Lo intentó el Málaga por las bandas, tanto con las internadas de Gámez como con las galopadas de Monreal, con el fútbol de fantasía de Isco por el centro, con los misiles de Duda, con los cabezazos de Rondón y Van Nistelrooy, desde el córner a pierna cambiada, con una sutil vaselina de Cazorla desde 35 metros, con el genio del «Chanquete» Buonanotte... pero se ve que a Nuestro Padre Jesús Cautivo le llenaron de peticiones y de milagros en su traslado matinal y al Málaga CF le tocó la cruel penitencia de la derrota. Inmerecida e injusta. Pero nadie dijo que el fútbol premiara al que más expone, al que más arriesga, al que tiene el balón, al que machaca al adversario.

El fútbol castigó anoche al Málaga con una crueldad que rozó la insensatez. Hoy, todos seguiremos pensando qué hizo tan mal el Málaga para que un Betis rácano y desbordado se llevara hasta Sevilla tres puntos que alejan al Málaga del sueño de la Champions.

Únicamente le contabilicé al Betis dos tiros a puerta en todo el partido. Si a su primer gol se le puede llamar tiro, claro. Fue un centro de falta de Beñat al corazón del área blanquiazul, con toda la maldad posible, que Kameni se comió y Rubén Castro acarició de refilón. El Málaga, hasta ese fatídico minuto 39, había sido el único amo del partido. Sin crear un peligro desmedido, es cierto. Pero teniendo el balón, acorralando en su área a los hombres de Pepe Mel que, con más miedo que vergüenza, se atrincheraron atrás y se olvidaron de su bonito fútbol de toque.

Ahí al Málaga le aterraron las dudas. No sabía los motivos que le habían llevado a verse abajo en el electrónico. Quizá Monreal y Eliseu se habían «pisado» en sus funciones. Quizá Cazorla estuvo muy atrás. Quizá Demichelis, imperial, tuvo demasiado balón, gestionó en exceso el juego, retuvo y retuvo, y le restó fluidez y rapidez a la creación. Quizá Sebas se perdió en galopadas imposibles. Quizá Isco, elegante, rítmico, genial, pagó su falta de pegada, su fantástica manía por buscar siempre otro regate u otro pase, en vez del tiro a puerta. Quién sabe si alguno de esos retratos se quedó impregnado en el subconsciente costasoleño cuando en el descuento llegó el 0-2. Un córner discutidísimo por Cazorla que Dorado se encontró en el área pequeña cuando se pedían manos inexistentes de Demichelis y que remachó con astucia a la red.

Del vestuario salió tras el intermedio un Málaga furioso y colosal que le metió un señor meneo a un Betis que bien se podía haber ido calentito a Sevilla, con cuatro o cinco en el zurrón. Rondón, Duda, Cazorla, Van Nistelrooy... todos ellos tuvieron una, dos y hasta tres oportunidades. Pero dio la sensación de que el Málaga podía haber estado hasta la noche del Lunes Santo, hasta que El Cautivo hubiera vuelto a llenar de devotos el barrio de La Trinidad, tan cerquita de La Rosaleda, y que Fabricio se hubiera marchado «virgen» a Sevilla.

El tiro a quemarropa de Duda, a los cinco minutos de la reanudación, pudo ser la clave. El cuerpo del cancerbero canario despejó el intento del luso, que le dio poso, toque y precisión al fútbol local. Pero no fue posible. Hubo milagro bético, que no se verá en otra a buen seguro en lo que queda de temporada. No perdía el Málaga desde el 19 de febrero en Bilbao. Entonces, como ayer, también le dio un repasito al Athletic en una primera parte antológica. Pero perdonó. Y cinco minutos de pájara le hicieron encajar tres. Anoche «sólo» fueron dos, pero rompieron la mágica racha blanquiazul de cinco victorias y un empate –que supo a triunfo en el Bernabéu– en los seis últimos partidos. Málaga mirará hoy el derbi valenciano, ya que Osasuna, otro rival europeo, fue masacrado por el Madrid. La semana será larga porque el Racing –penúltimo– no visita Martiricos hasta el lunes.