«He querido contar lo que recuerdo con toda la honestidad del mundo», explica Juan Luis Carrillo Martos (Málaga, 1941). Lleva en las manos Menores con reparos, la primera parte de sus memorias, la que cubre su infancia, adolescencia y juventud hasta 1966, el año de su boda y el del inicio de una larga vida laboral volcada en la enseñanza de la Medicina. Se trata de una edición numerada, no comercial, editada por el propio autor, que se puede encontrar en varias bibliotecas públicas de Málaga.

El catedrático jubilado de Historia de la Medicina, que posa para la foto delante de la misma casa a la que vino al mundo, en la actual calle San Agustín,11, «porque en esa época los partos no se hacían en los hospitales sino que eran domiciliarios», subraya que, al contrario que otros escritores de memorias, que «pasan por encima» de la primera etapa de su vida, ha querido darle la importancia que se merece.

Y parece claro que las raíces de su doble vocación por la enseñanza y la Medicina se encuentran en su casa, pues como explica, su padre, Juan Carrillo Goux, «hizo primero Magisterio pero no le gustaba y como durante la Guerra estuvo en el Hospital Civil, allí se preparó y cuando terminó hizo la carrera de practicante». Lo curioso es que su madre, Mari Pepa Martos de Torres, que conoció a su padre en el Hospital Civil, siguió el camino inverso: «Ella estudió Practicante y una vez que se casa y nacimos yo y mi hermana Mari Ángeles, hace Magisterio y su vida profesional es como maestra nacional. Fue maestra de la preparatoria de la Escuela de Artes y Oficios y la escuela estaba en casa, en las mejores habitaciones».

A Juan Luis, que estudió en el Colegio de San Agustín, al otro lado de la calle (por eso bromea que no tenía nunca que madrugar), el interés por la Medicina le fue entrando poco a poco. «Mi padre hizo un gran esfuerzo, de forma muy inteligente, para que me acercara a ella: me llevaba a las guardias de la casa de socorro, a las del Hospital Civil...él estaba en el Servicio de Dermatología».

Por eso, aunque a Juan Luis se le daban bien las Matemáticas y parecía que apuntaba a esa rama, finalmente marchó a Granada a estudiar Medicina e incluso el último año se atrevió a compaginarlo con el primer curso de Filosofía y Letras, «aunque tuve que decir, no puedo, porque lo importante para mí era terminar Medicina».

Daba la impresión incluso que el malagueño, que era alumno interno, podía tener futuro en la cátedra granadina de Microbiología, pero le cerraron la puerta y decidió regresar a Málaga. «Y le doy otra satisfacción a mi padre porque me vengo a ejercer», cuenta.

Y si bien la mayoría de lo que sigue aparecerá en el segundo volumen de sus memorias, el autor da algunas pinceladas, pues ya entonces también estaba centrado en la Educación. Por eso, casi a la vez que saca una plaza como becario de la Diputación -y de ahí su vinculación con el Hospital Civil, en donde ejercía la medicina interna- en ese año 1966 comienza a enseñar en una Málaga sin Facultad de Medicina.

«En la Escuela de Enfermería del Hospital Civil enseñé Historia de la profesión, Psicología general, genética y diferencial; en la Escuela de Asistentes Sociales de la Aurora María, Psicología genética y diferencial y también en la Escuela de Fisioterapia, que estaba en el pabellón infantil del Hospital Civil, que llevaba don Alfonso Queipo. Allí explicaba Anatomía del aparato locomotor un amigo, el cirujano José María Carralero Acosta y yo me encargaba de la fisiología del movimiento».

Además de en el Hospital Civil, Juan Luis Carrillo trabajó en varias casas de socorro y en el consultorio del Puerto de la Torre y todo eso, compaginado con la Enseñanza. «Era un pluriempleado», resalta.

Con respecto a la situación de la Sanidad en la Málaga de entonces, recuerda que había «mucha pobreza y el Hospital Civil era un hospital de beneficiencia, por lo que los recursos eran muy limitados», resalta. El médico pone el ejemplo de un suero para los comas diabéticos, «que no podías sacarlo del hospital directamente, tenía que autorizártelo el director, Eduardo Franquelo».

Así que, en una ocasión en la que tuvo a un enfermo en coma diabético y la farmacia no le entregó el suero porque no estaba el director, tuvo que reclamarlo con firmeza: «Deme usted un suero lactante le guste o no y si no está conforme, mañana se lo dice al director». Lo consiguió.

Y un día que no olvidará fue el de un paseo en vaporcito con su mujer, Mari Pepa, por la bahía de Málaga en 1967. Ella le animó entonces a continuar con la formación universitaria, así que terminó el doctorado «y en ese momento viene un catedrático nuevo de Historia de la Medicina de Granada, y el profesor que me había dirigido la tesis le habla de mí, viene aquí a Málaga y me dice: en octubre tienes una plaza».

De este modo, en octubre de 1972, Juan Luis se traslada con su mujer y sus cuatro hijos a Granada, donde estuvo impartiendo clases hasta 1976, cuando vuelve a Málaga.

Uno de sus discípulos, por cierto, fue el recordado historiador y cofrade Jesús Castellanos, de quien Juan Luis Carrillo siempre tuvo «una magnífica impresión». «Jesús estaba entonces haciendo la tesina, me plantea que se quiere dedicar a la Historia de la Medicina y le dije que estaba tramitando para irme a Málaga «y te garantizo que si vienes, entro a trabajar y tú también».

Así que Historia de la Medicina, una asignatura que entonces se impartía en sexto curso, desembarcó en la naciente Universidad de Málaga de la mano de este médico de la calle San Agustín.

En el segundo volumen de sus memorias abundará en esta etapa, que se prolongó diez años, hasta 1986, cuando marchó a la Universidad de Sevilla, donde se jubiló con 70 años.

«Me vine a Málaga porque no quería ser meritorio ni quedarme en Sevilla y me planteé hacer este libro», resume.

Cinco años ha tardado en completar la primera entrega de las memorias, en las que dedica mucho espacio a su querido y vecino Colegio de San Agustín, pero también a los veranos en los Baños del Carmen, Pedregalejo y El Palo, a los cines de la época, libros, cromos, la Semana Santa, la llegada de la primera radio a casa... un viaje a tres décadas del siglo XX .

Llama la atención además la prolija relación de datos y nombres que, como señala el autor, tienen una explicación: «Primero había que hacer un inventario de recuerdos y exhumarlos, que salen como quieren y cuando quieren y una segunda fase, que consiste en intentar documentarlos todos». Por este motivo, la obra incluye un amplio listado de archivos y fuentes.

Menores con reparos puede encontrarse en las siguientes bibliotecas públicas: la auxiliar del Archivo Municipal, Emilio Prados (El Palo), Bernabé Fernández-Canivell (Pedregalejo), Conservatorio Superior de Música, la auxiliar del Archivo Histórico Provincial, Archivo General de la Diputación, Ateneo, Biblioteca Pública del Estado, IES Ntra.Sra. de la Victoria, Biblioteca Provincial Cánovas del Castillo, Biblioteca General de la UMA y, por supuesto, en la Biblioteca de la Facultad de Medicina.