El Málaga abandonó la Copa del Rey con honor -si es que se puede encontrar en la derrota ese calificativo- tras caer anoche ante el todopoderoso Barcelona. Fue un combate de igual a igual, de dos de los mejores equipos del momento que dejaron una eliminatoria digna de los grandes torneos. El Málaga jamás entregó la cuchara, ni cuando el pase ya estaba decidido. Peleó cada balón y cada centímetro con la fe de los campeones. Y abandonó el terreno de juego con la cabeza bien alta, sin nada que reprocharle al respecto por su fútbol, entrega y pundonor.

Posiblemente pasarán muchos años para volver a ver a un Barcelona como el que se ha fraguado durante esta generación de estrellas, pero esperemos que no pasen tantos para que el conjunto blanquiazul sea capaz de llegar a la semifinal del torneo del ko. Ayer había en juego algo más que un simple partido, mucho más que el simple pase de eliminatoria. Y los jugadores blanquiazules lo comprendieron para vaciarse en una lucha contra un titán. Posiblemente el envite era desigual, pero estuvo del lado malaguista durante muchos minutos, más de los esperados por el resto de mortales.

Por desgracia, el Málaga se despide del primer torneo del curso. No ha sido ni antes de tiempo ni de manera precipitada, pero en el regusto malaguista quedará saber qué habría pasado si el conjunto blanquiazul hubiera caído en el otro lado del cuadro, donde Sevilla y Atlético se ven las caras en semifinales. Desde luego, la suerte, que también juega en el fútbol, ha sido esquiva esta campaña en la Copa.

Pero no debe haber sitio para la tristeza hoy en el malaguismo. Y es que posiblemente el Málaga ganó ayer más de lo que perdió. En lo anímico, hoy el equipo de Pellegrini debe sentirse orgulloso y henchido de moral. No es tarea fácil poner contra las cuerdas a este Barça y tampoco marcarle cuatro goles en una eliminatoria a doble partido. El equipo de Pellegrini no se mostró inferior al Barcelona y algunos de sus hombres más discutidos en los últimos meses dieron un paso al frente para asumir responsabilidades. Jugadores como Duda y Sebas mostraron ayer que no están perdidos para la causa y que pueden aún aportar mucho.

Es evidente que Pellegrini miró de reojo a la Liga, donde el Málaga suma tres jornadas sin ganar. Pero Roura no quiso dejar nada al azar. El segundo técnico del Barça sacó toda la artillería pesada sobre el maltrecho césped malaguista e intimidó desde el principio al malaguismo. El chileno, por su parte, optó por mezclar a unos y a otros, pero sin perder la esencia y la competitividad.

El tempranero gol de Pedro hacía presagiar un paseo triunfal sobre la pista de patinaje blanquiazul, pero si la casta se pudiera medir, para calcular la del Málaga haría falta un grandísimo recipiente. Duda, rememorando su mejor versión, buscó a Joaquín que no dudó a la hora de perforar la portería de Pinto. Fue sólo cuatro minutos después del tanto del Barça, lo que auguraba que habría una gran batalla.

La primera mitad caminó sobre la delgada y fina línea del gol en un área y otra. El Málaga había apretado las tuercas a la sala de máquinas azulgrana con Iturra, Camacho, Sebas y Duda como auténticos destructores, pero Iniesta, como si fuera el único al que no le afectara el pésimo césped malaguista, se movía con la soltura de un bailarín de patinaje para llevar el peligro y el miedo a la grada. Kameni y los palos evitaron movimientos en el marcador.

El 1-1 del descanso daba una pequeña tregua. El primer asalto estaba superado con heridas superficiales y sólo restaban 45 minutos para alcanzar la gloria futbolística.

Pero el Barça no estaba dispuesto a que el Málaga le robara más protagonismo. Piqué repitió guión y a los pocos minutos de salir del vestuario, marcó para poner de nuevo por delante a los azulgrana. Todo parecía ya decidido y los hombres de Roura se movían con la seguridad del que tiene la eliminatoria cogida por el mango.

Quizás el Barça especuló entonces con el resultado y el Málaga, que nunca había estado muerto, asestó otro golpe a la misma mandíbula culé. Un contragolpe de libro lo finalizó Santa Cruz a tiro cruzado para recuperar el sueño de la proeza.

De nuevo, eliminatoria igualada. Vuelta a empezar y partido nuevo con sólo 20 minutos por delante. Fue entonces cuando el Barça demostró su fortaleza en este tipo de encuentros. Iniesta, el héroe inmortal de Johannesburgo levitó sobre el verde para desnivelar la eliminatoria. Fue en el 76´ cuando todo se vino abajo. El Málaga había aguantado un combate sin guantes al mejor equipo del mundo, pero en el último gancho había besado la lona. El tanto de Messi final sólo fue un acto en cadena casi inevitable.

Desde luego, el Barcelona tuvo que sacar su mejor repertorio para superar a un grandísimo Málaga. Posiblemente no era el día de eliminar al vigente campeón y entrar en el olimpo. Quizás, los renglones en el libro de historia malaguista estén este año reservado para otros sueños y otras gestas. Queda la Liga y la Champions, que no es poco y que con estos hombres nada es imposible.