En enero de 1960 se desplazó a Málaga el director de cine italiano Giuseppe de Santis, una figura destacada del cine de su país, contemporáneo de realizadores tan famosos del cine italiano y mundial como Vittorio de Sica (Ladrón de bicicletas), Luchino Visconti (El gatopardo), Roberto Rossellini (Roma, ciudad abierta), Federico Fellini (La dolce vita)… nombres que catapultaron al cine italiano hasta la cumbre. De Santis figuraba en ese grupo excepcional, y su película más aplaudida fue Arroz amargo, que lanzó al estrellato a Silvana Mangano.

Vino a Málaga de la mano de Pío Caro Baroja, sobrino del novelista Pío Baroja. Pío Caro, por razones que ahora no vienen al caso, se exilió voluntariamente a México donde conoció a Giuseppe de Santis que se encontraba en la capital azteca por motivos profesionales. Surgió una amistad que después se prolongó en Italia donde volvieron a encontrarse. Pío, durante su estancia en México capital, se inició en el séptimo arte, formación que completó en Italia. Cuando se produjo la transición política en nuestro país, Pío Caro regresó a España donde desarrolló su carrera cinematográfica. Filmó, si no yerro, algunas películas documentales para Televisión Española.

Al fallecer Pío Baroja en 1956, sus sobrinos Julio y Pío adquirieron en Churriana una finca denominada Carambuco, una vieja mansión rodeada de árboles frutales y creo recordar con espacios dedicados a diversos cultivos. Julio, etnólogo e historiador, se refugiaba en la propiedad recién adquirida para entregarse en un ambiente tranquilo con un clima templado en invierno a escribir artículos y libros, muy celebrados en su época, como Los pueblos de España, Los moriscos del reino de Granada y, de forma especial, Las brujas y su mundo, El señor inquisidor y El laberinto vasco. No sé cómo entró en contacto con la cultura malagueña. El caso es que se incorporó a la tertulia de la tienda de antigüedades de la plaza del Obispo, propiedad de Salvador Blasco Alarcón y Antonio Guerrero Andrade, en la que se daban cita Modesto Laza Palacios, Bernabé Fernández Canivell, Manuel Alvar, Baltasar Peña Hinojosa, Enrique García-Herrera… Precisamente, la presencia de los dos últimos citados, propició la colaboración desinteresada de Julio Caro Baroja en la creación del Museo de Artes Populares, que está precisamente en la plaza que hoy lleva el nombre de Enrique García-Herrera.

En la Reja

De vez en cuando Pío Caro se desplazaba a Málaga, y lo conocí en la citada tertulia. Al saber que yo escribía de cine en Radio Nacional, me presentó a Giuseppe de Santis, que creo recordar que fue el que invitó a De Santis a pasarse unos días en la Costa del Sol. Por razones de carácter político -De Santis era militante del partido comunista italiano-, el famoso director rehusó cualquier contacto con los medios de comunicación. Hizo una excepción conmigo, y una tarde-noche, los tres nos reunimos en el bar La Reja, ubicado en un pasaje de la plaza de Uncibay.

Total, que en La Reja, en una mesa entre otras muchas distribuidas por el local, le hice una larga entrevista en la que me respondió a todas las preguntas. Cuando saqué a colación su película más famosa -Arroz amargo- me respondió: «Fue un gran éxito. Un suceso. Pero tiene muchos defectos».

De aquella larga entrevista publicada como exclusiva en la revista Fotogramas el 8 de enero de 1960, con fotografías del entrevistado y fotogramas de las películas Hombres y lobos y Días de amor (ésta última había sido galardonada en el Festival de San Sebastián), De Santis me contó los problemas que había tenido que superar para llevar a cabo el rodaje de la película «La carretera dura un año». Durante cuatro años estuvo intentando rodarla en Italia, pero por dificultades diversas, especialmente políticas, finalmente decidió hacerlo en Yugoslavia. Me explicó que era algo así como una huelga al revés. La respuesta fue: «En un pueblo hace falta una carretera. Es de interés general. Pero el dinero para construirla no lo tiene el Ayuntamiento. Las peticiones que se hacen a la superioridad no dan el resultado apetecido. Entonces, los hombres del pueblo empiezan a hacer la carretera por su cuenta, sin autorización de nadie, sin dinero… Ellos saben que trabajando obtendrán lo que desean».

Crisis

Hablamos de la crisis del cine…Nos adelantamos casi medio siglo porque estábamos en 1960. Su idea sobre la crisis que atravesaba el cine en 1960, me dijo: «Efectivamente hay crisis, pero no una crisis particular en el cine. Yo creo que la crisis es una consecuencia o derivación del desacuerdo que hay entre la intelectualidad y el mundo. Las gentes caminan más aprisa que los intelectuales, que llevan un ritmo más lento. Al no ir a la par, al no marchar al mismo paso, la producción literaria no es fiel reflejo de las realidades humanas. Al existir este desequilibrio el cine padece las consecuencias».

En 2018 ¿es válida la opinión de un director que estaba en la cúspide en 1960? Es difícil aceptar o rechazar sus palabras. La crisis actual no creo que esté en la prisa y la lentitud; la crisis está en la televisión que ha cambiado todas las reglas y normas. El cine de hoy se encamina hacia el gran espectáculo, las grandes catástrofes, movimientos de masas, guerras, tragedias… El cine íntimo, el melodrama, la comedia, los problemas sociales, lo que se conocía como «películas de amores» de «teléfonos blancos»… toda esa amplia gama la atiende otro tipo de películas que a veces se escudan en una nueva modalidad: los telefilmes de escaso presupuesto y metraje reducido. Pero ese es otro cantar.

Para los colegas de profesión que cuentan historias de la Costa del Sol les facilito el nombre de este famoso que estuvo en la zona en 1960 pero que pasó de incógnito porque temor a que su filiación política pudiera agriar su estancia.

-¿Su próxima película? Fue la última pregunta que le formulé: «Una historia de amor. Un hombre de unos cuarenta y cinco años y una mujer de unos veinte. Toda la acción transcurre en una habitación de una casa. La cámara tendrá un papel importantísimo. Miradas, gestos, matices… Mucha acción interna. Poesía». No sé si llegó a rodarla.

De Santis falleció en 1997 a la edad de ochenta años.