La inclusión de un yacimiento arqueológico o un inmueble en el catálogo de protección arqueológica del PGOU de 2011 no supone, automáticamente, su protección efectiva y en ocasiones, su conservación peligra si no se toman medidas.

Es lo que acaba de comprobar la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga (Apidma), cuyo nuevo presidente, el profesor de Historia del Arte de la UMA, Francisco Rodríguez Marín, ha podido visitar esta Semana Santa el Molino de Soliva, anterior al siglo XIX y la histórica mina de agua del Almendral del Rey, en Teatinos, del siglo XVI, que surtía de agua potable la ciudad de Málaga, incluida la famosa fuente de Génova. Dotados los dos monumentos de protección singular en el PGOU, el estado es lamentable.

Molino de Soliva

El propio Francisco Rodríguez Marín ha sido quien, en sus paseos en bici por la zona, se topó con los restos de este molino hidráulico de rodezno (la rueda hidráulica con paletas de madera), junto al arroyo de las Cañas, con su propia alberca para almacenar agua en época de poco caudal y que se dedicaba a hacer harina.

El profesor solicitó a la Gerencia de Urbanismo la protección arqueológica de este antiguo molino, uno de los pocos que quedan en Málaga capital. Urbanismo concedió la protección. «No hay documentación sobre él, pero como la fábrica es de mortero de cal, como mínimo es del siglo XVIII», apunta.

Se encuentra en pleno campo, junto al barrio de Soliva, entre las avenidas Escritor Antonio Soler y Pintor Rodrigo Vivar.

Este molino de la antigua Hacienda de Soliva (también conocida como de Las Peñuelas) tiene dos cubillos, las aberturas forradas de cerámica que servían para que el agua cogiera altura. Como explica el profesor, era «un molino de dos paradas, con doble mecanismo de molienda, dos juegos de piedra de moler».

Aprovechaba el agua del caudal del arroyo de las Cañas y un desnivel para conducir el agua por una acequia hasta el molino, donde se bifurcaba hasta los dos cubillos y caía con fuerza para mover la rueda o rodezno.

Pese a su importancia, el nuevo presidente de Apidma llama la atención sobre su mal estado: «En el muro que sustenta el caz (cauce) crecen con vigor un almez y algunas otras especies vegetales». Como recuerda este experto en Patrimonio Industrial, «es sabido el efecto pernicioso que la presión de las raíces y la acidificación que producen tienen sobre los muros con argamasa de cal como los de este monumento preindustrial».

Además, destaca la basura y los escombros que pueden encontrarse en el interior de los restos, sostenidos por una viga bastante precaria.

«Alguien debería hacer algo para que este molino, ahora protegido, no se nos venga abajo antes de que le llegue la hora de la recuperación», advierte.

Mina del Almendral del Rey

Basuras varias y neumáticos pueden encontrarse esta misma semana en los restos de la histórica mina del Almendral del Rey, que forma parte de la conducción de agua potable de la Málaga del siglo XVI, a base de tuberías de cerámica, con la que la ciudad dejó de depender de forma exclusiva de los pozos y del caudal del Guadalmedina. Las obras se realizaron entre 1532 y 1556, en tiempos del emperador Carlos V.

Los restos de esta mina, que tomaba el agua del arroyo de Teatinos, se encuentran junto al nuevo barrio de Hacienda Cabello y la Universidad Laboral.

Como detalla Francisco Rodríguez Marín, ahora están haciendo una carretera «y doy por sentado que se desviará al llegar a la alcubilla de acceso, aunque pasará por encima». Por este motivo señala: «Me pregunto si la empresa que realiza las obras habrá tomado precauciones para evitar dañar esta impresionante obra subterránea o, si como me temo, ignora su existencia».

«Las galerías pasan por debajo de la carretera», resalta el profesor de la UMA.

El experto llama la atención sobre la reciente restauración de la alcubilla de Martiricos, que se nutría de esta conducción y, como contraste, el estado de abandono de esta mina que no tiene «ni una verja, ni una puerta».

Como recuerda Francisco Rodríguez Marín, esta distribución de agua potable se conocía también como las Aguas de la Trinidad, «porque la primera fuente estaba delante del antiguo convento y cuartel de la Trinidad».

La conducción, de unos diez kilómetros de longitud, partía de este rincón de Teatinos, llegaba a una alcubilla (desaparecida) de la Granja de Suárez, que estaba en la calle Sierra de Almadén, hasta llegar a otra, también desaparecida, en la zona de Florisol, cerca del Colegio Severo Ochoa. A continuación, tras atravesar todo el Camino de Suárez, llegaba a la Trinidad y seguía hasta la mencionada alcubilla de Martiricos, para atravesar el río y aparecer en el arca desaparecida de la plaza de Montaño. También había un arca en el Muro de Santa Ana, del que no queda rastro.

En el casco urbano, el agua se distribuía por las viviendas y fuentes públicas.

El presidente de Apidma destaca que también recibían el agua la fuente de Génova y la cárcel de la ciudad, entonces en la actual plaza de la Constitución.

Francisco Rodríguez Marín está convencido de que, «si en lugar de en Málaga», esta conducción del Siglo de Oro estuviera en cualquier otro país de Europa, «estaría restaurada y alguien se estaría sacando un sueldo explicando como se abastecía la ciudad».

El profesor de la Universidad de Málaga es consciente de que no todo el patrimonio se puede proteger al máximo, pero sí se pueden tomar medidas para que no desaparezca. Ese es el riesgo de estas dos piezas del Patrimonio Hidráulico de Málaga.