Tenía 16 años cuando, mientras estudiaba un año en los salesianos de Córdoba y daba un paseo con su clase, acompañados por un sacerdote, Jesús Jiménez Astorga vio en un kiosco de la plaza de las Tendillas una revista de culturismo. «Me quedé con el cante y a la semana siguiente me zafé del grupo y la escondí porque podía buscarme un follón», cuenta.

Así comenzó para Jesús Jiménez Astorga (Málaga, 1942) una afición que le llevaría a ser campeón de Andalucía de culturismo, de España, quinto del mundo, a convertirse en juez de campeonatos internacionales y a viajar por todo el globo.

En Córdoba nacía esta pasión por el culturismo porque, señala, «estaba tan delgado y escuchimizado que recuerdo que mi madre me hizo una foto en una terraza y era todo huesos». Eso sí, tuvo que luchar contra los prejuicios de una España que veía en esta práctica un escándalo para la moral, además de perjudicial para la salud: «Mi padre me dijo una vez que, según un médico, si hacías gimnasia se te paraba el corazón».

Este administrador de fincas y procurador jubilado, que desciende del marqués de Iznate y de una familia que ha administrado fincas desde hace siglo y medio, cuenta que tuvo que comenzar fabricando con hormigón sus propias pesas «con una barra de madera y dos latas de leche en polvo rellenas de hormigón» y esconderlas entre los libros de casa.

Y como esta práctica deportiva le gustaba tanto, cuando marchó a Madrid a estudiar Económicas entró en el conocido Gimnasio Guzmán el Bueno, donde por cierto entrenaba el actor Paul Naschy (Jacinto Molina), con quien el malagueño tuvo un encontronazo porque opinaba que quienes hacían culturismo eran homosexuales.

Tan estigmatizado estaba este deporte, que Jesús Jiménez Astorga recuerda que en el primero campeonato que participó en Madrid, «se tenían que poner dos personas vigilando en la calle por si venía la policía, por eso de estar en bañador y haciendo posturas».

Fue precisamente en el gimnasio de la calle Guzmán el Bueno donde el cine llamó a su puerta. «Hacía falta gente que hubiera hecho gimnasia para hacer de troglodita y luego de gladiador», comenta. Así participó en 1967 en la película Una bruja sin escoba, una coproducción de España y Estados Unidos dirigida por José María Elorrieta con la estrella del momento, Jeffrey Hunter, el protagonista de Rey de Reyes y el coprotagonista de Centauros del desierto.

Con Schwarzenegger

Su logro más importante llegaría en ese 1967, cuando consiguió el quinto puesto en el concurso de Míster Universo, en la categoría de talla media. En la capital inglesa se alojó junto a otros deportistas en casa de Wag Bennet, el dueño de un gimnasio en Forest Gate al que acudía a entrenar. Durante tres días compartió piso con un joven austriaco de 20 años que acababa de ganar el título de Míster Universo amateur: Arnold Schwarzenegger.

«En tres días que estuve viviendo allí Arnold me cambió la rutina de pose, me dijo que la que yo llevaba no me iba y que por qué no seguía la misma que él. Como no competíamos en la misma talla (él era talla alta y yo media), no hubo problema. Decía que los ejercicios había que hacerlos lentos y concentrado. Tenía magnetismo. El día de la exhibición en el Victoria Palace estaba a rebosar», recuerda el deportista malagueño.

La inesperada muerte de su madre obligó a Jesús a dejar los estudios y regresar a Málaga para hacerse cargo del despacho familiar: «Empecé como administrador de fincas con el número 21 de la calle Salitre», recuerda. Pero siguió compaginando su trabajo con el culturismo, y fue el primer profesor de pesas de la nueva ciudad deportiva de Carranque.

Otro año muy importante en su vida fue 1971, cuando en Gerona obtuvo el título de Míster España. «No sabía que iba a ganar porque desconocía lo que me iba a encontrar», confiesa. Por aquel entonces, bromea, «me decían que ir a la playa conmigo era peor que ir con una inglesa sin ropa, llamaba más la atención».

Ese muchacho delgado que se miraba al espejo había quedado atrás gracias a mucho esfuerzo porque en aquella época, recalca, «no había nada de pinchazos, todo era gimnasio por la mañana, gimnasio por la tarde, mucha leche y mucha carne».

Las pesas, en una fundición

En los inicios, cuenta, las pesas las mandaba fabricar en la fundición Chacón del Perchel. En 1973, poco después de ganar el Campeonato de Andalucía de Fuerza y Desarrollo Muscular, abrió su primer gimnasio, Míster Universo, en un ático del número 3 de Trinidad Grund donde hoy hay un hotel. «Al principio eran unos 50 metros cuadrados y me fueron dando permiso, fui ampliando y tuve el doble de metros», detalla. Los títulos que había conseguido y el hecho de que en pocos años hubiera cambiado la mentalidad hicieron que se fueran derribando los tabús sobre este deporte.

Como curiosidad, en los comienzos Jesús Jiménez Astorga fabricó sus propios aparatos de gimnasia con tubos de hierro que se encargaba de soldar. También fue organizador de veladas de lucha libre en el antiguo cine de verano Mediterráneo del Paseo de la Farola y en la plaza de toros. «Nos trajimos un ring de Sevilla», recuerda.

En el último tramo de los 70 montó un segundo gimnasio, En forma, en Cristo de la Epidemia. En forma fue también el título de una revista trimestral dedicada al culturismo, que a mediados de los 80 se encargó de dirigir y escribir y que se distribuía en España e Hispanoamérica.

Muchos de los reportajes los hizo él mismo, aprovechando que era juez internacional de culturismo, de hecho, fue uno de los fundadores en Lyon de la Asociación Mundial de Culturistas (WABBA).

Pero la poliédrica vida de Jesús Jiménez Astorga incluye además una tienda de muebles, tan avanzados para la época que fracasó en el empeño, aunque conserva algunos en su casa; el diseño y fabricación de equipos electromagnéticos para musculación, con los que fue pionero, y en su haber tiene cerca de una veintena de patentes, fruto de su pasión por inventar.

A este respecto, es el creador de un coche plegable eléctrico y de un patinete eléctrico, más barato que el Segway, además de ser plegable; también ha inventado un lavaplatos instantáneo, un robot de barrido, así como un dispositivo para poder cargar baterías en movimiento. Por este motivo, en 2012 cumplió su sueño de visitar el Salón de Inventos de Ginebra.

El mes pasado celebró su 76 cumpleaños rodeado de sus hijos (Isabel, Jesús, Olivia y Cristina) y nietos (Valeria, Leire, Pelayo, Gonzalo y Rodrigo).

Cuando echa la vista atrás concluye: «En la vida he hecho cosas adelantadas a mi época y el tiempo me ha dado la razón».