Imagine que va a la farmacia a por algo que le alivie ese terrible dolor de cabeza que arrastra desde por la mañana. Detrás del mostrador, varias opciones: paracetamol, ibuprofeno o ácido acetilsalicílico, todos principios activos indicados para curar ese dolor de cabeza y con estudios clínicos que lo demuestran. Junto a ellos, otros medicamentos homeopáticos que, pese a llamarse así, deberán especificar en la caja que no son para curar nada en concreto... a no ser que lo puedan demostrar.

Así será dentro de unos meses cuando el gobierno termine de aplicar la Orden 425/2018 que acaba de entrar en vigor y que completa la adaptación a las normas europeas de la venta de productos homeopáticos varias lustros después de que se empezara a legislar.

Siguiendo el principio de que lo similar cura lo similar según la dosis empleada, la homeopatía propugna la curación de varias patologías utilizando disoluciones infinitesimales en agua de varios principios activos. Sus detractores ponen en evidencia que no hay estudios científicos suficientes que demuestren su eficacia y que la sensación de muchos usuarios que aseguran que les funciona es, solo, efecto placebo. Sus defensores mantienen que la ciencia todavía no ha investigado lo suficiente pero que sí hay estudios, con animales o bacterias, en los que la homeopatía funciona y ahí no entra el placebo.

Con o sin debate, los productos homeopáticos están en el mercado y el Gobierno aún tenía que regularizar este espacio adaptándose a las normas europeas (la directiva 2001/83/CE) que los reconoce como «medicamentos». De esta forma, los productos ahora comercializados podrán seguir vendiéndose en las farmacias siempre que los fabricantes hayan pedido seguir haciéndolo y cumplan con los requisitos.

Si se reclama que están indicados para curar una dolencia en concreto, deberán certificarlo con estudios clínicos como otros fármacos, sino, podrán seguir vendiéndose (si son solo de administración oral o externa, se ha comprobado su inocuidad y siguen unas pautas de fabricación) pero poniendo claramente que no tienen indicación terapéutica alguna y detallando su composición que, en muchos casos, será solo la de agua y edulcorantes.

¿Son medicamentos?

El que, pese a ello, se les siga llamando «medicamentos», es para muchos un «oxímoron», entre ellos para los responsables de sanidad de varias comunidades como la valenciana. De hecho, la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat tuvo que reconocer la semana pasada en la aprobación de la orden que lanzarían una campaña para «decirles bien claro a los pacientes que no hay evidencia terapéutica» en la homeopatía.

¿Entonces? «No creo que el poner eso en las cajas vaya a ser perjudicial porque no quiere decir que no tenga efectividad o utilidad en su uso», defiende Alberto Sacristán, presidente de la Sociedad Española de Médicos Homeópatas. «En la medicina homeopática no hay un ibuprofeno que sirva para todos los dolores porque la prescripción es muy individualizada por eso va a ser difícil que se acuñe la indicación terapéutica», añade.

Para Sacristán, la orden publicada el pasado sábado solo traerá «beneficios» ya que dará una trazabilidad a cada uno de los productos homeopáticos, tengan que cargar o no con el sambenito de la falta de «indicación terapéutica» en las cajas. «Tendrán todos un registro y estarán fabricados según la farmacopea europea, se evita que haya fabricantes clandestinos que aquí los hay como en los medicamentos tradicionales y se da una garantía y seguridad tanto a los médicos que lo recetamos como a los pacientes que lo compran», añade.

Porque, como medicamento registrado que es, los médicos lo pueden prescribir y solo se pueden adquirir en farmacias. Desde el ámbito de los farmacéuticos también consideran -más allá del debate de si debe o no de existir estos productos- que la norma de adaptación debía llegar. Así lo considera el representante del Colegio de Farmacéuticos, Vicente Colomer: «Lo más importante es que se regula según lo marcado por Europa y se obliga a que en la fabricación se cumpla con los estándares», explica. La condición de que se especifique si tiene indicación terapéutica reconocida o no también es una ventaja para Colomer, «sobre todo para los usuarios que lo sabrán».

Considerados como medicamentos, los farmacéuticos están obligados a facilitar homeopatía se tenga o no en el despacho. «Yo no tengo este tipo de productos en mi farmacia pero si llega una persona con una prescripción de un médico en la mano, mi obligación es atenderlo», explica un farmacéutico valenciano. «Hay productos que curan y otros que cuidan. Si, además, hacen falta placebos y están registrados y estandarizado en su producción, también me parece legítimo», concluye.

Claves

Lo similar cura lo similar

La homeopatía nació hace 200 años de la mano del médico alemán Samuel C. Hahnemann. La terapia se basa en que una misma sustancia puede tener «efectos diferentes u opuestos según la dosis empleada y la sensibilidad del sujeto», de ahí que, por ejemplo, para curar un envenenamiento se usara el mismo veneno pero diluido en agua hasta concentraciones infinitesimales.

Dilución en agua y agitación

Según explican en la sociedad Española de Médicos Homeópatas, estos medicamentos se fabrican en dos etapas «esenciales» que le confieren «su actividad: la dilución de la sustancia original y la agitación en serie. El resultado son medicamentos con muy baja o nula toxicidad, y efectos terapéuticos que se producen estimulando los propios recursos del organismo».

Numerosos informes

Según la SEMH, las primeras noticias sobre la terapia aparecieron en España en 1821 y, hoy en día, hay «numerosos estudios que avalan la efectividad de esta opción terapéutica» que estarían utilizando en todo el mundo «unos 300.000 médicos especializados» llegando a «unos 400 millones de pacientes» de forma global.