El sopapo que recibió ayer el Málaga a manos del Celta es de los que escuecen, pero también de los que remueven los cimientos de cualquier institución seria. El conjunto blanquiazul cayó ayer derrotado por tercera jornada consecutiva, pero en esta ocasión no lo hizo de manera honrosa contra el todopoderoso Real Madrid en el Santiago Bernabéu, sino de manera vergonzante en casa ante el Celta, que llegaba penúltimo, pero que ya le ha dado caza en la clasificación. La caída libre continúa y no hay atisbo de reacción en el horizonte.

La goleada del Celta dejó a la luz todos los males de este Málaga en 90 minutos. La falta de vocación ofensiva, la ausencia de fútbol de creación, el bajón físico de algunos jugadores, el desconcierto táctico del plantel, el frenazo de intensidad, los desajustes defensivos... Un cúmulo de despropósitos que metidos todos en una coctelera dan lugar a este pésimo Málaga, un brebaje de mal gusto.

Si ayer el partido era para ver hacia dónde miraría el Málaga en su futuro más inmediato, lo mejor es apretar los dientes y pensar ya en lo que está por llegar con la mentalidad de sufridor. Y es que con esta predisposición, el conjunto blanquiazul está avocado a luchar por la permanencia.

Fue dolorosa la derrota, mucho más la goleada, pero lo peor de la tarde fue ver a un Málaga abandonado en los últimos minutos en un campo semi vacío. Sólo unos valientes aguantaron el chaparrón para mostrar, eso sí, su malestar al final del encuentro.

Si Luis Enrique se jugaba ayer la cabeza, no lo aparentó su equipo, que superó en todas las facetas al malaguista. Primero en intensidad, donde cada balón dividido tenía un ganador celtiña. Luego en fútbol, donde el repaso del equipo gallego en la predisposición táctica fue casi insultante. Junto al de Osasuna, el Málaga suma dos partidos donde parece no saber a qué enfrentarse. Y si el Celta es un rival directo, las sensaciones son aún peores.

Ayer el Málaga ni creaba ni destruía, sólo deambulaba por el campo detrás de la pelota. Los pocos conceptos claros que el equipo tenía asimilados tras los primeros compases de Liga se han esfumado. Desde luego, ya no es un equipo que defienda bien. Y ni que decir tiene lo de atacar, donde suma ya tres jornadas sin ver portería. Ayer a Yoel no se le recuerda ninguna parada de mérito. Un triste bagaje.

Por fortuna, la Liga sólo ha consumido un cuarto de competición, pero suele ser indicativo que tras diez partidos jugados, el Málaga sólo haya sido capaz de ganar dos encuentros.

No hubo partido

Sobre el césped, las diferencias se hicieron notables. El desastre se apoderó del Málaga desde el inicio. Desde el primer momento ya se veía a un conjunto blanquiazul sin fútbol en sus botas, sin la calidad necesaria para poner en aprietos a cualquier rival digno de Primera División. El vacío de genialidad en el centro del campo era un oasis ocupado por el Celta, donde campó a sus anchas.

Ahí comenzó a perder el partido el Málaga. Si quiere jugar al fútbol tienes que poner en el césped a jugadores que puedan jugar al fútbol. Schuster optó por el juego directo. Y el tiro le salió por la culata. Los hombres de Luis Enrique agradecieron el regalo y pronto se pusieron a fabricar fútbol como si fueran una copia del FC Barcelona. Oubiña hacía de Busquets, Álex López de Xavi y Augusto de Iniesta. El primer porrazo no tardó en llegar a pies de Álex, que con toda la parsimonia del mundo se plantó en la frontal del área, levantó la cabeza y la puso en un costado para que la estirada de Willy fuera estéril.

Tras el gol no había reacción malaguista. Más de lo mismo. Y la superioridad gallega cada vez era más palpable. Un tímido remate de El Hamdaoui fue el único disparo del Málaga entre los tres palos. Lo demás, control del Celta.

Y entre tanto dominio visitante, el despropósito local también hacía acto de presencia. Portillo ralentizaba el juego, Duda no daba una a derechas, Antunes no parecía estar ayer en Málaga, Tissone y Camacho estaban perdidos, la zaga concedía demasiado y a la delantera no llegaba ni un balón decente. El segundo tanto, con un «no despeje» de Antunes, fue aprovechado con gusto por Augusto.

El Celta no se fue con una renta mayor al descanso porque no quiso hacer sangre, pero guardaría su apetito para la segunda mitad. Los pitos tras los primeros 45 minutos eran inevitables y hasta justificados. El repaso táctico que Luis Enrique le había dado a Schuster había sido de aúpa. Todo un revolcón en la pizarra.

En la reanudación el técnico alemán movió el banquillo. Dio entrada a Anderson y Pedro Morales y quitó a Camacho y El Hamdaoui. La mejoría de los primeros minutos fue un espejismo, porque no tardó Álex López en poner el tercero (65´).

El Málaga, que apenas había intimidado la portería de Yoel -sólo se le recuerda un disparo entre los tres palos de El Hamdaoui-, bajó estrepitosamente los brazos cuando encajó el tercero. Fruto de ello llegaron el cuarto y el quinto en lo que ya era un meneo en toda regla.

El Málaga no tuvo la vergüenza torera ni para marcar un gol. Hay que echar mucho la vista atrás para encontrar una imagen tan mala del conjunto blanquiazul en su casa. Nunca antes había mancillado el equipo malaguista su templo como lo hizo ayer. La fortuna para el plantel es que vuelve a haber partido en Cornellá pasado mañana. Bueno, la suerte veremos si no es desgracia.