El consumidor paga como media tres veces más por la fruta y verduras que el comerciante que los compra en la explotación agrícola. La cadena alimentaria, que es el proceso desde que un producto sale de las manos del agricultor hasta que llega a la mesa, encarece su coste, especialmente en el sector de las hortalizas.

Así, mientras que un kilo de tomates cuesta en origen 0,50 céntimos, en destino su valor asciende hasta los 2,05 euros, según datos proporcionados por la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA).

También es notable la diferencia de precios en verduras como la judía plana, que vale en el mercado 3,6 euros el kilo frente a los 1,70 euros que se paga en la alhóndiga; o el calabacín, con un precio medio de 1,49 euros el kilo, un 420 por ciento más caro que en origen.

Los agricultores se quejan de su estrecho margen comercial y los “esfuerzos” que tienen que hacer para sacar adelante la producción.,“El agricultor nunca impone el precio, sino que es el comprador, se nota sobre todo en productos perecederos, como las hortalizas, pues hay que venderlas pese a que su valor sea bajo”, explicó Carlos Blázquez, secretario de ASAJA.

Los productores responsabilizan a los intermediarios en la cadena alimentaria, como distribuidores y mayoristas, de la subida que experimentan estos productos. José Gámez, responsable de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), sostiene que estos agentes sacan importantes beneficios del sector “a costa de los ganaderos y agricultores”, que están condicionados por el mercado y otros factores, como la sequía. En este sentido, manifestó que en el sector de los cítricos de la comarca del Guadalhorce se han registrado pérdidas de entre cinco y siete millones de euros por la escasez de precipitaciones.

“El sector agrícola pierde dinero y cuando baja el producto en origen, no desciende para el consumidor”, señala Blázquez. A este respecto, la Coordinadora de Organizaciones Agrarias (COAG) señala que en casos como la leche o los huevos han bajado en origen hasta un ocho por ciento, mientras que en destino ya ha subido entorno al 2,61 por ciento.

Por su parte, los comerciantes mantienen que el precio se incrementa porque hay que afrontar los costes de distribución . José Antonio Veneroni, presidente de la Asociación de Mercados Municipales, manifestó que aunque hay diferencias importantes entre el precio de origen y destino “hay que pagar los gastos de transporte o almacenaje” de la cadena alimentaria y “a su vez los intermediarios tienen que obtener beneficios, además de afrontar los costes” de la distribución.

Intermediarios. En la denominada cadena alimentaria de los productos hortofrutícolas intervienen varios agentes. Los agricultores venden sus productos a los mayoristas de origen, que a su vez ofertan la mercancía entre comerciantes de segundo grado o mayoristas de destino. Por último, éstos lo distribuyen entre los grandes almacenes y los minoristas. Felisa Becerra, economista y una de las autoras del informe anual del sector agrario andaluz que publica Analistas Económicos de Andalucía, explicó que “lo lógico es pensar que cuanto más larga es la cadena, más se encarece el producto”, aunque en el sector agrícola “no se pueden establecer pautas”. Así, influyen otros factores, como la presión del mercado o la producción.

Regulación y etiquetado. Las asociaciones de consumidores piden a las administraciones que intervengan para frenar el encarecimiento de los productos. Manuel Sánchez, presidente de Facua, manifestó que la UE debe regular los precios entre los grandes distribuidores, al igual que hace en el sector de las comunicaciones.

Otra reivindicación de Facua que también comparten los agricultores es la imposición del doble etiquetado en el producto, para que el consumidor sepa la diferencia entre el precio de origen y el final.