«Cuando estás leyendo las fuentes de la Inquisición tienes la sensación de que te están contando una película y, por ejemplo, a lo mejor te cuentan que una familia en la cocina tenía un jamón colgado y el vecino se había dado cuenta de que la mujer había hecho un puchero... pero luego el tocino lo tiraba. Eso es signo evidente de que esa familia era de origen judío», cuenta Lorena Roldán Paz (Melilla, 1976).

La historiadora, afincada en Málaga desde los nueve años, es profesora sustituta interina de Historia Moderna en la Universidad de Málaga y desde el pasado mes de diciembre, Premio Málaga de Investigación en la modalidad de Humanidades, por su trabajo De judío a cristiano: análisis del problema judeoconverso en la Málaga del siglo XVII.

Se trata de parte de su tesis doctoral de casi 850 páginas que le ha llevado diez años de trabajo y que confía en que se convierta en un próximo libro.

La tesis, además de centrarse en uno de sus temas históricos preferidos, la situación de las minorías, es el primer trabajo a fondo sobre el criptojudaísmo en la Málaga del XVII, los cristianos nuevos que sólo fingían serlo y que seguían comportándose como judíos, un asunto en el que abrió camino en los años 80 su profesora, la desaparecida María Isabel Pérez de Colosía. «Fue ella quien me propuso que continuara las investigaciones porque aquí en Málaga la minoría judeoconversa tuvo bastante importancia», explica.

Tras la expulsión de los judíos en 1492, los que permanecen en España son oficialmente convertidos al cristianismo, pero muchos de ellos siguen practicando los ritos de su antigua religión. La Inquisición se empleó con energía contra ellos, sobre todo en las décadas de 1660 a 1680, cerca de 170 años después de la expulsión oficial.

¿Por qué ocurrió este fenómeno, con especial relevancia en Málaga? En primer lugar, apunta la historiadora, «porque Málaga es una ciudad costera, con un puerto muy activo y, tradicionalmente, los judeoconversos son una minoría muy emprendedora que acude a sitios en los que hay comercio».

Y luego está la situación general de Castilla. De 1580 a 1640, Portugal se encuentra bajo la Casa de Austria y por tanto al no haber fronteras, pasan a España muchos judeoconversos portugueses, «porque desde finales del XVI a principios del XVII la inquisición portuguesa es más severa que la española».

En Málaga se asientan muchos judeoconversos portugueses y cuando durante la segunda mitad del XVII se producen una serie de catástrofes naturales, hambrunas y epidemias en todo el Reino de Castilla, «la gente necesita encontrar alguien a quien responsabilizar de todo y resultan los judeoconversos porque son una minoría muy emprendedora, que se crece ante la adversidad. Eran muy audaces y activos, surge esa especie de envidia y la necesidad de culparlos, así que empieza a haber muchísimas denuncias a las instancias inquisitoriales y además de gente muy reconocida en la ciudad, con origen judío y que practican la religión judía», detalla Lorena Roldán.

A este respecto, la historiadora galardonada recuerda que, aunque todo judío que se convertía al cristianismo, una vez bautizado se convertía en un ciudadano igual que un cristiano viejo, «en la práctica no era así y había un problema de discriminación».

Así que era muy habitual pagar para obtener una genealogía falsa. «La comprabas, pasabas el filtro y podías pasar a una institución como el Ayuntamiento, que además de estatuto de limpieza de sangre tenía de nobleza».

Eso explica que para seguir la pista a los judeoconversos de Málaga, una minoría que solía ocultar sus orígenes judíos y que hasta cambiaba sus apellidos, sólo sea posible localizando a los encausados por la Inquisición y luego, continuar su rastro en Málaga, de ahí el paciente trabajo previo en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, en busca de procesados malagueños, «porque la documentación malagueña nunca te va a decir quién es judeoconverso».

De este modo, a lo largo del siglo XVII, en la provincia de Málaga casi un millar de personas, en concreto 958, fue procesada por el Santo Oficio bajo la acusación de judaizantes, 615 de ellas residentes en Málaga capital. Pero como llama la atención Lorena Roldán, el número de judeoconversos en una ciudad como Málaga, con una población que oscilaba entre los 15.000 y 16.000 habitantes, sería mayor, «porque muchos no fueron procesados, se asimilaron o consiguieron escapar».

La investigadora resalta el caso más llamativo, cuando la Inquisición procesó en pocos años a más de un centenar de judeoconversos («cómplices» los denomina el Santo Oficio) que se reunía en una casa de la viña de Alonso Gamarra, en las afueras de la capital, para practicar de forma clandestina ritos judíos. De ellos, 13 realizaban cometidos públicos.

Pero no hay que pensar, tanto tiempo después de la expulsión de España, en sinagogas y en ritos como los que pudiera realizar los judíos de Amsterdam, donde sí estaban autorizados. «La religión judía que practicaban eran un judaísmo distorsionado. Hay grupos, pero también familias, que de manera independiente hacían en sus casas los ritos que podían, que eran pocos; por ejemplo, la circuncisión la dejaron porque saltaba a la vista y al final su ritual se va restringiendo a las cosas más discretas».

Pero también, apunta la historiadora, hay prácticas religiosas que sobreviven con el paso de las generaciones, pero ya sin carga religiosa alguna, porque se ha producido una «asimilación religioso-cultural y esas generaciones futuras son totalmente cristiano católicas, aunque mantienen algunas costumbres, como el no comer cerdo o el cambiar las sábanas los sábados. Es lo que se llama el judaísmo sociológico, que no responde a una creencia».El tópico de la Inquisición

En cuanto al funcionamiento de la Inquisición, Málaga dependía de Granada y allí eran enjuiciados los detenidos. La profesora desmiente la imagen tópica y cruenta de la Inquisición española. «En el siglo XVII, para nada. Esa imagen terrible de la Inquisición sólo es aplicable en los primeros tiempos, a finales del siglo XV y comienzos del XVI».

Aunque ser procesado y castigado era un drama indudable, el número de quemados en la hoguera es bastante más reducido de lo que sostiene la leyenda negra. Así, de esos más de cien procesados de la viña de Alonso Gamarra, «los que terminaron en la hoguera no llegarían a diez y en muchos casos son quemados en efigie porque o bien han escapado o bien han fallecido». Más frecuente en casos de judeoconversos eran la cárcel, el famoso sambenito, la confiscación de bienes y el destierro.

Para Lorena Roldán, su trabajo es, ante todo, «una puerta muy directa a cómo se vivía en la Edad Moderna».