El Holocausto fue y será uno de los grandes genocidios de la historia. Una historia que debe ser recordada para no repetir las mismas barbaridades que antaño. Para ello, el recuerdo de los que, a duras penas, pudieron salir con vida para contarlo, es lo que debe cristalizar para la eternidad. Así, la vida de Violeta Friedman es una de esas historias que debe ser contada y recordada. Por ello, la plaza de la Judería acoge desde ayer una placa en su nombre.

Con la frase: «Si el eco de sus voces se apaga, pereceremos», perteneciente al libro Mis memorias, de Violeta Friedman, el acalde de la ciudad, Francisco de la Torre destacó lo que esta conmemoración supone en la actualidad. «Esta placa representa lo que fue esta etapa de la historia. Ella sirve para pensar siempre en lo que sucedió». En este sentido, Rubén Bentata, presidente de la Comunidad Israelita en Málaga, señaló que «este recuerdo que quedará permanente, una advertencia que dice que no hay que olvidar, hay que recordar que la barbarie lleva a más barbarie y no deben reproducirse las mismas situaciones que en el pasado».

Los libros de historia se nutren acerca de esta etapa de la historia que «no debe ser olvidada». Sin embargo, el recuerdo de quienes lo vivieron es el recuerdo de la historia en primera persona. Por ello, Violeta Friedman, será siempre historia, pero ¿quién fue Friedman?

Violeta Friedman nació en Rumania en 1930. Antes de cumplir 14 años, las SS la hicieron prisionera y fue internada en el Campo de la Muerte de Auschwitz junto al resto de su familia. La misma noche en la que llegaron a aquella cárcel, todos sus familiares fueron enviados a las conocidas cámaras de gas por orden del doctor Mengele, excepto su hermana mayor.

Así, Friedman permaneció allí hasta enero de 1945, cuando finalmente fue liberada por las tropas rusas. Durante 39 años guardó silencio sobre lo ocurrido con ella y su familia, al igual que sucedía con el resto de supervivientes que trataban de olvidar lo que habían vivido. Sin embargo, apareció en su camino Leon Degelle, un exjefe de las Waffen SS, que provocaría que el silencio de Friedman se convirtiese en un grito de libertad.

«Mi madre luchó contra el Holocausto y combatió contra Degrelle y contra todo aquél que como él, insinuaba que los campos de concentración no eran lo que los judíos habían contado», expresó Patricia Weisz, hija de Friedman. Y es que Degrelle llegó a decir que «no existían las cámaras de gas en los campos de concentración alemanes». «Quiso demostrar al mundo algo que no era real, algo que para mi madre significaba que su familia no había muerto de la forma en la que lo hicieron y por ello, decidió alzar la voz», indicó Weisz.

El motivo de que Málaga haya sido el lugar elegido para conmemorar su historia parte, precisamente, de la historia que tiene tras de sí Degrelle. El exjefe de las Waffen SS estuvo sentenciado a muerte en rebeldía por un tribunal belga, pero encontró asilo en España. Durante un tiempo, bajo el mandato de Francisco Franco, Degrelle vivió en Fuengirola, la ciudad que le serviría de escondite para evitar la muerte.

De forma paralela, Degrelle alimentaba sus discursos negando el genocidio nazi, ironizando sobre los campos de exterminio y efectuando juicios ofensivos de tono antisemita y racista.

Por él, Friedman lucho durante años por los derechos humanos. asistiendo a un proceso judicial que finalmente vio la luz en 1991, cuando el Tribunal Constitucional consideró que Degrelle había, no solo atentado contra el honor de Violeta Friedman, sino también contra el de las víctimas de los campos nazis.