He oído y leído por ahí que los médicos que ejercen su profesión en las clínicas, hospitales, consultorios y centros de salud públicos de las islas Baleares que no hablen catalán dispondrán de un plazo de dos años para aprenderlo, y si no, a la puta calle. Ignoro si esta decisión que solo afecta a Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera, Cabrera, Conejera, Dragonera y algunas más (lo sé de carretilla porque lo aprendí en la enseñanza primaria) será copiada por otras comunidades que tienen, además del castellano, una lengua o idioma propio, como Cataluña (Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona), País Vasco (Bilbao, San Sebastián y Vitoria), Galicia (La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra) y la Comunidad Valenciana (Valencia, Alicante y Castellón de la Plana).

No sé, sigo siendo un ignorante en este menester, si una comunidad tiene la competencia para ordenar, obligar o imponer semejante tangay con desprecio absoluto a la españolidad que nos une.

Los médicos

Por esa regla de tres, expresión que no sé si viene mal o bien al caso, los mandamases de Málaga podrían hacer lo propio; no tenemos ni una lengua ni siquiera un argot malagueño, pero sí disponemos de un rico vocabulario para designar, calificar, expresar, manifestar... nuestros sentimientos. Los que por las razones que fueran optaron por establecerse en Málaga y empaparse de nuestras costumbres, sin necesidad de cursillos de formación subvencionados por los entes oficiales, con el tiempo, fueron aprendiendo esas palabras y expresiones locales. Nadie les obligó en su quehacer diario a estudiarlas ni en un año, ni en dos, ni en ocho. Pero casi todos las entienden e incluso las han incorporado a su acervo.

Por decisión de los mandones de Islas Baleares, elegidos democráticamente por el pueblo, los futuros médicos malagueños que se forman en la exigente y ejemplar Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, cuando finalicen los estudios, con la licenciatura y en algunos casos con doctorado en el petate, no podrán participar en las oposiciones o concursos para optar a plaza en los centros sanitarios públicos de las citadas islas si no chapurrean el catalán; en los privados supongo que la norma no regirá€, pero todo se andará. Todas las gilipolleces son contagiosas.

A la recíproca, los licenciados y doctores nativos de Mallorca, Menorca, etc., si quieren venirse a Málaga para ejercer en la sanidad pública malagueña deberán, propongo, superar, junto a los temas relacionados con la Medicina una prueba especialmente diseñada para ellos.

El temario específico malagueño habrá que consensuarlo para que los aspirantes de aquellas islas que quieran ejercer la medicina en Carlos Haya, el Materno, el Clínico, los centros de salud, el CARE y todos los establecimientos sanitarios públicos, se preparen para poder atender a los pacientes en las consultas no solo de la capital sino de los ciento dos o tres restantes municipios de la provincia de Málaga.

Los médicos venidos de donde he apuntado antes tendrán que saber qué es si una paciente le dice que tiene angurrias (que padece el mal de no poder contener deseos de orinar constantemente), que el abuelo está dando las boqueás (que está caucando o que lo va a diñar deseguía), que la mujer que acude en su ayuda le dice que es amachorrá (que solo ha sido madre una vez), que a su marido le ha dado el avenate (que está loco), que el niño ve menos que Pepe Leche (que es corto de vista), que su padre está echaío a perdé (vamos, que está pachucho), que la niña tiene tiricia (ictericia), que le ha salío un zarpullío (ronchas o sarpullidos), que la indersión (la inyección) se le ha infestao; que a la abuela le ha dado un amacuco (que está malita).

Tendrá que saber qué mal aqueja a los pacientes que acudan a la consulta: que está masmejó dende que le recetó la medicina, que está escocío, que tiene un grano en el rulé, que el niño en una chorraera se esnucó, que la niña se ha llenado de pipis en la escuela, que si para reconocerla tiene que quitarse los cucos...

Ejemplos

Para preparar la asignatura que los médicos isleños del archipiélago balear tendrán que estudiar, aparte los propios de la profesión, sugiero que grupos de expertos en el habla y en el vocabulario malagueño, con ayuda económica de la Diputación Provincial y ayuntamientos de la capital y provincia, redacten el tratado que podría responder al título Tratado para el conocimiento del malagueño. Los redactores podrán recurrir, por ejemplo, a las novelas de dos insignes escritores malagueños (Salvador González Anaya y Arturo Reyes) que utilizaron palabras y expresiones malagueñas en sus obras; al Vocabulario Popular Malagueño de Juan Cepas; al trabajo titulado El español coloquial malagueño, escrito por J.M. García González y publicado en el número 23 de la revista Jábega (tercer trimestre de 1978), en el que recoge cerca de mil palabras y expresiones oídas en nuestra provincia€ y algunos folletos y libros más en los que se recopilan esas palabras y frases nacidas y creadas en Málaga. Hasta se podría editar, como en el caso de otras lenguas, el libro Aprenda malagueño en siete días, que no es verdad, como tampoco lo son los que prometen hablar en inglés en quince días, en holandés en diez y así sucesivamente.

Algo más

Fueraparte de lo relacionado, para poder integrarse en Málaga de una forma efectiva, en el libro en el que se le informa de la terminología médica que tendrá que aprender para atender a los pacientes se incluirán una serie de palabras y frases que oirá desde que ponga los pies en nuestra tierra, tales como pedir un café (reproducir el mosaico del Café Central con todas las denominaciones existentes), que algunas personas tienen el bajío, que cuando llueva no se extrañe que en Málaga al paraguas lo denominamos sombrilla, que la Semana Santa es intocable aunque sea ateo o agnóstico, que el alcalde de Málaga Francisco e la Torre preside la corporación desde el siglo pasado, que los pinreles son los pies, que para denominar algo ya lejano utilizamos fue en el año de la riá, que una bimba es una bofetá, que un largopiri chimenea es un hombre de mucha estatura (como un jugador de baloncesto), que una tajá es una borrachera, que ser un fiebre no es que tenga cuarenta grados de temperatura sino que es un hincha del Málaga o de otra entidad, que la remanguillé es una media vuelta, que trincar es coger, que un recovero es un vendedor de huevos, que un marrajo es una mala persona y que el Médico l´agua fue un individuo que recorría las calles de los barrios de Málaga ataviado con una bata blanca recetando solo agua como única medicina.

¡Ah! Y si alguien le manda a tomar viento a la Farola no es que le desee algo malo; simplemente que se vaya porque es un plasta..., aunque también tiene un segundo significado que confío que nadie se lo espete por no estar satisfecho de residir en Málaga.

Una advertencia: estas consideraciones solo conciernen a Málaga; los que aspiren a ganar plaza en Córdoba, Granada, Sevilla... tendrán que aprender el vocabulario popular de cada una de las provincias de la Comunidad Andaluza.

Postdata: Propongo, en serio, sin ironía, que una entidad pública o privada de Málaga reúna a un grupo de malagueños conocedores de nuestro vocabulario y expresiones para poner en marcha el proyecto de un libro en el que se recojan todas las palabras y expresiones malagueñas partiendo de los textos de Salvador González Anaya, Arturo Reyes, el diccionario de Juan Cepas, el trabajo de J. M. González García y otros, publicación destinada a su venta no solo en librerías y comercios de recuerdos sino en los lugares (palacios de congresos, hoteles...) donde se celebren congresos, simposios, seminarios, encuentros€ en los que participan cada año en Málaga cientos o miles de profesionales de todas las ramas del saber, para que adquieran de recuerdo, además de unas castañuelas y una botella de vino dulce, el libro de marras. No tiene que ser un tocho de mil páginas; con ciento y pico es suficiente aunque se recopilen dos o tres mil palabras y expresiones para que nunca se pierdan.