Yo quiero a un Julio Baptista en mi equipo siempre. El brasileño no sólo imprime carácter en el vestuario y dentro del terreno de juego, sino que marca las diferencias en ataque, al arrastrar a varios defensas, juega de maravillas de espalda a la portería contraria, tiene visión de juego, propicia la segunda jugada que vale goles, y marca en acción individual. ¿Qué integrante de la plantilla malaguista ha sido capaz de marcar en acción personal en la presente Liga? Baptista. Y su reaparición la semana pasada le vino como anillo al dedo a la dupla atacante formada por Sebas y Rondón, que ha visto multiplicada por tres las ocasiones de peligro.

Si la semana pasada se produjo la primera victoria del Málaga con Baptista en el once, fue ayer cuando se estrenó triunfo a domicilio con el brasileño en sus filas. Y con el triunfo de ayer en los Campos de Sport de El Sardinero, el Málaga CF está a dos victorias del objetivo de la permanencia.

Fue Baptista, cómo no, el que hizo el 0-1 en una jugada típica de él con espacio por delante, cerca de la media luna del área contraria. Un derechazo en el único despiste defensivo de Colsa. Ese tanto, rondando la media hora, fue la demostración de superioridad de un conjunto malaguista que comenzó dubitativo en defensa, con excesivos espacios entre líneas, lo que motivó varias contras –pese a que jugaba en casa– de un Racing que renunció a la posesión del balón, algo común desde hace ocho jornadas –desde que venció en Getafe–. Si el cuadro cántabro dio sensaciones de peligro al inicio del choque, merced a la conexión de Munitis y Giovani y las dudas atrás de los malacitanos, poco a poco varió el panorama. Tanto el brasileño como Rosenberg –en dos ocasiones– mostraron sus armas arriba. Pero a raíz de un cabezazo al larguero de Rondón, tras centro de Duda, el Málaga se creció. Cada contra visitante era sinónimo de peligro. Era un toma y daca constante entre un equipo local que no perdía en casa desde que lo hizo ante el Real Madrid en la jornada 27 y un Málaga que acumulaba 200 minutos sin encajar un solo gol.

Tras el golazo de Baptista, el Málaga se creció. Y el 0-2 llegó escasos minutos después. Una asistencia genial de la «Bestia», de chilena, permitió a Seba asustar de cabeza y remachar con el pie.

Tras la reanudación y con dos goles de ventaja, Manuel Pellegrini optó por reforzar aún más el centro del campo al meter a Ignacio Camacho por Rondón, y desplazó a la derecha a Recio, aunque el paleño se incrustaba por el centro cuando la ocasión lo requería para cerrar espacios.

Réplica en las gradas

Si el ritmo fue frenético en la primera mitad, con un esfuerzo ímprobo entre ambos conjuntos, ahora lo que interesaba era ralentizarlo, que las manecillas del reloj corrieran más que nunca. Los pitidos en las gradas hacia el Racing, más graves que nunca con el final del primer tiempo, no cesaron durante el segundo.

Y es que no había ocasiones ni en una ni en otra portería, con precipitación del bloque de Marcelino García, que buscaba un gol por la vía rápida mientras el Málaga, agazapado atrás, se dedicaba a lo suyo: a tapar huecos, a montar contragolpes y a esperar su ocasión para materializar el tercero.

Pero en lugar de ello, fue el Racing el que acortó distancias en una acción de Julián Luque, que había entrado junto a Arana. El canterano le dio un pase de la muerte al sueco Rosenberg, que éste no desaprovechó tras ganarle la posición a Weligton al borde del área.

Julián Luque fue, por momentos, el revulsivo que buscaba el cuadro racinguista por la banda izquierda, metiendo en problemas a Manolo Gaspar. Suya fue la jugada que estuvo a punto de facilitar la igualada, pero la volea de Lacen, tras un rechace, se fue alta por poco. Y el Málaga fue matando el choque, aunque con más sufrimiento del necesario. Ni siquiera la entrada de Maresca llevó la tranquilidad a una línea medular que en el tramo final del encuentro perdió excesivos balones.

El Racing se iba arriba con todo, con más corazón que cabeza y buscando acciones de estrategia al no poder superar a los malaguistas en el juego, a excepción del gol y de una jugada más. Una y otra vez, afortunadamente sin Munitis en el campo, el equipo de Marcelino García intentaba perforar la meta de un espléndido Willy Caballero a través de libres directos o indirectos. El único error de Mateu Lahoz, que ayer me demostró que es un buen árbitro, llegó en los instantes finales, cuando no vio que Apoño tocó el balón con la mano en un contraataque claro de peligro y tampoco un agarrón al borde del área racinguista de Lacen a Maresca, que debió acabar con el racinguista con tarjeta roja. Asimismo, Mateu debió expulsar a Henrique, que le dio un codazo a Weligton que el árbitro no vio, una acción con la que se formó una tángana.

El Málaga, tras la victoria de ayer, está a falta de dos triunfos más para certificar la permanencia en Primera División, lo que debería refrendar en casa ante el Hércules el próximo domingo y, con posterioridad, frente al Sporting, a su vez en La Rosaleda. Éste sí es mi Málaga, el que quiere ver la afición. Con garra y eficacia.