Posiblemente el de ayer fuera uno de esos días en el que todo sale del revés, en el que los pases caen en los pies del rival, los centros se marchan por la línea de fondo y los disparos se alojan en el segundo anfiteatro. Sí, quizás lo mejor sea pensar que fue un partido con una mala pedrada, que vino a contrapié, porque cualquier análisis más profundo puede dejar en mal lugar a la inoperancia malaguista para fabricar goles y, sobre todo, para crear fútbol, para fabricar jugadas y para generar ocasiones.

Efectivamente, el Málaga empató a nada ante un correoso Eibar. Noventa minutos que se perderán entre estadísticas y que quizás ya mañana serán difíciles de recordar. Era de sobra conocido que el equipo vasco iba a poner las cosas complicadas y desde luego, cumplió todos los pronósticos. Es el conjunto armero un equipo trabajado al máximo, obediente en sus funciones y cansino para casi cualquier rival que se precie. Pero también un bloque limitado, que hace unos meses trabajaba en un proyecto para Segunda y que está lleno de retales. Desde luego, nada de ello le resta mérito a su magnífico arranque donde suma ya 7 puntos.

Y si el Eibar cumplió con lo que vaticinaba a hacer, entonces las miras se centran en el Málaga, en el que desde luego hay que exigirle más de lo que ayer expuso sobre el maltrecho césped de La Rosaleda. Sabemos que este equipo puede tener muchas virtudes, pero también tiene defectos. Estos habían quedado solapados por la buena puesta en escena contra el Sevilla y en el Camp Nou, pero ayer ya se le pedía un pasito al frente a este Málaga, una demostración de que puede al menos destacar sobre los equipos que el día de mañana se batirán el cobre por no descender.

Sin embargo, el equipo blanquiazul se mostró sumamente plano y falto de ideas tras 15 días sin fútbol. Se estrelló una y otra vez en el planteamiento de Mendilibar y no encontró ningún resquicio para abordar la portería de Riesgo. Y cuando lo hizo, la falta de acierto, de puntería o la simple precipitación evitaron alcanzar el éxtasis del gol.

Tiene el equipo de Gracia ciertas lagunas para crear fútbol. No tiene ni la fluidez ni la facilidad de la temporada pasada para sacar la pelota jugada desde atrás ni tampoco la frescura para robar cerca del área rival, donde crear ocasiones de peligro. Los balones en largo buscando la batalla de Charles y Amrabat son el recurso más utilizado por el Málaga en las tres primeras jornadas. Y desde luego, por entrega de sus muchachos no se puede discutir. Pero sí parece que esa lucha sin cuartel a la que acuden los dos puntales malaguistas cada jugada hace restarle fuerzas en los metros finales de cara al gol, donde de verdad tienen que marcar las diferencias.

Es decir, que ni arriba ni abajo el Málaga supo imponerse. El desarrollo del juego era casi cuadriculado. Las piezas se movían con tosquedad, casi como si estuvieran guiadas con un hilo imaginario desde los banquillos. Encorsetados, agarrados a un guión prediseñado, Málaga y Eibar repartieron bostezos en la primera mitad.

Una buena jugada de Saúl Berjón, una chilena desviada de Adrián y, sobre todo un paradón de Riesgo a Charles tras centro de Amrabat fueron los únicos sobresaltos de los primeros 45 minutos.

Posiblemente en las casetas, ambos técnicos estarían contentos con el trabajo de sus hombres, pero el fútbol es improvisación, error-acierto y, sobre todo, personalidad. Y a eso intentó agarrarse el Málaga en la segunda mitad. Quiso romper el partido el conjunto blanquiazul buscando a Amrabat y su desborde, pero el marroquí se mostraba errático en los últimos metros.

Era entonces el momento de mover fichas, de buscar alternativas. No estaba sufriendo Kameni y Gracia sacó todo lo que tenía en el banquillo para intentar acabar con la sequía. Duda, Cop y Tighadouini -que debutaba- saltaron al césped con la misma fortuna que su predecesores.

Sólo en los minutos finales el marcador pudo sufrir variación. Primero Borja Bastón -por el que Málaga mostró mucho interés este verano- no acertó a rematar entre palos dentro del área pequeña. Y luego Cop, que desvió un disparo de Tissone desde la frontal. Pero el destino ya había dictado sentencia para que fuera otro empate sin goles en La Rosaleda.

Aún es pronto para determinar de qué pasta está hecho este Málaga. Parece un melón por calar, con algunas virtudes del curso pasado, pero también con otros defectos que se arrastraron de la segunda mitad. En el trabajo y la sabiduría de Gracia queda que pueda enmendar cuanto antes esos errores, que encuentre el equilibrio entre el gol y la defensa para llenar de esperanza al malaguismo. Próxima parada, el Getafe, único equipo de Primera que no sabe aún lo que es puntuar. Mal presagio.