La noche del 1 de octubre de 2011 aún es difícil de olvidar. En Martiricos se vivió una jornada mágica con unos minutos finales eléctricos que hicieron levitar al malaguismo. El conjunto blanquiazul, tras vencer y remontar al Getafe en un partido duro y cargado de tensión (3-2), se acostó líder de Primera División a la espera de que ya el domingo le bajaran hasta la cuarta posición. Pero en definitiva, acabó la jornada en puestos de Liga de Campeones.

Hoy, una vuelta después, el Málaga vuelve a levantarse en Champions, a expensas de lo que suceda hoy y mañana en los compromisos de sus rivales directos. Aún así, muchas similitudes envuelven a uno y otro partido celebrado 19 jornadas después.

El Málaga consiguió remontar un encuentro que tenía un fuerte aroma a derrota en ambos casos. Si en La Rosaleda fue la figura de Julio Baptista el que salvó los muebles con un estelar gol de chilena, ayer en el Coliseum fueron otros tres tantos de bellísima factura lo que sirvió para traerse los puntos desde el sur de Madrid. Eliseu, Toulalan y Cazorla pusieron la calidad en sus goles para certificar una gran remontada y un gran triunfo. Si la victoria en Martiricos dejó al Málaga líder momentáneo de Primera División y cuarto clasificado al final de esa séptima jornada, el encuentro de ayer ha dejado al conjunto de Manuel Pellegrini de manera provisional en puestos de Liga de Campeones a la espera de ver cómo reacciona hoy el Athletic en el derbi vasco con la Real Sociedad y el Levante, mañana lunes, con el Real Betis.

Y es que el Málaga consiguió cerrar ayer un ciclo negativo de derrotas lejos de casa. El equipo de Pellegrini sumaba cinco derrotas consecutivas a domicilio. Pero fue en Getafe cuando se truncó la racha con una victoria revitalizadora. El triunfo malaguista supone también el triunfo número 50 como Málaga CF lejos de casa tras 203 partidos disputados a domicilio.

Un triunfo que hay que ratificar el próximo sábado contra un rival directo por colarse en Europa como es el Levante, que visitará La Rosaleda en un duelo que se antoja decisivo.