Detrás de esta expedición al Ártico hay una misión educativa para fomentar en los más jóvenes el respeto hacia el perro. A través de la fundación de Maratondog, que preside Manuel Calvo padre, se visitan colegios y se trata de concienciar: «Queremos contarle a los chavales la historia del perro. Que sepan cuanto le debe el hombre al perro, lo que ha hecho por el hombre y lo que sigue haciendo». En las primeras visitas a los colegios, cuando el enfoque aún era más teórico, Manuel recuerda como «se me aburrían los niños». Entonces pensó que algo debía cambiar si quería llegar a ellos: «Nos dijimos que teníamos que hacer algo. Vídeos, grabar a los perros como trabajan, ir con la Policía...». Y la cosa funcionó. Pero Manuel, que se autodefine como «culo inquieto», sólo estaba pensando en cómo seguir innovando: «¿Qué es lo más extremo que ha vivido el perro, que sigue viviendo? Aquí. Pues me voy para Groenlandia y voy a vivir con ellos. La semana pasada proyectó el vídeo de la aventura en un colegio del barrio de las 3.000 en Sevilla. «Los chavales flipaban», recuerda Manuel. «El perro no hubiera seguido viviendo ahí sin el perro», sentencia quien no se imagina una vida sin un perro.