Un punto más..., pero dos puntos menos. Así se podría resumir el desenlace ayer de un partido que el Málaga tuvo en la mano, que el rival empató en la segunda parte con un jugador menos sobre la hierba y que el linier, árbitro asistente, juez de línea o como quieran ustedes llamarle amargó en el epílogo señalando un fuera de juego que no fue. Demichelis marcó, pero su tanto, que podría haber cambiado la historia, se convirtió en un gol interruptus.

Lo que pasa es que tampoco sería justo hablar hoy sólo de atraco o de robo arbitral, por mucho que el error fuera determinante. Porque el Málaga, independientemente de la última jugada del partido, no ganó ayer porque no jugó para ganar. Pagó su espesura ofensiva con dos puntos perdidos que veremos a ver si no resultan decisivos dentro de unas pocas semanas, cuando la Liga eche el telón.

Y eso que nada hacía presagiar en La Rosaleda ayer a la hora del descanso lo que estaba por venir tras la reanudación. Porque tras 45 minutos de monólogo en blanco y azul, con 1-0 a favor y el rival con uno menos, el que más y el que menos echaba cuentas de qué día y a qué hora el pase a la Champions podría ser matemático. Y es que en ese momento, el Málaga de Pellegrini era tercero en la tabla, con un punto de ventaja sobre el Valencia y ¡¡cinco!! de margen sobre el Levante. Y todo, con sólo cinco jornadas más por jugarse.

Pero entonces lo que parecía imposible, ocurrió. El Málaga se sintió ganador antes de tiempo, regresó al campo «acarajotado», cedió su dominio aplastante de los primeros 45 minutos y la Real aprovechó para encontrarse con un gol de la nada que llevó las tablas al marcador. Total, que de tercero pasó a cuarto, que de superar al Valencia por un punto pasa a tener uno menos que los de Emery y que sobre el Levante son ahora sólo 3 de renta. Lo mejor: sigue en zona Champions. Lo peor: perdió una oportunidad de oro para poner tierra de por medio con el pelotón de los que vienen por detrás.

La verdad es que fue una pena. El Málaga fue mejor, mucho mejor, que la Real. Dominó a su antojo, llegó con criterio al borde del área, movió y movió el balón con solvencia, pero le faltó la pegada de algún que otro día y algo más de ritmo en los metros finales. Sobre todo en la segunda parte, cuando la Real jugaba con 10.

El partido queda marcado, no obstante, por esa jugada final. En pleno acoso y derribo al área realista, ya en pleno descuento, el Málaga acertó con el 2-1. Fue Demichelis el que se encontró el balón en el área chica, tras un primer intento de Van Nistelrooy. El argentino marcó, pero en la grada de Preferencia el asistente de González González levantó su banderín. ¿Fue falta?... No ¿Fue mano?... No. ¿Fue fuera de juego del internacional argentino?... No. Simplemente fue un error gravísimo del «ayudante» del árbitro, que dejó al Málaga sin dos puntos claves camino de la competición reina en el fútbol europeo.

El error del asistente no esconde la realidad de las últimas citas del equipo con su afición. Un equipo que busca la Champions por primera vez en su historia y que juega en su casa sucesivamente con el Betis y la Real Sociedad no puede sumar un punto de seis posibles. No es de recibo. Alguno dirá que el fin de semana ha valido para sumar un punto más que Valencia y Levante. Y es verdad. Pero si somos serios, sabe a muy poco este empate. A mí me lo parece y a juzgar por las caras y los comentarios de los aficionados que bajaron las escaleras y salieron por el vomitorio al lado de la zona de prensa, también.

La Real vino a Málaga con muy poco espíritu. El equipo de Montanier acumuló en el arranque hombres detrás del balón, basculó de un lado a otro del campo al ritmo que le marcaron Isco y compañía. Parecía que el primer gol sería cuestión de tiempo. Y así fue. El propio jugador benalmadense acertó con un disparo que se envenenó tras tocar en Ansotegi. El 1-0 al filo del minuto 20 obligaba al rival a abrirse y anunciaba tarde de goles en Martiricos. Todavía se pusieron mejor las cosas cuando agonizando el primer tiempo Míkel González entró a destiempo a Sebas y se llevó la segunda amarilla. La victoria parecía segura.

Pero tras el descanso llegó el zapatazo de Xabi Prieto que llevó las tablas al marcador y que provocó los nervios en un Málaga incapaz con 11 de encontrar huecos en la tela de araña que tejió la Real con 10. Bravo sacó más de un balón peligroso y el que no sacó lo «despejó» el linier desde la banda. Así es el fútbol. Pamplona, próxima estación.