Por la calle Gaona se ve decoración geométrica de estilo árabe, con tonos rojos, ocre, azul y negro. Por la fachada de la calle Cabello predominan las columnas, pilastras y frontones. Elementos éstos habituales en la arquitectura pintada sobre las fachadas que enriquecen los edificios y que, en este caso, se completan con conchas y dibujos de ángeles. La iglesia de San Felipe Neri, restaurada hace apenas cinco años, ha permitido descubrir esta notable riqueza de pinturas al fresco que adornaban los edificios del siglo XVIII en Málaga.

El simple arreglo de una iglesia como San Felipe Neri ha permitido descubrir de forma clara y espectacular la riqueza ornamental que tenía Málaga hace tres siglos. La fachada de este templo es un rico lienzo donde los frescos priman con una imagen espectacular para una zona degradas y que tienen en esta obra de rehabilitación un modelo a seguir.

Estos trabajos comenzaron en el año 2001 gracias a una subvención de 288.000 euros que el Instituto Municipal de la Vivienda (IMV) concedió para financiar la obra de recuperación de la fachada, en colaboración con el Obispado de Málaga.

El destino de este dinero no pudo ser más adecuado, a tenor de los resultados. El aparejador que se encargó de dirigir la obra, Pablo Pastor, destaca que una parte importante del trabajo se centro en eliminar la pintura plástica de color blanco que recubría la fachada y que tapaba toda la decoración.

El valor de los frescos que había debajo es notable. Empezando porque fueron realizados entre 1775 y 1785, durante las obras de ampliación de la capilla original encargada por el Conde de Buenavista.

Precisamente, la iglesia de San Felipe Neri es quizá uno de los ejemplos más puros de la arquitectura religiosa del siglo XVIII de Málaga. Sus inicios se remontan a 1720 y está íntimamente ligada a la persona de Antonio Tomás Guerrero Coronado y Zapata, segundo Conde de Buenavista. De su bolsillo partió el dinero que financió la construcción de la capilla original, que en 1730 fue terminada y ocho años después cedida a los padres filipenses.

La pujanza de esta parte de la ciudad y de la actividad de esta orden aconsejó la ampliación de la capilla a partir de 1775. Estas obras contaron con el aval de arquitectos muy famosos de la época y que trabajaban en la Catedral, como son Antonio Ramos, Ventura Rodríguez y José María Martín de Aldehuela, que se encargó de diseñar y ejecutar la sacristía en 1795, diez años después del final de la obra de la iglesia y su bendición.

La estructura de este templo está dividida en cuatro espacios, con la entrada a través de un atrio rectangular con una bóveda. La nave principal es elíptica, de doble altura y rematada también con una cúpula. Esta parte es la principal ampliación de los años 1775 a 1785, junto con el presbiterio, que corresponde a la capilla original encargada por el Conde de Buenavista. Este espacio tiene un diseño especial, al ser un octógono, con cúpula semiesférica y a la que se accede a través de un arco de altura rebajada.

Queda un pequeño espacio que es el antiguo presbiterio de la capilla, que está al fondo del templo, con una planta rectangular y bóveda de medio cañón.

Trabajos. La recuperación de la decoración exterior se centró en quitar la pintura que se le aplicó hace unos años y que tapaban la fachada original. Para ello se utilizaron medios manuales como el bisturí, brochas suaves, gomas de borrar o lana fina de acero. Seguidamente se consolidó el soporte con resinas y relleno de mortero.

La restauración de las pinturas se realizó mediante el uso de un color de un tono más bajo que dejan las partes reintegradas en un segundo plano, frente al color original.

Otra parte de los trabajos que se realizaron en San Felipe Neri se centró en mejorar la situación de la fachada, con la eliminación de la suciedad y la reparación de las partes que se habían desprendido, así como la aplicación de resinas para rellenar las grietas.

En algunos puntos de la fachada, los operarios tuvieron que reponer material con piedra natural o mortero de cal y áridos, con la idea de mantener la misma línea arquitectónica que tenía la iglesia originalmente.