Como salido de una chistera, brillando con luz propia y acaparando todas las miradas, El Hamdaoui se presentó en La Rosaleda para liderar la primera victoria de la «era Schuster», para cautivar a la afición y para espantar cualquier suspicacia sobre su fichaje y sobre este Málaga de los recortes. El holandés internacional con Marruecos fue el héroe del partido, el crack de la jornada y el nuevo ídolo de la afición. Todo eso condensado en 82 minutos de pura fantasía, eficacia y trabajo. Espléndido.

Pocos aficionados podrán olvidar la jornada de ayer en Martiricos. Es de esos días que se te quedan grabado en la memoria. Ver correr y marcar goles a El Hamdaoui fue como visionar un mirlo blanco o un trébol de cuatro hojas. Cosas así pasan, pero hay que vivirlas de cerca para sentir toda su energía.

Visto lo de ayer tarde, el nuevo malaguista podría montar una empresa de celebraciones y festejos sin ningún problema. «Exhibiciones El Hamdaoui SA» podría llamarse. Él puso la alegría a la afición, llevó la felicidad a sus compañeros y transmitió la alentadora sensación de que el Málaga ha hecho bien los deberes en el mercado veraniego.

La puesta en escena del nuevo «7» malaguista fue tan demoledora como excelsa. Impecable en la definición, felino en sus movimientos y solidario en las ayudas. No dejó de correr en todo momento haciendo gala de la reputación que le precedía. «Tiene mucho movimiento», afirmaba Schuster en las distancias cortas. Efectivamente, su movilidad desarboló a la zaga rayista para hacerles un roto de considerables dimensiones.

Hoy muchos niños malagueños acudirán al colegio con la camiseta de El Hamdaoui. O por lo menos imitarán sus movimientos en el patio del colegio e incluso sus celebraciones, que prometen hacerse populares. No por efusivas, pero sí por las repetidas veces que se pueden dar. Desde luego, Mounir cayó de pie en Málaga y se estrenó con un hat trick en su debut en La Rosaleda.

Aún así, el nuevo ídolo malaguista fue la punta de lanza de un equipo revolucionado y por momentos enrabietado. La «manita» que el Málaga le endosó ayer al Rayo fue la mejor demostración de que este equipo irá a por todas y no hará prisioneros. Si en temporadas pasadas veíamos en ciertos momentos de la temporada a los hombres de Pellegrini dosificar, ante la innegable acumulación de partidos, ayer los de Schuster salieron a por todas desde el primer minuto. Todo ello fruto de una presión asfixiante, pero merced a una condición física espectacular. El Málaga iba en la Yamaha de Jorge Lorenzo mientras que el Rayo parecía ir en Vespino. Agresividad en el corte arriba, claridad de ideas y ocasiones por doquier.

A los 5 minutos de juego el Málaga ya había acumulado dos o tres razones serias para hacerse acreedor de los tres puntos. Evidentemente también para haber marcado al menos un tanto. Al equipo de Schuster se le veía serio y bien plantando. El balón no duraba mucho en los pies blanquiazules, pero la rapidez de transiciones era vertiginosa.

Sin embargo, bien por Rubén -muy buenos sus primeros minutos- o bien por la precipitación y el desacierto, el marcador no se movió transcurridos los primeros 25 minutos. Fue entonces cuando el equipo de Paco Jémez comenzó a tomar aire. A dar bocanadas de fútbol hacia la meta de Caballero. Aunque una ocasión de Larrivey y otra de Tito fueron la antesala de la réplica más demoledora que se recuerda en Martiricos.

El festival arrancó en el mismo momento que Antunes subió por vez primera la banda hasta línea de fondo y puso un balón medido a media altura para que El Hamdaoui embolsara el golpeo y marcase el primero de su cuenta con la inestimable ayuda de Rubén. El 1-0 hacía justicia por las ocasiones erradas con anterioridad. Y a partir de entonces, ya no hubo rival.

El segundo nació de las botas de Pedro Morales, que encontró uno de los movimientos de El Hamdaoui para asistirle. El «7» vio solo a Portillo, que sólo tuvo que empujarla a placer.

Al descanso el 2-o era justo y daba la sensación de que si el Rayo no apretaba, la goleada podría ser escandalosa. Y así fue. Eliseu, que también reaparecía de titular, pisó la frontal del área a los pocos minutos de la reanudación, se la acomodó a la derecha y con un golpeo perfecto emulando a los clásicos superó a Rubén con un golazo por toda la escuadra rememorando que su zurda no siempre es su mejor pierna.

La fiesta ya era completa, pero el Málaga no pretendía dejar el festín a medias. El equipo de Schuster estaba dispuesto a dar un golpe sobre la mesa y a apagar la llama de las dudas. Y de ello se aprovechó El Hamdaoui, que volvió a aparecer para finalizar una maravillosa jugada colectiva y para firmar después, en una jugada personal, el tercero suyo de la tarde y una puesta en escena imperial.

En 68 minutos, el Málaga le había dado un revolcón considerable al Rayo. Los de Jémez sólo podían asumir su inferioridad.

Pero hubo tiempo para más. Lo hubo para despedir a Seba con aplausos, como se merece. Para ovacionar a El Hamdaoui tras su magnífica corrida en el coso malaguista. O para ver algunas ocasiones falladas de Pedro Morales, que no estuvo acertado de cara al marco rival.

La victoria demuestra que este Málaga puede abordar importantes retos en el futuro. Pero tampoco deja de ser otro resultado más en un proyecto que está dando sus primeros pasos. La evolución satisfactoria del nuevo Málaga no puede tampoco desatar la euforia. No al menos por ahora. Pese a El Hamdaoui y sus exhibiciones. Sólo queda esperar que sean una constante para terminar de definir de qué va este Málaga.