Un gol de Thomas Vermaelen cuando el partido encaraba el último cuarto de hora, acabó anoche con el sueño del Málaga de poder sumar algo positivo en la guarida del campeón de todo el curso pasado. Ni Messi ni Neymar ni Suárez, fue un actor secundario, discutido desde su llegada al Barça y poco habitual en tareas ofensivas, el que decidió la suerte del partido. Tirando de tópico: «el fútbol es así».

El 1-0 final quizás hizo justicia con lo visto en el campo, pero bien pudo convertirse en un 1-1 en el descuento si Charles no hubiera pifiado un remate en la frontal del área chica a pase de Juankar. Fue en el último latigazo malaguista del partido, una contra por la banda izquierda que hizo enmudecer el Camp Nou y que no se convirtió en el empate de puritico milagro. Una auténtica pena.

La verdad es que el equipo dio la cara. El Málaga se presentó en el Camp Nou con la misma ilusión que el curso pasado y con la misma idea de aguantar, achicar y correr. Ganar dos veces en Barcelona en un mismo año ­-en este caso en febrero y en agosto-, habría sido de Récord Guinness. Hasta sumar un empate ayer hubiera tenido ya un mérito brutal. Pero lo que no puede ser, no puede ser... y además es imposible.

Sin Darder -camino ya de Lyon-, Javi Gracia planteó un partido más «destructor» que otra cosa. Una opción táctica ni buena ni mala, simplemente la única posible en un sitio como ese. Y es que cuando juegas contra el Barça en el Camp Nou solo puedes presionar, defender, salir al contragolpe... y rezar. Porque si quieres tú llevar la iniciativa, te matan a la contra. Y si les das el balón y te «cuelgas» del larguero, te pasan por encima.

Gracia lo que buscó fue acumular jugadores entre la línea de medios y la frontal del área de Kameni para que Messi, Suárez, Neymar y compañía tuvieran el menor espacio posible para «dar por saco». El planteamiento fue eficaz hasta el minuto 73, cuando llegó el remate letal del defensa belga.

Había muchísimo que ganar y muy poquito que perder ayer en Barcelona. Es verdad que los tres puntos de anoche valen lo mismo que los del día del Eibar o los que se pongan en juego ante cualquier otro rival. Pero a nadie se le escapa que la Liga del Málaga se juega en otros campos y ante otros rivales más terrenales, esos que tienen jugadores de carne y hueso y no futbolistas que parecen salidos de un videojuego.

La derrota por la mínima ante el poderoso Barça tiene hoy más lecturas positivas que negativas. Al menos para el que suscribe. El equipo picó piedra, mucha piedra, pero también supo llegar hasta la portería de Bravo. El problema es que faltó lo mismo que el día del Sevilla: acertar con el remate final.

Este Málaga 2015/2016 tiene cositas que deben hacernos ser optimistas. Es verdad que falta algo de fondo de armario -sin Darder, todavía más-, pero hay calidad y hechuras para no sufrir demasiado. O eso es lo que parece por ahora.

La primera parte del Málaga rozó la perfección. La pizarra de Javi Gracia maniató al Barça, incapaz de refrendar su superioridad con poco más que un gol anulado a Suárez por falta previa y un par de jugadas dudosas dentro del área. El Málaga, sin embargo, corrió que se las peló las pocas veces que tuvo el balón y metió miedo al Camp Nou en dos o tres llegadas en las que Bravo las pasó canutas.

El Barça buscó apretar ensanchando el campo. Messi y Neymar pisaron la cal de la banda intentando abrir la muralla defensiva albiceleste, pero el trabajo de repliegue de los de Gracia -Amrabat y Cop, incluidos- les permitió alcanzar el descanso sin demasiados sobresaltos.

Lo peor de los 45 primeros minutos para el Málaga CF fue, sin duda, la lesión de Weligton. El defensa brasileño se lesionó en la otra pierna de la que renqueaba y tuvo que abandonar el partido antes incluso de llegar a la media hora. Habrá que ver ahora hasta dónde llega la ausencia del «capi», un jugador que estando en condiciones es «titularísimo» para Javi Gracia.

Tras el paso por vestuarios, Luis Enrique decidió apostar por incrustar a Messi en el centro. El nuevo giro de tuerca no desatascó el ataque culé, aunque es verdad que el acoso fue constante sobre la portería de Kameni.

A falta de poco más de un cuarto de hora, llegó la jugada decisiva del 1-0. Y justo cuando el partido agonizaba, la del «casi gol» de Charles.

El Camp Nou ya es historia. Ahora toca parón por los partidos de las selecciones. En un par de domingos, será el Eibar el que visitará La Rosaleda. Un día perfecto para empezar a marcar goles y para comenzar a sumar de tres en tres.