Isco, un chaval de Benalmádena recuperado para la causa malaguista cuando todavía había billetes en las arcas de Martiricos, puso ayer patas arriba La Rosaleda, liderando una exhibición de fútbol y goles para la historia de Málaga y del malaguismo. La primera noche de Champions a orillas del Guadalmedina fue mágica para el Málaga y tétrica para un Zenit ruso al que el equipo de Manuel Pellegrini ridiculizó del minuto 1 al 90.

Desde anoche toda Europa sabe que en la Costa del Sol además de comer buen «pescaíto», disfrutar un clima magnífico y tener unas playas espectaculares, también hay uno de los mejores equipos del continente. De momento es uno de los 32 más fuertes, pero a lo mejor dentro de tres o cuatro meses estamos hablando de un escalafón mucho más alto.

No sé dónde estaba el jeque ayer. Ni siquiera sé si vio el partido. No sé tampoco dónde estaba su alter ego, desaparecido en combate de un tiempo a esta parte. Pero estoy seguro de que si el sheikh hubiera visto anoche el partido de «su» Málaga desde el palco, hoy desaparecerían todas sus dudas sobre si esto merece o no la pena. Volvería la inversión, la tranquilidad y el apoyo condicional. Pero...

También sirvió lo de ayer para cerrar debates abiertos. Si alguien, por ejemplo, todavía dudaba de la viabilidad deportiva de este nuevo proyecto sin Cazorla y sin Rondón, la incógnita quedó anoche totalmente despejada. Porque el Málaga será un novato en estos niveles europeos, pero le sobra clase, descaro y compromiso para ganar a cualquiera.

Con esa receta y la ayuda incansable de su afición, el equipo albiceleste superó a su multimillonario rival ruso. O sea, que el fútbol ganó a los dineros. Y es que los de San Petersburgo estarán podridos de pasta, pagarán al día las espectaculares nóminas de sus jugadores e incluso sus trabajadores no tendrán ni idea de lo que es un ERE, pero en el once contra once, no hubo color. Ahí, el Málaga demostró que lo que le falta en los despachos le sobra en el césped.

Después de un verano para olvidar y de pensar en lo peor, anoche era un partido para echarle huevos, para dar un golpe encima de la mesa y para gritar a los cuatro vientos europeos que en el sur de España hay fútbol de Champions. Pues dicho y hecho: 3-0, primera victoria y que pase el siguiente. Y es que a los chicos de Pellegrini les ha bastado 90 minutos para demostrar al Viejo Continente que el Málaga CF no va de farol en la máxima competición continental. Jugar la Liga de Campeones es un premio, pero llegados a este punto ya se sabe lo que dice el dicho: «ir ´pa na´ es tontería». Y es que el Málaga, con 3 puntos ya en la buchaca, pasa de aspirante a favorito para estar en la siguiente ronda. De momento es líder de su grupo y mira por encima del hombro a Milan, Anderlecht y el propio Zenit. Sí, sí, como suena: LÍDER.

La Rosaleda vibró. Desde luego, fue una noche inolvidable para los casi 30.000 fieles que lo vieron en directo y las decenas de miles más que lo siguieron por la tele. Dentro de 50 años, cuando alguien escriba la historia del MCF, dedicará un capítulo especial para el histórico partido de anoche. Seguro.

El estreno triunfal tuvo muchos protagonistas. Isco fue el principal, pero Camacho -imperial en la medular-, Joaquín -en su mejor partido en meses- y Saviola -otra vez goleador- fueron otros de los nombres propios.

La grada también merece un capítulo aparte. Si el equipo dio la cara sobre el césped, la afición lo bordó en el ánimo. No se puede apoyar más y mejor de lo que Martiricos lo hizo ayer. Antes, durante y después del partido. Cuando más apretaba el Málaga y cuando fue el rival el que lo intentó, en el arranque del segundo tiempo. Una exhibición en toda regla de una afición que «antes de ayer» empujaba al equipo en Segunda División contra la Ponferradina y que ahora es protagonista directa de un espectáculo sólo al alcance de unos pocos elegidos en Europa.

Pellegrini, el otro héroe. Pellegrini fue el otro gran nombre propio de la noche. El «Ingeniero» es el gran artífice de todo lo que está pasando. Es un tipo huidizo, poco comunicativo, ha blindado a sus jugadores, no deja a los niños ver sus entrenamientos... Pero en su trabajo, para lo que realmente le pagan, es imposible hacerlo mejor. Dio un recital en la dirección y acertó con el planteamiento. No se le puede pedir más.

El partido tuvo su jugada clave en el minuto 3. Con alguno todavía buscando su asiento en la grada, Isco desmontó el guión previsto. La hoja de ruta decía que el Málaga tendría el balón y el Zenit apostaría por el contraataque. Pero el 1-0, primero, y el 2-0 de Saviola, después, obligó al equipo de Spalletti a jugar contra natura. Y en ese mundo al revés en que se convirtió el duelo, el Málaga fue más feliz.

Los de Pellegrini se gustaron. La primera parte fue de ensueño. El Málaga marcó dos goles, tuvo tres o cuatro oportunidades más y convirtió al hipotético «coco» del grupo en un equipo vulgar en el que sólo cuando el balón pasaba por las botas de Hulk parecía que podía pasar algo. El técnico italiano del equipo rival varió su dibujo antes incluso del descanso. Sacó a su estrella brasileña de la banda para ponerlo en el centro, quitó a un lateral para meter a Bystrov y se la jugó con tres defensas.

El Zenit volvió enrabietado tras el descanso. Kerzhakov pudo acortar distancias en el primer minuto de la reanudación. El Málaga se vio incómodo ante la agresividad del rival y jugó sus peores minutos. Pero siempre supo amenazar cuando robaba el balón y salía en oleada buscando la meta de Malafeev. Isco, ya con el partido agonizando, acertó con un zapatazo que se coló por la escuadra de la portería rusa. El 3-0 fue la puntilla.

Ahora toca pensar en la Liga hasta que en un par de semanas se viaje al campo del Anderlecht, en Bruselas. En una miniliguilla de seis partidos, ganar el primero siempre se considera clave. El Málaga aceptó el reto de no fallar en su puesta de largo y consiguió su objetivo. No hay nada hecho, pero pinta muy bien.