El gen de Ignacio Camacho, jugador humilde pero tremendamente solidario, inundó ayer a cada uno de los jugadores blanquiazules que saltaron al césped de Balaídos para conseguir una enorme victoria contra el Celta, rival directo, que refrenda la mejoría blanquiazul y que sirve para dar un paso de gigante en busca de la ansiada salvación.

El centrocampista maño, que ha sido capaz de superar las adversidades este curso para hacerse con un puesto de titular, fue ayer el héroe del encuentro con dos goles que hicieron justicia al juego mostrado por unos y por otros y que coloca al Málaga con seis puntos por encima del descenso a falta de que sus rivales hagan o no hagan los deberes esta jornada.

Resumen y goles del partido:

Si la victoria en Pamplona fue un auténtico soplo de aire fresco, el triunfo en tierras gallegas ha sido la consolidación de un hecho. Y es que este Málaga en poco o en nada se parece al que hace unas semanas empató en Valladolid o al equipo timorato de Almería. Este equipo tiene alma, lucha cada balón como si le fuera vida en ello, pelea por cada compañero como si fuera su hermano y corre como si las llamas del infierno le quemasen el trasero. Este Málaga, sin duda, es lo que todo el malaguismo esperaba desde el principio en cuanto a sacrificio y trabajo. Después, los goles y la calidad individual de cada jugador hará que las cosas caigan por su propio peso, como ayer quedó demostrado con Camacho, Duda, Santa Cruz o Sergio Sánchez.

Es el Málaga de los nombres propios, pero también de un verdadero grupo humano. El acto de solidaridad que volvió a mostrar ayer el equipo de Schuster difícilmente se veía en jornadas anteriores. Lo puso de manifiesto en Pamplona, donde jugó 40 minutos con un hombre menos. Lo ejecutó para ningunear al Real Madrid. Y ayer volvió a verse refrendado, tras la expulsión de Duda, en un acto encomiable de sacrificio coral y grupal.

Y es que el guión de ayer en Balaídos fue muy similar al de hace dos jornadas en El Sadar. Presión adelantada, alegría, velocidad ofensiva y acierto de cara al marco rival. Hubo también diferencias notables, y es que el Málaga no sufrió ayer ni la mitad de lo que sufrió en Pamplona. El Celta llegó en contadas ocasiones y Willy, héroe albiceleste habitual en estas lides, apenas tuvo trabajo bajo palos.

Desde el primer minuto de juego se vio a un Málaga enchufado, con ganas de rock and roll. La línea defensiva del Celta tan era una invitación a la gran fiesta de su suicidio colectivo a la que, por supuesto, el Málaga no quería faltar. La velocidad de Samu y de Amrabat hizo mucho daño en los primeros minutos, pero fue un centro envenenado de Duda el que buscó el remate de Santa Cruz que dejó el rechazo a placer a Camacho en el segundo plano (24´).

El Málaga golpeaba primero, no era casualidad. El conjunto de Schuster había hecho méritos para ir por delante. El alemán le había ganado la partida táctica a Luis Enrique, que se había dado un tiro en el pie con el once tan ofensivo.

Aún estaba digiriendo el Celta el primer tanto cuando la conexión Duda-Camacho volvía a hacer acto de presencia. Si el maño pone la casta y la entrega, el luso pone la magia y la calidad. Un falta lateral sacada por el portugués fue milimétricamente calculada a la testa del mediocentro, que marcó el segundo de la noche.

A partir de entonces, apenas hubo partido. Entró Rafinha para darle otra velocidad al juego local y Duda, con una torpeza inusual en él, se empeño en darle emoción con su expulsión. Pero el Málaga, entonces sí, puso en práctica el otro fútbol. Más rácano, más especulativo, pero también más eficaz. Del Celta poco se supo entonces y sí emergió la zaga malaguista, que mantuvo la resistencia al estéril acoso gallego.