No resulta fácil decir adiós a 45 años de malaguismo. Andrés Perales León (Jaén, 1935) no ha marcado goles por la escuadra, no ha hecho regates de ensueño ni palomitas en una portería. Pero ha vivido casi medio siglo en La Rosaleda, en ´su´ campo de toda la vida. Por eso, cuando ayer vio que más de una decena de medios de comunicación querían hacerle una entrevista o un reportaje, se le puso un nudo en la garganta de la emoción.

«No voy a hablar por ahora. No estoy todavía preparado. Espero que lo comprendas. Veo que muchos de vosotros os habéis acordado de mí», señaló ayer por teléfono Andrés, de 75 años, el conserje del estadio albiceleste, el guardián del coliseo blanquiazul. Antonia, su esposa, le había pasado el teléfono; la misma que encandiló, como excelente cocinera, a Fernando Sanz cuando el entonces presidente se quedaba horas y horas en el campo, sin tiempo para desplazarse a Marbella.

Malagueño desde los 10 años

Andrés Perales nació en Jaén, pero llegó a Málaga con sólo diez años, por lo que desde entonces se siente ´boquerón´. Con 30 años (1965) fue contratado por el entonces presidente del club de Martiricos, Juan Moreno de Luna, como conductor de un autobús que compró el club para los desplazamientos. No había dinero para aviones. Lluvia, viento, frío e incluso nevadas. Por todas las carreteras de España. Los Montes de Málaga y Despeñaperros, entre las zonas más peligrosas. Ni un accidente en 25 años como conductor. Algunos viajes al norte de España, de 20 horas. Eso sí, con parada en Madrid. Lo peor fueron algunos recibimientos a pedradas de los aficionados locales. En Córdoba, Granada y Linares rompieron algunas lunas del autocar.

Su trayectoria continuó ligada al Málaga, ya que luego trabajó como conserje, encargado del mantenimiento y ´guardián´ nocturno, gracias a la vigilancia de sus perros. Al principio, con una casita-mata ubicada por donde se entra a la Clínica Rincón, en Gol y, más tarde, en Fondo, donde aún continúa, aunque no será por mucho tiempo. Antes de vivir en La Rosaleda residía en el barrio de Portada Alta. Tiene siete hijos –una de ellas es la encargada de la lavandería del estadio– y multitud de nietos, algunos de los cuales se han criado en La Rosaleda.

Dado que comenzó a trabajar en La Rosaleda con 25 años, prácticamente la edad de muchos jugadores, éstos le trataban como uno más. Conoció como juveniles a verdaderos ídolos del malaguismo, casos de Migueli, Antonio Benítez o Castro. Asimismo, ha visto los mejores momentos de Ben Barek, Viberti o Juanito, el mejor amigo que ha tenido y con el que siempre iba en coche.

Ha vivido infinidad de situaciones: jugadores escoltados por la policía hasta el campo o cambiándose en el propio autobús. Incluso conoció al mismísimo Pelé, una anécdota que suele recordar con gracia. Lo ha vivido todo en el Málaga desde 1965: la desaparición del club, los ascensos y descensos, la UEFA y la compra por parte del jeque, que ha decidido que es la hora de la jubilación.

El día que llevó a Pelé a Lisboa con 20 millones de pesetas

Andrés Perales ha conocido a multitud de jugadores, entrenadores, directivos y personajes singulares en el mundo del fútbol. Podría escribirse perfectamente un libro con todas las anécdotas que ha vivido, muchas de ellas junto al inolvidable Juan Gómez ´Juanito´, que fue su mejor amigo, según ha reconocido el propio conserje.

Una vez conoció al mismísimo Pelé. Edson Arantes do Nascimento, ´Pelé´, llegó a La Rosaleda para disputar el Trofeo Costa del Sol. Era el año 1967. El astro brasileño llegó con el Santos, equipo de su país, que perdió (4-1) con el Español y que ganó al Málaga (2-1). El estadio de Martiricos se llenó para ver a O´Rei Pelé, aunque al final la estrella del certamen fue Marcial, del Español. Curiosamente, en la selección argentina, el cuarto participante, actuaba un tal Sebastián Humberto Viberti, que pasó inadvertido y que dos años después se convertiría en el ídolo de la afición malaguista.

A las cuatro de la mañana, cuando Andrés se encontraba en pleno sueño, recibió una llamada de teléfono: debía llevar a Pelé en autobús a Lisboa, porque había perdido el avión, quién sabe por qué.

Así fue cómo Andrés conoció a uno de los mejores jugadores que ha habido en la historia del fútbol. Fue una noche en la que no faltaron las risas. Pero tampoco la preocupación. Pelé, uno de los jugadores más cotizados del momento, llevaba consigo una bolsa de la que no se separaba ni por asomo. Y es que dentro de ella había 20 millones de las antiguas pesetas. Al brasileño, asimismo, le habían regalado una botella de vino dulce de Málaga, que se bebieron entre los dos, camino de la capital de Portugal.