«En el centro de salud de La Trinidad me dijeron que era un roce y empecé a curármelo, pero como me salió una boca, me dijeron que era una úlcera, que parecía algo relacionado con la circulación de la sangre y a partir de ahí me mandaron a Carlos Haya», cuenta.

Inmaculada Sarmiento, perchelera de 46 años, combina desde agosto de 2017 las visitas en ambulancia tres veces por semana a diálisis en Ciudad Jardín, porque aguarda un trasplante de riñón, con las curas de una úlcera en la pierna izquierda que va a más y que además de hinchada, la luce como si hubiera sufrido una dentellada.

En septiembre acudió a las urgencias del Hospital Carlos Haya y allí comenta que «se sorprendieron de cómo tenía la pierna, con una infección muy grande que había avanzado mucho».

Unos dos meses más tarde pudo ser operada por un cirujano plástico. «Tuve que entrar en quirófano porque tenía un bicho, como ellos le llaman, una gran infección y si no me la quitan podía ir a más porque se va comiendo la pierna», cuenta Inma, que señala que el cirujano plástico le comentó que «había hecho lo que estaba en su mano pero que hasta que el cardiólogo no me viera, no iba a avanzar la cura».

Un mes más tarde, en diciembre, fue atendida por el cardiólogo y el 25 de enero, el mismo especialista le realizó «una resonancia para ver las piernas», cuenta la enferma.

Una vez finalizada, Inmaculada explica que el médico le informó de que a final de mes habría una sesión clínica y se le haría una prueba más, para la que le darían cita.

Pero los días comenzaron a pasar y la comunicación de esa cita no la recibió, mientras seguían los dolores y aumentaba la podredumbre de la úlcera. «Por eso mi padre fue a Carlos Haya a ver qué pasaba, porque podía perder la pierna», dice Inma.

El padre, Francisco Sarmiento, detalla a La Opinión que a mediados de febrero acudió al Carlos Haya y comprobó que no había orden de hacerle prueba alguna. «Me dijeron en cardiovascular que el nombre de mi hija aparecía pero que el médico no había mandado nada».

Como los dolores continuaban, el sábado 10 de marzo Inma decidió acudir a las urgencias de Marbella con su padre. «Estaba tan desesperada que decidí ir. Allí me trataron muy bien pero lo más que podían hacer era curarme y ponerme una inyección, porque me dijeron que si mis papeles estaban en Carlos Haya, no podían hacer más».

En la actualidad, Inma duerme con la pierna mala apoyada en el suelo, en un cojín y sigue con fuertes dolores.

Además, como ha perdido fuerza en la pierna, se ha caído en dos ocasiones en casa. «Ya no salgo ni a por pan, todo lo hace mi marido». La pareja tiene un hijo tetrapléjico adolescente y es también el padre, Juan José Navarro, quien se encarga de atenderlo, aunque no lo puede sacar a la calle porque viven en un primer piso sin ascensor y antes lo bajaban en carrito entre los dos. Ahora es imposible para la madre.

Una portavoz del Carlos Haya informó el viernes de que la prueba médica para Inmaculada Sarmiento, una arteriografía, está solicitada desde el 27 de febrero y que será atendida «en los próximos días», antes de un mes de la solicitud de la prueba.