La Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga acogió ayer una jornada para informar sobre el correcto, y no tan correcto, uso de las TIC. Las aplicaciones, smartphones y los protocolos de seguridad fueron los protagonistas de Ciberacoso: prevención, detección y actuación, un acto en el que se dieron a conocer las cifras de este tipo de delitos correspondientes al año pasado. Así, en 2017 las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado registraron 65 denuncias de menores por ciberacoso, mientras que en lo que va de este ejercicio se han presentado 20.

De la veintena de denuncias presentadas en Málaga en este 2018, tres han sido ante la Guardia Civil y otras 17 en la Policía Nacional, mientras que respecto a las del año pasado, 46 fueron gestionadas por la policía y otras 19 por la Guardia Civil.

En la jornada de ayer, mediante distintas ponencias y una mesa redonda, especialistas de la propia UMA, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y de la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía explicaron el llamado cyberbullying en todos sus aspectos: diferencias respecto al bullying tradicional, la actuación policial o cómo evitarlo a partir del buen uso de las aplicaciones, todo ello enfocado casi en su totalidad al peligro que pueden suponer para los más pequeños.

Precisamente en este campo, y tras el discurso inicial del vicerrector de la UMA José Francisco Murillo y del subdelegado del Gobierno, Miguel Briones, intervino Francisco Jaén, ingeniero técnico de telecomunicación. Jaén destacó la importancia de concienciar y vigilar a los niños: «Igual que les enseñamos a montar en bicicleta o cruzar la calle, hace falta formarles en nuevas tecnologías». «Les damos un teléfono y muchas veces ni los adultos sabemos manejarlo». Aplicaciones de control para impedirles la entrada a una determinada app, normas y precauciones, e incluso la firma de un contrato con el menor son las medidas que Francisco Jaén propuso.

«Del mismo modo que firmamos un contrato con la compañía, es una buena opción hacer lo mismo con los niños, que entiendan que para poder usar una herramienta TIC deben acatar una serie de normas como pueden ser de horario, de hacer saber a los padres el patrón de desbloqueo, de no permitir el consumo de ciertas aplicaciones, etc.».

Por su parte, miembros del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil hablaron sobre las distintas tipologías de ciberacoso (sea entre adultos o hacia menores de edad) y los diferentes perfiles del agresor, poniendo especial énfasis en los protocolos de actuación que llevan a cabo y en los riesgos que corren los menores al ponerse en contacto con desconocidos vía internet.

«Hablamos de grooming cuando un adulto intenta obtener un acercamiento a una víctima menor; el sexting, por otro lado, no es un delito en sí, ya que se refiere al hecho de tomarse (o dar el consentimiento de tomar) una fotografía con actitud sexual. El peligro de esta práctica puede dar lugar a la sextorsión, que es cuando, con la fotografía en su poder, el ya ciberdelincuente exige a la víctima más fotografías o una compensación económica a cambio de no difundir la que ya posee», señalaba Jorge Gómez Izquierdo, subinspector y miembro del grupo de Delitos Tecnológicos de la Comisaría Provincial de Málaga.

La Facultad de Psicología de la Universidad también tuvo representación en la jornada, concretamente de la mano de Ángela Muñoz, profesora titular del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, quien basó su discurso en las diferencias entre el acoso y ciberacoso. «El acoso cumple con tres características: conductas que son agresivas, intencionales y reiteradas; mientras que en el caso del segundo, no hace falta que se repitan, pues con solo una fotografía ya puede sentirse vulnerabilidad en la red», explicó Muñoz. «Además -añadió- no existe un desequilibrio de poder como en el caso del bullying, pues en esta situación también está el anonimato».

En cuanto a su aportación de datos, la docente afirmó que «el 17 por ciento de los llamados nativos digitales ha consumido alguna vez material pornográfico, imágenes violentas o ha manifestado interés por aprender a manejar armas de fuego». «Un 22 por ciento ha establecido contacto con extraños, uno de cada cuatro adolescentes», aseveró.