Lloré como un niño tras el pitido final de Fernando Teixeira Vitienes. Lloré como un hombre. Lloré como un malaguista que vio ayer cómo el Málaga CF venció y convenció en la pelea por erigirse en el mejor de «la otra Liga» frente al Valencia, al que iguala a puntos en la clasificación, pero los che ya sólo le superan en el goal average. El conjunto albiceleste sigue cuarto, pero ayer prácticamente se aseguró jugar competición europea la próxima temporada, ya que el Athletic de Bilbao y el Osasuna (séptimo y octavo, respectivamente) están ya a siete puntos de los malaguistas con sólo nueve en juego.

Sólo la falta de un nueve nato (llámese Falcao, Negredo, Soldado, Llorente o Koné, ya que insisto en que Rondón es un segundo delantero) y la mala fortuna (tiros al poste de Eliseu y al larguero de Cazorla) evitaron un resultado más amplio, ya que el 1-0 se antoja insuficiente para los méritos contraídos.

El Málaga CF ganó con todo merecimiento a un rival tocado anímicamente tras ser eliminado de la Liga Europa por el Atlético, sin restar méritos al bloque de Manuel Pellegrini, que controló la labor defensiva, salvo en los cinco primeros minutos, con bronca del técnico chileno a Eliseu por bajar andando a defender un balón perdido por Jesús Gámez y recuperado por Demichelis. El bloque blanquiazul creó multitud de oportunidades, al margen de los remates a la madera, para haber derrotado a los valencianistas por más de 3-0 y, por tanto, para haber superado la diferencia de goles a favor y en contra con ellos que nos habría situado terceros.

Ayer, la ilusión se adueñó de La Rosaleda, que rozó el lleno absoluto, con la presencia en las gradas del hombre que ha hecho posible este sueño cada vez más cercano de jugar competición europea, Abdullah Al Thani, y con un equipo que cada vez se conciencia más de la capacidad de crecer día a día sobre el césped, funcionando como un bloque y cada uno de los jugadores, con las ideas muy claras de lo que debe hacer.

El Málaga CF, bien dirigido por Manuel Pellegrini, demostró durante la primera parte que tiene mimbres para meterse en Europa por la puerta grande, la de la Liga de Campeones, con una sociedad Cazorla-Isco capaz de sorprender a cualquier zaga. Pero también con otros muchos recursos en ataque que pueden desequilibrar un choque parejo como el de ayer tarde, frente a una de las plantillas más compensadas de Primera División. Tanto Isco como Joaquín, ambos exvalencianistas, disfrutaban de libertad de movimientos para hacer un roto arriba, pero el portuense estuvo algo espeso en la primera mitad, aunque al comienzo de la segunda se reactivó y estuvo a punto incluso de marcar tras emular a un velocista de los 100 metros. Ayer, asimismo, era un envite para demostrar garra. Maresca, Camacho y Jesús Gámez demostraron que tienen bemoles en los momentos decisivos.

Las subidas de los laterales, Jesús Gámez y Eliseu, fueron una constante en un partido marcado por los marcajes férreos, donde a menudo se veía a 14 jugadores metidos en la circunferencia central. Si en una de ellas el portugués sorprendió con un zurdazo al poste, en otra no fue menos el fuengiroleño, que le dio un centro medido a Ignacio Camacho, quien con la testa y con el hombro sorprendió a Guaita y puso el merecido 1-0 en el marcador. El aragonés demostró que, con continuidad, puede rendir como pocos pivotes defensivos, con un cortocircuito sobre Piatti, ganando la batalla a Tino Costa y muy superior por alto a Feghouli.

El conjunto albiceleste había hecho lo más difícil, como era perforar la meta de uno de los equipos más sólidos atrás, aunque tocado en lo anímico tras la eliminación de la Liga Europa en las puertas de la final. Ni siquiera la baja de Monreal se notó en demasía, aunque yo le eché de menos, sobre todo, porque fue una buena ocasión para lucirse ante Vicente del Bosque.

Del Valencia no se tuvieron noticias, salvo en un remate cruzado de Soldado y en un tiro de Feghouli. Los hombres de Unai Emery se limitaban a hacer transiciones rápidas, con balones enviados por los zagueros directamente a los pies de Soldado o Piatti, pero tanto Demichelis como Weligton, atentos y rápidos, solventaban las situaciones.

Una expulsión en vez de dos. El Málaga CF quiso poner la quinta velocidad tras la reanudación, con tres ocasiones consecutivas que estuvieron a punto de sentenciar el resultado (de Cazorla, Joaquín, Rondón). La expulsión merecida de Feghouli puso el choque más de cara, pero debió ponerse más aún si Fernando Teixeira Vitienes no le hubiera perdona la segunda amarilla a Maduro, que le hizo una fuerte entrada a Maresca (sustituido por Duda). El marcador seguía siendo corto y merecía la máxima concentración. Adúriz ya había entrado por Soldado.

El último cuarto de hora fue una exhibición a la contra, ya con Van Nistelrooy en el césped. El holandés mereció marcar en dos remates a bocajarro (el primero con el pie y el segundo con la cabeza), además de dar un gran pase a Gámez y de forzar dos faltas de veterano de guerra.

El zurdazo de Cazorla al larguero se vio más dentro que fuera. Efecto óptico. Este Málaga CF ya acaricia la Champions.