Hay edificios emblemáticos que, cuando se rehabilitan, parece que siempre han estado ahí luciendo como el primer día. Sin embargo, a veces hay que echar la mirada atrás para apreciar el cambio que producen en su entorno. La iglesia de San Agustín es una de estas joyas de Málaga que pasan a veces desapercibidas para el malagueño, pero su arreglo ha propiciado que se recupere la calle del mismo nombre y sede del Museo Picasso.

El Ayuntamiento de Málaga supo ver las posibilidades de esta iglesia, uno de los típicos ejemplos de la arquitectura del siglo XVIII e histórica sede de los agustinos en la ciudad. Tanto, que es la única orden religiosa que permanece en el mismo templo donde se instauraron tras la Reconquista.

La inversión destinada por la Oficina Municipal de Rehabilitación del Centro ascendió a 600.000 euros, que permitió acometer un proyecto ambicioso que trajo de vuelta la original riqueza de un templo muy transformado en 1943 por las obras de reparación tras el asalto e incendio sufrido en 1931.

La importancia de esta iglesia se mide además por la calidad de los artistas que, de un modo u otro, han participado en ella. Es el caso de Martín de Aldehuela, uno de los grandes arquitectos del Barroco y fundamental en el diseño de la Catedral. En 1798 intervino para diseñar el retablo de la capilla mayor, realizado en mármol rojo y jaspe negro verdoso. Además, se recuperó el camarín que pensó para la Virgen de Valvanera y que, en la fachada de la calle Pedro de Toledo, se aprecia como un saliente. La torre de la espadaña también es diseño de este arquitecto con una altura de 52 metros y un ancho de ocho, que incluye tres campanas.

El trabajo de restauración, dirigido por Pablo Pastor y con la empresa Hermanos Campano, detectó que la actual fachada a la calle San Agustín esconde la primitiva del siglo XVI. Al parecer Martín de Aldehuela fue quien diseñó la actual, organizándola y dándole una unidad.

No obstante, tras la restauración, la Oficina de Rehabilitación decidió dejar una cuadrícula en la fachada donde se aprecia la primitiva. Por otro lado, los colores elegidos en la restauración fueron una combinación de rojo terral en los salientes y de oro viejo en las superficies planas, siguiendo la imagen original de la iglesia.

Humedades y criptas. Una parte importante de las obras se centró en recuperar las siete criptas del templo, que fueron cegadas durante las obras de 1943 con escombros de los trabajos. Seis de ellas se encuentran a la derecha del templo y la central está bajo la capilla mayor. Además, hay varias en el claustro.

Uno de los problemas al que se enfrentó la rehabilitación fue eliminar las humedades, que afectaban a los muros por la altura del nivel freático. Para ello se cubrieron los muros de mortero de cal hasta tres metros de altura, lo que permite una mayor transpiración. También se sustituyó la solería, de los años 40 y realizada en mármol de un centímetro de espesor, por otra de más calidad y mejor asentada. Las criptas fueron vaciadas, recuperadas y dotadas de un sistema de ventilación natural.