El Málaga acecha la tercera plaza de la Liga como un cohete lanzado a por su billete europeo y con una racha de victorias y buen juego abrumador. Ayer consiguió una importantísima victoria en Cornellá-El Prat, aprovechó una jornada propicia para afianzarse en los puestos Champions y ya sueña con algo más que la cuarta plaza.

La estela de ilusión que deja el Málaga a su paso no es comparable, hoy día, a ningún otro equipo. Este equipo está crecido y, sobre todo, tiene un carácter demoledor, muy por encima de sus rivales. No se explica de otra manera que se sobreponga a las adversidades con tanta facilidad. El secreto puede estar en el trabajo y en la calidad de este grupo humano, pero no cabe duda de que la fe es uno de los principales baluartes del vestuario.

Sería difícil mostrar de otra forma que el Málaga se haya sobrepuesto con tanta entereza a la baja de Baptista, Toulalan y Joaquín. En cualquier otro plantel, tres estrellas de ese calibre habría dejado tocado a plantilla y afición. Ayer también se unió a la nómina negra Caballero. Pero no importó. Este Málaga está emocionado con la posibilidad de jugar en Europa. Está empecinado en hacer historia.

En su afán de superación, en su rebeldía contra los acontecimientos como si fuera un quinceañero, el Málaga también se muestra inconformista con los rivales. Ayer volvió a remontar, ahora lejos de casa, para traerse los tres puntos a casa. No es que los blanquiazules afronten con desidia ni poca intensidad los partidos desde el comienzo, es que añaden un plus de fuerza y convicción a sus finales que le llevan a remontar cualquier resultado adverso.

Por todo ello el Málaga es hoy cuarto empatado a puntos con el tercero, que es el Valencia, que está en clara dinámica descendente y que aún tiene que visitar La Rosaleda. Las cuentas salen más que nunca y el objetivo de colarse entre los cuatro mejores del campeonato es cada vez más real.

En la grandiosa victoria de ayer hay que destacar, de nuevo, la buena lectura del chileno en la segunda mitad. Los cambios volvieron a dar otro aire al Málaga. Pero sobre todo la entrada de Van Nistelrooy. Cuando muchos lo querían ya jubilar, el holandés marcó el gol que marcó el punto de inflexión.

Este Málaga domina a la perfección los tres cuartos de campo, pero cuando pisa el área rival suele carecer de pegada. Ayer, una y otra vez se le apagaba la luz cuando miraba a Casilla. Pero fue entrar en el campo el mejor goleador europeo de la última década y todo cobrar sentido.

Fue en un rechace, en una genialidad-«cagada» de Isco, pero «Van Gol» la empujó a la perfección para abrir la lata y guiar al Málaga en la victoria. El delantero lo hizo todo bien en los 17 minutos que estuvo sobre el césped. Elegante e impoluto en su juego añadió también sacrificio. Una demostración del compromiso que él y todos los jugadores tienen en este Málaga.

Injusto 1-0 de Coutinho. Lo cierto es que el partido comenzó con un gran respeto entre ambos contendientes. Ni Espanyol ni Málaga se salían del guión táctico establecido por Pochettino y Pellegrini, respectivamente. Pero poco tardó en aparecer Coutinho, la joven estrella perica cedida por el Inter de Milán en el pasado mercado invernal.

El menudo atacante brasileño provocó una falta en la frontal y con la calidad de los genios superó por bajo la barrera y a Willy. 1-0 en el primer tiro a puerta local. No hacía justicia el marcador a lo que ocurría sobre el césped.

El Málaga, a partir de entonces, se dio cuenta de que poco o nada tenía que perder ya. Dio un paso al frente y comenzó a mirar la portería de Casilla, inédito hasta entonces. Cazorla e Isco comenzaron a asociarse y la maquinaria blanquiazul comenzó a funcionar.

En pocos minutos, el Málaga ya acumulaba un puñado de razones para, al menos, vender cara su piel. Maresca e Isco estrellaron el balón en la madera y Rondón cerca estuvo de acudir a su cita con el gol. Al descanso se fue el Málaga con la sensación de vacío para lo mucho que había expuesto.

Pero en la reanudación no cesó sus ganas de ganar. Cogió el balón, miró al rival a la cara y le dijo que hasta que no marcase dos goles, no se irían. Comenzó dominando el partido, pero reclamaba pegada. Y cuando entró Van Nistelrooy, todo se precipitó. A su gol se unió el de Demichelis para darle la vuelta al marcador en sólo tres minutos. 180 segundos que supieron a gloria, a tres puntos de oro y a la tercera posición, que ya se roza con los dedos.