Lo importante ya se había conseguido. Ahora, con este sufrido empate, el Málaga burla la lógica del fútbol y se sitúa en los altares de la Champions por méritos propios con claras posibilidades de entrar en las semifinales. La Rosaleda fue un espectáculo ayer noche. Una afición entregada que al grito de «Sí se puede, sí se puede...» llevó en volandas al equipo ante unos alemanes que de fútbol saben un rato. El Borussia Dortmund no pudo con el Málaga, en parte por la gran actuación de Willy Caballero, que con paradas antológicas evitó el triunfo de un equipo que hizo sobre el césped lo que ya sabíamos: juego de toque, buena asociación de tres cuartos para adelante y certeros pases interiores a velocidad de vértigo. La sensación fue que los alemanes se llevarían el partido, pero el Málaga, bien plantado atrás, haciendo correctamente el balance defensivo, las coberturas y con un Toulalan inmenso en el corte logró desactivar durante una parte del partido el juego de los alemanes. Y esto tiene su mérito. Los alemanes no entienden de especulaciones con la pelota. Presionan arriba, recuperan el balón, abren a la banda, buscan la superioridad, pero en cuestión de segundos ya trazan diagonales con la mente puesta en la portería rival. Un oferta futbolística de primer orden por lo que aún tiene más mérito el partido que ayer jugó el Málaga y su afición.

El empate a cero es un buen resultado. Bueno de verdad. Robert Lewandowski, Mario Gotze y compañía no pensaban tener en frente a un rival tan serio, disciplinado y que en distintas fases del encuentro se acercó con peligro, dominó el balón y propuso el fútbol que el ingeniero ha implantado en este equipo. Si algo desentonó fue Baptista, que se fajó pero que ya no está para grandes cosas. Lento y esperando siempre recibir el balón en vez de atacarlo fue una rémora en el centro del campo, dejando todo el peso a un Joaquín inmenso y a Isco, que todo lo hace con cierto criterio.

Dentro de unas décadas recordaremos esa noche de un 3 de abril cuando La Rosaleda abrigó al equipo para disfrutar de una jornada inolvidable, un día de fútbol cinco estrellas que se respiró en todos los rincones de la provincia. A este equipo sólo hay que aplaudirle. Saludarle como se merece tanto en la victoria como en la derrota. Profesionalidad, honestidad, entrega, compañerismo, humildad..., son cualidades que Manuel Pellegrini ha inoculado en estos jugadores que bien podían haber colgado las botas debido a los retrasos en los pagos, al secretismo sobre el futuro del club o por estar peleando en la Liga para consolidarse en las plazas europeas cuando sólo hay incertidumbre sobre qué fallará ese maldito tribunal europeo en unas semanas. Por lo pronto soñaremos que «Podemos», como pronosticaba ayer la portada de este periódico. Y se puede. El cero a cero es un magnífico resultado.

@juandemellado