Lejos quedaron aquellos días en los que las bibliotecas se erigían como los únicos guardianes para preservar y promover la información. En la actualidad, cuando resulta cada vez más redundante llamar a esta era la de la información, el acceso a la cultura se ha democratizado casi por completo y estas instituciones han perdido la exclusividad del conocimiento que antaño recogían y proporcionaban. La facilidad para obtener casi cualquier respuesta a una pregunta concreta con una simple búsqueda en Google pone en entredicho el papel que desempeñan hoy en día las bibliotecas y el que desempeñarán en el futuro.

Según los últimos datos del Ministerio de Educación Cultura y Deporte, en la provincia de Málaga había 146 bibliotecas en 2015, siete menos que cinco años antes. En esta misma franja temporal, la visitas se habían reducido en más de un 3% a lo largo del año y el número de préstamos de libros a los usuarios cayó en más de 100.000. Además, el gasto en inversión pasó de 2.304.430 euros a apenas 373.572, siendo la inversión destinada a mejorar los recursos informáticos el único gasto que experimentó un aumento. Y como símbolo de unos tiempos en los que la tecnología crece en detrimento de los puestos de trabajo presenciales, las bibliotecas dejaron de emplear a 37 personas, mientras las secciones relativas a internet aumentaron un 18% y los ejemplares automatizados, un 16%.

Esta situación, sin embargo, no resulta una novedad en pleno 2018. Tal y como comentan diversos responsables de bibliotecas públicas de Málaga, esta condición empezó hace más de una década con la aparición de internet y, sobre todo, de la tecnología portátil que incrementó el acceso a la información independientemente de la ubicación del usuario: «La situación de las bibliotecas cambió radicalmente no tanto desde la llegada de internet, sino desde la de los portátiles», explica Jose María Moncada, responsable de la Biblioteca Municipal Bernabé Fernández-Canivell, en Pedregalejo. «Cuando la gente empezó a tener la información en su teléfono o tableta, los libros de consulta de materias concretas cayeron en picado», afirma este bibliotecario con casi 40 años de experiencia en el sector.

Ante este nuevo paradigma, Moncada considera que hay que tener muy presente las dos funciones que las bibliotecas históricamente han tenido designadas: ser un centro de cultura democrático donde todo el mundo puede acceder a la información gratuitamente y actuar como una entidad pública que promociona y fomenta la lectura. No obstante, del primer aspecto reconoce que internet lo ha suplido en gran medida. Por ello, asume que las bibliotecas hoy en día tienen que enfocarse sobre todo en incrementar el ámbito lector, tanto el de las familias como el unipersonal, por medio de actividades culturales: «Estamos abocados a hacer una serie de actividades que atraigan al público y que, de una u otra forma, tengan que ver con la lectura», asegura Moncada, para a continuación citar como ejemplo de estas actividades las exposiciones, los cursos y talleres, los encuentros con autores o las presentaciones de libros que realizan en su biblioteca.

Lo cierto es que si numerosos índices relativos a las bibliotecas han caído en picado en los últimos años, es precisamente el de la realización de estas actividades el que más crece de todos. Así, mientras que en 2011 el número de actividades culturales llevadas a cabo por las bibliotecas malagueñas fue de 3.429, en 2015 la cifra se elevó hasta las 4.507, casi un 25% más en tan solo un lustro. José de la Torre, responsable de la Biblioteca Municipal Cristóbal Cuevas, considera que el aumento de estas actividades es el único camino válido a seguir para revertir esta situación de cara al futuro y apuesta por «volver de nuevo al antiguo concepto de 'casa de cultura'».

Por su parte, Manuel Villegas, responsable de la Biblioteca Municipal Miguel de Cervantes, defiende el concepto de «casa de cultura» y añade que se deberían no sólo incluir actividades literarias, sino también de cualquier otra índole cultural. En su propuesta, Villegas considera que tendrían que habilitarse «salas multiusos donde haya exposiciones permanentes de temas concretos, representaciones de obras de teatro, conciertos, musicales, semanas temáticas o recitales». «La biblioteca debe ser un centro vivo; un contenedor cultural, no sólo un depósito de libros ordenados en estanterías», asegura, para después recalcar que para ello el Ayuntamiento debe aumentar los recursos y ampliar los horarios de visita.

Villegas enfatiza en la vertiente pedagógica que las bibliotecas tienen en los menores. Por ello, considera que el aumento de las actividades infantiles debe ser la prioridad para cualquier cambio que se produzca en las bibliotecas: «La primera base de una biblioteca debe ser incitar a los niños y crearles el hábito lector», afirma. Para lograrlo, apuesta por la realización de actividades continuas y prolongadas a lo largo de todo año en colaboración con los colegios para fidelizar al niño.

Como él, Moncada también considera este el camino a seguir y cree que los 30.000 euros que anualmente reciben las 19 bibliotecas municipales de Málaga capital para la adquisición de fondos bibliográficos es insuficiente, sobre todo, para la literatura infantil, que representa el 40% de los préstamos que realiza. «Las bibliotecas tienen una parte educativa importante y hay que volcarse en los niños porque ellos son los lectores del mañana», concluye Villegas.