­12.03 horas. Máxima expectación en La Rosaleda. Moayad Shatat hace acto de presencia. Traje oscuro y camisa blanca sin corbata. Recién afeitado y con una perilla con un leve bigotillo. Reloj voluminoso en la muñeca izquierda y pulsera en la derecha. Sonríe constantemente y eso le produce un hoyuelo en la mejilla derecha. Pelo engominado, peinado hacia adelante con el flequillo alocado dentro de un orden perfecto. Patillas cuidadas. Antes de cada pregunta, mientras piensa qué decir, Shatat agarra el micro con su mano derecha. Respuestas cortas, nada explicativas, echando balones fuera. El mejor Demichelis, pero trajeado y en la sala de prensa de La Rosaleda. Habla en inglés.

En primera fila se sientan todos y cada uno de los hombres fuertes del club. Todos con traje. Todos sin corbata, como Shatat. Es lo preceptivo. El recién nombrado consejero de Protocolo y Relaciones Institucionales, Paco Martín Aguilar, ocupa el asiento junto al pasillo en la primera fila. Es el más veterano. Mientras, el nuevo director de Gabinete de Presidencia, Víctor Varela, hace las veces de traductor, sentado a la izquierda de Shatat. Varela da otro saltito más y será, a partir de ahora, la mano derecha de Shatat.

El hombre de confianza del jeque ha fijado, definitivamente, su residencia en Málaga. Será el hombre que vele por el club mientras los dueños siguen en Catar. «El jeque vendrá pronto, pero él nunca se ha ido, nunca ha dejado el club», recordaba el jordano.

Shatat y su antecesor, Abdullah Ghubn, son la noche y el día. Vicepresidente ejecutivo el primero y vicepresidente, a secas, el que ya no está. Los fuegos de artificio, las exageradas actuaciones y la puesta en escena de Ghubn chocan con la actitud de Shatat, más sobrio, más reservado, enemigo de la palabra y de las explicaciones. Hombre de números, dicen de él, aunque llegó a la sala de prensa sin papeles, sin cuentas y con pocas respuestas. Cualquier parecido entre ambos es pura coincidencia. Shatat vino para poner orden, para romper con los excesos de la primera etapa del jeque, en la que Ghubn era garante. Sigue siendo el vicepresidente de la entidad, pero en la distancia. Ahora es Shatat quien manda. Siempre, evidentemente, bajo la supervisión del jeque.

Su llegada ha servido para crear una nueva línea de trabajo. El club debe ser más autosuficiente y mantenerse a través de sus propios recursos, aunque aclaró ayer que continuará «la inversión». Y, en teoría, con los grandes proyectos, como La Academia. «Durante mucho tiempo lo hemos estado esperando, es muy importante para nosotros, es prioritario», dijo. Debe ser él quien conduzca a este Málaga de los excesos a uno más racional, que centre las inversiones y no despilfarre.

«Vimos la necesidad de crear una estrategia y una estructura para intentar tener un control más importante de la entidad. Nos dimos cuenta este verano, cuando nos percatamos de que había que cambiar esta estrategia y por eso vine yo. En nuestro estudio nos dimos cuenta de la importancia de trabajar más en los ingresos, no a vender jugadores, sino patrocinios, que ayuden junto a nuestro soporte económico a hacer un equilibrio para normalizar el club».

Tremenda batería de preguntas y capotazos, despejes y respuestas reiterativas, sin ganas de pisar charcos. Shatat dio la cara. Y se agradece. Ahora, hechos.