Sería una pena que el Málaga CF vendiera a Isco Alarcón, el mejor jugador del equipo blanquiazul en la actualidad. Con él, Portillo, Juanmi, Jesús Gámez y Recio, la plantilla de Martiricos ya tendría garantizado medio equipo sólo formado por excelentes jugadores de la tierra. Si este equipo albiceleste quiere ser grande de verdad, debe retener a sus mejores elementos, y entre ellos están los malagueños. Isco forma una sociedad magnífica con Francisco Portillo, que ayer completó un primer tiempo para enseñar en los colegios como muestra de la habilidad, de la técnica, de la visión del juego y... del gol. Menudo golazo marcó el paleño, que ya no es un diamante en ciernes, sino una realidad.

Portillo, sólo tres minutos después de que el público gritara «Viberti, Viberti» en el sentido homenaje de la afición de La Rosaleda al que fuera estrella del Málaga de los 70, fallecido sólo unas horas antes en Argentina. «Porti» quiso emular al mejor jugador malaguista de todos los tiempos. recogió el balón desde fuera del área de Eliseu, se tomó su tiempo, se la colocó para el pie derecho y le pegó con todo el alma: una semi volea que se coló por la escuadra izquierda de Diego Alves. Un golazo de auténtico fuera de serie. Portillo regaló media hora de ensueño, con robos de balón, taconazo que fue media asistencia a Jesús Gámez, tiqui-taca ora con Joaquín, ora con Saviola, siempre vertical.

El resultado se antojó corto para los merecimientos de unos y otros. Los malaguistas, que habían entrado en tromba en el partido, no daban un respiro a los valencianistas, que hicieron su primer remate serio (desviado) a los 38 minutos, merced a un zurdazo de Tino Costa, la brújula de un cuadro «che» que ayer echó en falta a Roberto Soldado arriba.

De haberse mostrado más certeros Javier Saviola y Joaquín Sánchez, que gozaron de tres ocasiones pintiparadas entre ambos, el electrónico habría reflejado un 4-o sin pestañear.

El pulso Pellegrini-Pellegrino lo ganaba claramente el primero de ellos por goleada en cuanto a juego, ambición, planteamiento y oportunidades.

Dos exvalencianistas como Joaquín e Isco estaban siendo protagonistas de un choque que debía haber estado sentenciado al descanso. Como hacen los equipos grandes. El rival estaba «grogui», a imagen de aquel desvanecimiento que protagonizó Mauricio Pellegrino, su entrenador, cuando era futbolista ante el Málaga CF.

Impotente, el Valencia comenzó a tensar el choque. A falta de media hora Muñiz Fernández ya había amonestado a cuatro de los cinco centrocampistas contrarios, ayer de negro.

Saviola y Joaquín seguían a lo suyo, a bordar el juego pero a errar ocasiones. Les faltaba el gol para salir en hombros, sobre todo al gaditano, que parece vivir una segunda juventud, o les faltaba una pizca de velocidad en el caso del argentino.

El partido estaba como quería el Valencia. Sin haber hecho nada del otro jueves, estaba a un gol de empatar, con nervios por el marcador abierto de la afición y con opciones reales de puntuar pese al dominio absoluto de los malaguistas.

Y llegó el minuto 75, acabado en 5 como el dorsal de Viberti. Tras una falta no señalada a Eliseu, el balón llegó a Portillo, que entregó (como suele hacer siempre, a la primera y al pie) a Saviola. El argentino debió pensar: a la tercera va la vencida. Y aprovechó el regalo del canterano. Seis minutos después,Santa Cruz anotó el 3-0, tras asistencia de otro canterano: Jesús Gámez. Con la goleada, la afición ovacionó a Manuel Pellegrini, el mayor artífice de este éxito sin precedentes. Fue el mismo resultado con el que el Málaga CF doblegó al Valencia años atrás, cuando hubo hat-trick de Dely Valdés.

Pero esta vez con el equipo blanquiazul en lo más alto de la clasificación, en puesto europeo y con serias aspiraciones, por segundo año consecutivo, de meterse en la Liga de Campeones.

El Málaga CF le hizo un roto al mayor contrincante en la pugna por estar de nuevo entre los cuatro mejores de España. El Valencia remató por primera vez entre los tres palos en el minuto 89, por mediación de Nelson Valdez. Ahí estuvo Willy Caballero para despejar el balón.

Aún hubo tiempo para más. Isco, criado en la cantera valencianista, puso la guinda e hizo el 4-0 con un golazo desde fuera del área, un derechazo que sacó los colores al equipo de la ciudad del Turia.