La primera crisis ya ha llamado a la puerta de los nuevos propietarios del Málaga. Son los resultados sobre el césped los que arrojan demasiadas sombras sobre el magnánimo proyecto del jeque. A tenor de la sonrojante derrota en Pamplona se han encendido las sirenas de alarma. El equipo no está bien y los resultados están lejos de parecerse a los esperados.

Tras ocho jornadas disputadas y con más de 100 días en el cargo por parte del técnico Ferreira, era de esperar que sobre el verde se pudieran ver los primeros esbozos de una apuesta ilusionante.

Sin embargo, las dudas se han acentuado en las últimas jornadas dejando al descubierto carencias tapadas hasta el momento con buenos resultados fuera de casa.

Con siete puntos cosechados de 24 posibles –menos de un tercio de los disputados- el Málaga de Ferreira cae en picado hacia los puestos bajos de la clasificación. Sólo ha sumado 1 de los últimos 12 en juego y cierra el mes de octubre con preocupantes dígitos.

Pero lo peor no son las cifras, sino la tendencia negativa que engulle cada jornada al bloque blanquiazul.

En Pamplona el nuevo Málaga tocó fondo. Hasta el momento, sus mayores carencias se habían mostrado siempre ante adversarios de mayor nivel, caso de Real Madrid, Valencia, Sevilla y Villarreal. Los malaguistas habían sabido manejar la situación ante sus teóricos rivales directos.

No ocurrió así ante Osasuna, donde se pusieron de manifiesto varias lagunas que han acabado de un plumazo con el sueño malaguista. La primera y más preocupante es la falta de actitud sobre el campo. La solidaridad brilla por su ausencia en muchos casos, de ahí la superioridad en ataque de los rivales cada vez que pisan el área blanquiazul. Y eso, en parte, es por culpa del sistema, que hace agua en cada jornada. El centro del campo es un desgobierno que apenas se sostiene. Por eso Juanito, ahora, y Sandro Silva antes, quedan retratados cada partido. Las ayudas brillan por su ausencia y no hay presencia para frenar al rival.

Lo mismo ocurre con los laterales. Mtiliga o Manu Torres y Jesús Gámez no son ni la sombra de lo que fueron en anteriores etapas. En cada partido es visible la distancia entre líneas y los huecos en el centro del campo ofrecen una sensación total de inoperancia. Este problema ya era palpable en pretemporada. Incluso en el primer partido de Liga, donde el Valencia ganó 1-3 en La Rosaleda. Pero desde el club no se buscó a tiempo un remiendo para subsanar el error. Ahora habrá que recurrir al mercado invernal.

Incluso el equipo da la sensación de no estar trabajado, pero esa afirmación es complicado de refutarla ya que todos los entrenamientos son a puerta cerrada.

Por lo tanto, el sistema no termina de fraguar. Y los rivales, estudiosos, ya conocen los defectos de este Málaga. Por el momento, no puede decir lo mismo el conjunto blanquiazul de sus adversarios.

Además, el grifo de los goles a favor también se ha cerrado. El pasado domingo se dejó por primera vez la portería rival a cero. Sin balón no hay paraíso y el Málaga se muestra inofensivo a la hora de robarlo.

De ahí que sea a la vez el equipo más goleado de Primera con 19 goles encajados. Es de los que más tantos encaja en Europa y también de España. Sólo el Sant Boi del Grupo III de Segunda B ha encajado más goles en el fútbol profesional. Hacen falta soluciones para revertir la situación cuanto antes.