Semanas atrás -enero del presente año- acudí a una conferencia dictada por el doctor en Ciencias Económicas, ex profesor de la facultad del mismo nombre de Málaga, Rafael Esteve Secall, organizada por la Asociación de Profesores Jubilados de la Universidad de Málaga, ente que reune a un selecto grupo de antiguos docentes malagueños y de otras procedencias que arraigaron en nuestra ciudad después de haber ejercido su magisterio en las aulas de aquella. El título de la conferencia, celebrada en el Rectorado, era Málaga, ciudad que nació del mar. Esteve es asiduo colaborador de La Opinión.

La conferencia, ilustrada con planos y fotografías de nuestro puerto, como punto de partida del nacimiento de Málaga, versó precisamente sobre la influencia del mar en el desarrollo y progreso de la ciudad.

Las últimas palabras del profesor Esteve terminaron con una recreación de la vista de Málaga desde el mar si se lleva a cabo el mastodóntico edificio de 135 metros de altura destinado a disfrutarlo personas muy pudientes llegadas a la ciudad por vía aérea o marítima estacionando sus yates casi al pie del alto hotel de gran lujo.

Para disfrute de unos pocos se puede destruir la estampa de Málaga desde del mar como del interior también. Aunque no lo dijo en la conferencia, el autor en una colaboración publicada en La Opinión varios meses atrás, la creación de empleo, una vez inaugurada la horrenda torre, será inferior a la plantilla de un acreditado y popular establecimiento que está rotulado con una palabra malagueña: El Pimpi.Edificios del Muelle de Heredia

Terminada la conferencia comenté con Rafael Esteve una historia que él desconocía y que pocos malagueños de la época tuvieron conocimiento porque no se hizo pública. Los protagonistas no consideraron necesario divulgar su interés para tomar las decisiones correctas en torno a algo que si apenas se tomaba en consideración en aquellos años.

Hoy, en 2018, hay que luchar para evitar atentados urbanísticos que destruyan el paisaje urbano. Poco después del ejemplo ciudadano que dieron los promotores de la construcción de los edificios de la avenida Manuel Agustín Heredia entre la Acera de la Marina y el monumento al citado personaje (números 2 al 26), se sucedieron esos atentados que tenemos que soportar, como La Malagueta, las Torres de Guadalmar, el edificio en Gibralfaro, construcciones inadecuadas en la Alameda, plaza de la Merced…

Los responsables de la construcción de los edificios de la citada avenida de Heredia tomaron conciencia de que la altura de los edificios no debía dañar la panorámica de la ciudad desde el mar.

La forma de no errar en los cálculos era contemplar Málaga desde el mar, y para ello decidieron fletar una embarcación -no sé si grande o pequeña- y alejarse de la costa lo suficiente para por medio de bocetos y fotografías marcar la línea roja o altura máxima que podían tener los proyectados edificios. Así se hizo.

Los edificios se levantaron, los pisos se ocuparon en régimen de alquiler, creo que después se vendieron… pero la estampa de Málaga no resultó dañada.

No puedo completar la información con los nombres de aquellos malagueños que, al margen de una inversión seguramente rentable, tomaron las medidas correctas para respetar el panorama de la ciudad desde el mar.

Quizás en el Archivo Municipal o en el Provincial se conserven los planos, bocetos, fotografías, informes y el proyecto firmado por el arquitecto. Los investigadores pueden encararse con esta historia.

Este capítulo de las Memorias de Málaga se lo debo a la persona que hace más de treinta o cuarenta años me relató la historia. Me la contó porque se lamentaba de las barbaridades que se estaban cometiendo en la ciudad en materia urbanística. Esa persona fue Baltasar Peña Hinojosa, licenciado en Derecho, que presidió la Diputación Provincial durante varios años y también la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.La Malagueta se caerá

No creo que los edificios apretujados de La Malagueta y el primer tramo del Paseo Marítimo se vayan a caer. Ya se tomarán las medidas para corregir los posibles defectos y daños del salitre, el terreno donde se alzan -ganado al mar- y otras causas.

Uno de los edificios de la calle Arenal -el nombrecito lo dice todo- hubo que demolerlo en plena construcción por defectos de la cimentación. Pero se adoptaron las medidas pertinentes y se reanudaron las obras.

La premonición me la comentó el director del desaparecido periódico La Tarde, Timoteo Esteban, quien al comprobar lo que se estaba haciendo en La Malagueta, expresó su horror, y fiel a la filosofía de los castellanos viejos, sentenció: «Supongo que todo se caerá un día».

Para bien de los residentes en la zona de La Malagueta, confío en que no se caigan los edificios. Los culpables del desaguisado no fueron ellos. Y casi todos los que los diseñaron, autorizaron y construyeron habrán fallecido, y si viven, pues eso, no podrán rectificar aunque sí rectificarme, caso de no estar de acuerdo conmigo.