Málaga ha consolidado en estos últimos años su apelativo de motor económico de Andalucía, con un dinamismo en su sector privado y en el ámbito emprendedor que le está permitiendo además acercarse ya de nuevo a los niveles de actividad previos al inicio de la crisis, aunque las altas cifras de paro persistan como la gran lacra. La provincia genera un tercio de todas las sociedades que año a año se constituyen en Andalucía. El pasado 2017, por ejemplo, se crearon más de 5.100 nuevas empresas, por las 15.300 que registró la comunidad, según los datos de sociedades mercantiles del INE. Otro dato significativo es que la provincia tiene actualmente más de 56.200 firmas afiliadas a la Seguridad Social, casi 200 más que el año pasado y sólo ya un 2,7% por debajo de la época del boom.

Málaga ha recuperado también los niveles de producción previos a la crisis tras el repunte de actividad de los últimos años, con el sector servicios como segmento cada vez más hegemónico. Los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), que este año revelan que el Producto Interior Bruto (PIB) de Málaga a precios corrientes alcanzó a cierre de 2016 los 31.270 millones de euros. El PIB de Málaga hace diez años era de 30.982 millones y con el efecto de la crisis fue paulatinamente descendiendo hasta situarse en el entorno de los 27.800 millones en el ejercicio de 2013, que marcó la etapa más dura de la crisis.

El cuadro andaluz permite observar el predominio económico a nivel provincial de Sevilla y Málaga. En concreto, la provincia his- palense lidera el ranking con un PIB a precios de mercado de 38.266 millones. La producción andaluza superó los153.000 millones, por lo que se desprende que la economía sevillana aporta el 25% de PIB de la región y la malagueña otro 20,4%.

Las cifras oficiales no restan ni un ápice al título de «motor económico» que tiene Málaga, ya que fuentes consultadas afirman que Sevilla cuenta con una mayor aportación del segmento público a sus cifras de producción global y con el intangible de ser la capital política e institucional de Andalucía, lo que provoca un efecto tractor para las grandes corporaciones. «En Málaga , en cambio, el sector privado muestra siempre un gran dinamismo, lo que se refleja también en que las tasas de crecimiento del PIB están siempre entre las primeras de la comunidad», dicen.

De hecho, las últimas previsiones de Analistas Económicos de Andalucía, del Grupo Unicaja, indican que en este 2018 Málaga volverá a encabezar el crecimiento andaluz con una subida del 3% del PIB, por delante de Cádiz (2,9%) y Sevilla (2,8%).

Por sectores, son los servicios (que acaparan el 84% del PIB y el 90% del empleo, con el turismo a la cabeza) los que acaparan la actividad en la provincia de Málaga. La construcción, tras años de debacle, empieza a repuntar aunque está aún en niveles bajos (7%). La industria y la agricultura, pese a sus valiosas aportaciones, cuentan con una representatividad limitada del 6% y el 2% respectivamente de la economía provincial.

El sector agroalimentario, no obstante, ha protagonizado un gran comportamiento en los últimos años, sobre todo con unas exportaciones que no paran de crecer. Con productos como el aceite de oliva y los subtropicales, el segmento agrícola aglutinó el pasado año 1.133,1 millones de euros en ventas al exterior, lo que supone el 51,5% de la exportación total de Málaga (casi 2.200 millones). Las empresas malagueñas se han lanzado al mercado internacional aunque en este ámbito queda todavía mucho por hacer.

En cuanto al ámbito innovador, el gran polo lo constituye el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) de Málaga, que en 2017 celebró su XXV aniversario con 635 compañías y cerca de 18.000 empleados. La facturación conjunta de sus empresas alcanzó los 11.758 millones, con una subida del 8% respecto al anterior ejercicio.

El liderazgo económico de Málaga se ha traducido en un mayor protagonismo en el colectivo asociativo empresarial. Así, el presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), Javier González de Lara, preside desde hace cuatro años la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), siendo el primer presidente malagueño de la patronal andaluza en 30 años. González de Lara ya ha anunciado que se presenta en marzo a la reelección y es más que probable que, visto el consenso que concita, lo haga como candidato único.

Málaga también alberga la sede de Unicaja Banco, la única entidad financiera netamente andaluza, que el pasado año culminó su operación de salida a Bolsa. En 2017, la entidad financiera obtuvo un beneficio neto de 138,4 millones de euros, con un aumento del 2,5% respecto al año anterior.

Pese a las buenas cifras macroeconómicas, la provincia muestra también carencias, sobre todo en el mercado de trabajo, con altas cifras de paro y una elevada precariedad laboral. Es cierto que Málaga cuenta ahora mismo con una media de más de 573.000 trabajadores afiliados a la Seguridad Social, (28.428 más que hace un año y la cifra más alta en una década), pero no hay que olvidar que la cifra de parados (unos 159.000) todavía duplica a las de antes de la crisis.

Además, la calidad del empleo generado es inferior a la de entonces. La provincia clausuró 2017 con 774.978 nuevos contratos firmados, cifra que rebasa a las de 2006 y 2007 (el cénit del periodo de bonanza). Sin embargo, esta creación de empleo queda empañada un año más por unas altísimas tasas de temporalidad (que ya de por sí eran elevadas en la época del boom), por una inmensa rotación de trabajadores por los mismos puestos de trabajo y por más empleos por horas en detrimento de la jornada completa.