­Sin apenas tiempo para descansar, Santos Juliá aborda la actualidad con la autoridad del pensamiento argumentado. Eso, antes de participar en una esperada conferencia en la Sociedad Económica de Amigos del País.

Todo está sucediendo a mucha velocidad en la vida política, ¿no cree?

Nunca habíamos tenido una moción de censura triunfante. Pero cuando hay una moción de censura, todo es muy rápido. El Gobierno se forma de manera automática.

Parece que Mariano Rajoy se hubiera ido hace años.

Tiene que ver mucho con el hecho de haber resistido tanto, cuando era muy claro que tenía que irse. Cuando desapareces, entonces todo recuerda a una especie de pesadilla que ha pasado hace mucho tiempo.

El PSOE acuñó la moción como la «moción de la censura por la dignidad». ¿Podríamos sustituir «dignidad» por «poder»?

Las retóricas que construyen los partidos para legitimar lo que hacen hay que tomarlas con un grano de sal. Una moción de censura no es algo raro en el funcionamiento de la democracia. No hace falta evocar grandes valores.

El Gobierno de Sánchez ha levantado ciertas pasiones. ¿A usted qué le sugiere?

Lo más destacado de este Gobierno es que, por vez primera, hay mujeres muy preparadas en puestos de responsabilidad fundamentales. Este es el primer gobierno que tiene a mujeres en Economía y en Hacienda, que son carteras esenciales. Esto demuestra que las mujeres son iguales, que pueden desempeñar puestos en igualdad de circunstancias. Luego, hay otros movimientos que tienen que ver, creo yo, con la idea de que los partidos no son carteles cerrados. Me refiero al aspecto de abrirse a la gente que no es del partido.

Los primeros pasos anunciados han sido los siguientes: diálogo y reforma constitucional.

Palabras como diálogo, pacto o negociación hacen referencia a una actitud. En política, las actitudes están bien, pero no definen nada. Lo importante es la acción desde el poder. La reforma constitucional ya es otra historia. Pero el problema de la reforma constitucional es que exige un consenso mayoritario y reforzado. Más que hablar de reforma constitucional, que es imposible que este Gobierno pueda emprender, hablaría de que hay que empezar a echar las bases para proceder a dicha reforma cuando se pueda formar una mayoría suficiente.

Al final, siguen siendo sólo 84 diputados. ¿Cuánto pesa?

Mire, aquí hay que recordar que esta moción de censura no hubiera triunfado sin el PNV. Eso indujo a un error al expresidente Rajoy: pensar que el PNV no iba a pactar un día con el Gobierno y, al día siguiente, pactar para que cayera. En consecuencia, estamos ante una coalición que se formó contra algo, sin un programa que una a los que han participado en ella. Y eso presenta un problema fundamental de salida para gobernar. Más que el número de diputados en sí. No para existir como un Gobierno, pero sí para existir como un proyecto político.

¿Augura un calvario?

La rapidez en la formación del Gobierno, la calidad de este Gobierno en líneas fundamentales, junto al hecho de que las propuestas que está formulando generan cierto consenso, puede contrarrestar el hecho de que no haya habido un programa de gobierno. Deberá explotar las variables.

¿Estamos ante el último Gobierno que no es de coalición?

Eso depende de los electores. Lo que sí está claro es que el acierto de Sánchez en la formación de su Gobierno ha creado otras expectativas al PSOE. Era un partido en declive. No sabía muy bien dónde estaba y qué propugnaba. Hoy, se sabe dónde está y qué puede llegar a desarrollar. Eso va a influir en las motivaciones de una parte importante de los electores.

¿Dónde queda Ciudadanos?

Ciudadanos ha cometido un error que puede pagar caro: apostarlo todo a que la moción no iba a triunfar. Lo que ha hecho, para muchos electores, va a ser incomprensible. ¿Por qué Ciudadanos jugaba a que había que ir a las urnas sí o sí? Pues porque estaban en alza. Pero cuando el escenario da un vuelco, se quedan pasmados y no han sabido responder.

¿España puede avanzar si no resuelve el problema con Cataluña?

Lo que plantea Cataluña es una crisis constitucional. No hay manera de avanzar, claro está, sin una constitución que sea vigente en todo el Estado. Eso no se puede soportar.

¿La solución puede estar fuera de la Constitución?

La solución al problema no puede estar fuera de la Constitución. Aunque no veo en estos momentos caminos para una solución en las posiciones. Porque el presidente catalán dice que se sienta para ver cómo se implementa la República catalana. Pues mire, para ver cómo se implementa la República catalana, no nos podemos ni sentar. Necesitamos una negociación que parte de puntos diferentes, pero que quiere llegar a algo común. Entonces, cada uno tiene que desplazarse de su punto de partida.

¿Cuál cree que debería ser ese punto de llegada?

El punto de llegada verdadero sería un Estado federal. Pero claro, los nacionalistas catalanes dicen que el Estado federal es una trampa de feria. Y si no nos ponemos en marcha hacia un Estado federal, yo no sé cómo la situación se puede resolver.

¿El derecho a decidir existe?

¿El derecho a decidir? No sé lo que es. Eso es una invención. Que haya un sujeto colectivo que tiene derecho a decidir algo que no está en la Constitución. Yo eso no lo entiendo ni los nacionalistas lo han explicado nunca. Utilizan el derecho a decidir, al igual que lo hace el PNV, como eufemismo para un referéndum por la autodeterminación. Las cosas hay que llamarlas por su nombre. El derecho a decidir forma parte de un discurso dirigido a movilizar a la gente, no a resolver una cuestión que tienen que ver con la Constitución.

La exconsellera Clara Ponsatí ha admitido que el Govern jugaba a póquer, que iba de farol. ¿No le parece una frivolidad?

Peor que una frivolidad. Han estado engañando a su gente. Han estado engañando al Estado y a Europa. Eso ha requerido una estructura con gente trabajando para eso. Sabiendo que no tenían ni la mitad de la población con ellos. Yendo de farol, han dividido en dos a su gente. Insisto, eso es mucho más que una frivolidad.