No hay en España ningún observatorio nacional que se dedique a identificar o vigilar de forma real y efectiva las sectas, pero los expertos consideran que en España operan en torno a 300 grupos manipulativos. Algunos de ellos muy destructivos. La mitad estarían establecidos en la Costa del Sol. Y, al contrario de lo que pueda pensarse, no solo son sectas religiosas. Identificar, por tanto, qué es una secta, es el primer escollo que tienen que sortear quienes se encargan de estudiarlas. Porque una secta puede ser una secta para un psicólogo, pero puede que no lo sea para un sociólogo. O para un teólogo.

Existe una definición que aporta Vicente Jara, especialista que pertenece a la Red Iberoamericana del Estudio de las Sectas (RIES): «Grupo social agresivo que practica el mimetismo y el señuelo». Es la que, por ejemplo, defiende Ángel Nuño, profesor de Movimientos Religiosos Alternativos en los centros teológicos de la Diócesis de Málaga y miembro también de RIES. Hay otras definiciones más complejas y académicas, pero ésta resulta muy esclarecedora.

Son grupos agresivos porque, pueden ocasionar algún tipo de daño a la víctima, a la que aíslan de su familia, empiezan a exigir cantidades económicas o deterioran sus relaciones interpersonales. Practican el mimetismo porque intentan parecerse a una cosa que no son, simulan formas religiosas u ofrecen prácticas pseudoterapéuticas. Y usan un señuelo porque ofrecen actividades, a priori, atractivas, desde ejercicios de relajación a retiros de descanso e incluso curaciones milagrosas.

José Miguel Cuevas es uno de los más reconocidos especialistas en sectas, profesor de Psicología de la Universidad de Málaga y responsable del único servicio público que lucha contra estos grupúsculos en el Ayuntamiento de Marbella. Este experto señala que, lo que parece evidente, es que las sectas consiguen explotar al individuo, «lo someten a los intereses de la organización o del gurú de turno y anulan su voluntad». «Tu libertad queda a merced del grupo. Tus valores previos desaparecen. Te crees que estás en un grupo elitista, que te supone muchas ventajas, que es el resto del mundo el está equivocado, que eres libre y que libremente has escogido ese camino», añade.

Manipulación muy sutil

La víctima, cuando está dentro del grupo, nunca va a aceptar que éste es perjudicial para sí mismo o es sectario. Al contrario. Creen que la pertenencia es un privilegio. «Ahí está el arte o estrategia de estos grupos. Se muestran invisibles, la manipulación es muy sutil», asegura este psicólogo, que además es vicepresidente de la Asociación Iberoamericana de Investigación del Abuso Psicológico y ha centrado su carrera en este ámbito, con un máster en Terapia de Conducta y Experto en Adicciones de la Complutense de Madrid, incluido. «La gente cuando piensa en sectas piensa en algo más tosco o burdo», indica.

El objetivo de la secta depende de cada gurú o líder y depende un poco de la estructura jerárquica de cada colectivo. Puede, además, haber diferentes metas y a cada persona, en función de sus capacidades o talentos, se le puede someter a una explotación diferente. El tema económico es importante pero no en todos los grupos. El sexual es también recurrente. «La organización utiliza a sus adoptos como a peones», destaca.

El problema además es que no hay límites en esa explotación. Es siempre desmedida. El líder de la secta suele tener perfil sociópata «y no tiene ninguna capacidad empática, de ponerse en el lugar del otro, por lo que nunca se va a parar para decir que el fin, a veces, no justifica los medios. Al contrario». Y utiliza todas las técnicas manipulativas a su alcance, las más poderosas, como el miedo, el sentimiento de culpa, los engaños... «todo lo que haga falta para mantenerlos esclavizados», sostiene Cuevas.

La Costa del Sol es considerada uno de los puntos calientes del crecimiento de este tipo de grupos y sectas. También la costa levantina, algunas islas o las grandes capitales, como Madrid y Barcelona. También Bilbao. Pero en el caso de Málaga «el crecimiento está siendo vertiginoso», sostiene Ángel Nuño. ¿Por qué? Por la confluencia de personas y de culturas. La Costa del Sol es elegida por muchas personas para vivir y pasar largas temporadas de su vida. También por muchos jubilados, que deciden instalar su residencia en la provincia, muchos de ellos extranjeros. Se trata de un enclave turístico excepcional. «La Costa tiene un gran atractivo para inversores de todo tipo, empresarios o constructores... quien decide poner en marcha uno de estos grupos o abrir una nueva sede, se fija en lugares donde hay mercado y todo le puede resultar más beneficioso, para que la inversión que le resulte rentable. El elemento económico está muy presente en todas las actividades de estos grupos», explica Nuño.

«La mayoría de las sectas destructivas con cierta entidad son como pequeñas multinacionales que necesitan expandirse y buscan el mercado donde pueda haber dinero y gente», corrobora Cuevas.

En los años 80 y 90 del pasado siglo el problema de las sectas se agudizó. Entonces existían grupos muy reconocibles, de formas muy ligadas a las prácticas religiosas, que obligaban al adepto a marcharse a un recinto en el que estuvira sufriendo algun tipo de clausura. Pero esta realidad en el estudio de las sectas ya no es tan relevante. De hecho, ocurre lo contrario, indican los expertos. Ya no hay una imagen tan clara de lo que son las sectas. «En el contexto en que vivimos, cuando los religioso parece estar en retroceso, este tipo de sectas tampoco tienen la misma importancia que antes», asegura Nuño.

Con todo, en España se estima que hay 400.000 personas afectadas directamente por las sectas. José Miguel Cuevas destaca el auge de las sectas relacionadas con las pseudoterapias, que ofrecen tratamientos relacionados con la salud, que supuestamente tienen un efecto salvador, pero que no han demostrado con base científica que tengan algún tipo de eficacia por encima del placebo. Son propuestas de sanación mágica, una especie medicina alternativa que entra en colisión con la convencional.

También proliferan las sectas culturales. O las que tienen apariencia humanitaria, que se dedican supuestamente a ayudar a los más necesitados, como el Tercer Mundo. También hay sectas políticas... Cualquier excusa para someter a los adeptos a los intereses del gurú y explotarles desde el punto de vista económico o sexual.

El líder de la secta

Los puede haber muy inteligentes, con estudios universitarios y curriculums brutales... Pero también hay líderes de sectas que son analfabetos. Lo que sí comparten todos los gurús es el carisma y su capacidad de atracción. Y sobre todo, como destaca José Miguel Cuevas, son muy narcisistas. «En mi libro publicado en 2006 analizo más de 20 gurús y todos son narcicistas con un ego que se lo pisan», asegura este experto. También suelen ser paranoicos, convencidos de que el mundo está en su contra. Dan rienda suelta a sus deseos y motivaciones vitales. No se han adaptado a la sociedad y están resentidos con ella. «Tienen una sensación dualista de la sociedad. Nosotros somos los buenos y fuera está todo lo malo. Solo aquí, en el seno del grupo, podemos conseguir sentirnos cómodos y seguros y podemos conseguir algo importante», explica este experto, que indica cuál suele ser el modus operandi del líder de la secta. Manifiestan y comparten con sus adeptos su desconfianza hacia el exterior. «Son antisociales. Son psicópatas. No tienen escrúpulos ni remordimientos», concluye José Miguel Cuevas.

La víctima

El perfil de la víctima es aún más complejo. «La calle cree que son personas vulnerables, débiles, poco cultivadas... todos estos mitos se rompen y todos los estudios dicen que a mayor formación, mayor posibilidad de ser captado», asegura Cuevas. «Cuando pensamos que eso les pasa a otros menos a mí es cuando estamos más expuestos». Y ofrece datos: de las más de 300 víctimas analizadas durante su trayectoria profesional, más de 82% eran personas con estudios superiores, universitarios o técnicos. «No quiere decir que no haya sectas especializadas en gente analfabeta o marginada, pero también las hay que buscan a los mejores, gente con gancho, que tengan trabajo. Prácticamente hay una secta para cada persona», resume este estudioso. Las víctimas no tienen por qué tener trastornos psicológicos, ni problemas familiares o laborales importante. Más bien están condicionados por factores situacionales. «Todos pasamos por pequeños baches en la vida». Son momentos de especial vulnerabilidad, vivencias complicada, pérdidas dolorosas... Y estos grupos son especialistas en detectarlos.