustivo del censo y ahora podemos perseguir otro tipo de delitos como el maltrato animal o el abandono de cachorros. Si ahora nos encontramos una camada abandonada, podemos hacerle la prueba del ADN a un cachorro y de ahí podemos llegar a su madre. A través de la madre, ya podemos acceder al dueño y cerramos el círculo». El optimismo invade al veterinario, pero también quedan dudas. Medina-Montoya cifra el número de perros censados en Málaga en unos 100.000. El grupo municipal de Ciudadanos preguntó en la última comisión de Medio Ambiente cuántas mascotas han pasado ya el test del ADN y todavía espera la respuesta. De hecho, el primer plazo que de dio debió terminar el 31 de octubre, pero sólo unos 1.000 de los 100.000 que hay en la ciudad habían inscrito su perfil genético en el registro. Con los que son, en todo, caso, se acabó el plazo de clemencia y el CSI canino ya patrulla las calles.