Que en Mestalla siempre falla este Málaga puede parecer ventajista. Sí, a toro pasado todos somos Manolete, pero la cruda realidad, la que golpea temporada tras temporada al malaguismo cuando el conjunto blanquiazul acude al coso valencianista, tiene difícil explicación. La derrota de anoche, por desgracia, sí puede ser sencilla de argumentar, y es que este Málaga se deshace como un azucarillo cuando le vienen mal dadas, le cuesta la vida generar fútbol y tampoco es capaz de contrarrestar un resultado adverso. Son síntomas de un equipo aún enfermo, que no ha conseguido salir de la UCI pese a que superó a la Real Sociedad en la anterior jornada.

Y es que todo el camino recorrido hace 15 días, toda la ilusión generada con la victoria sobre los vascos y con el hat-trick de Charles se fueron ayer a la papelera en otros noventa minutos para olvidar en tierras valencianistas. El Málaga que jugó en Mestalla volvió a ser un equipo ramplón, facilón para los rivales y por momentos sin ideas y casi sin alma. Y fruto de ello, un serio correctivo -más de resultado que de juego- ante un rival que llegaba en horas bajas, pero que no deja de ser de «otra Liga», de la que disputa la Champions. Por desgracia, todo ello provoca que las sirenas de alarma vuelvan a estar activadas en Martiricos.

Cuesta pensar que este Málaga se asemeje en algo al del año pasado. Pero sin querer entrar demasiado en comparaciones odiosas, la maquinaria está incluso muy lejos a la ofrecida en verano. Hay jugadores muy por debajo de su nivel, que no han encontrado aún su lugar en el equipo, o que su rol está por definir. El míster tampoco ha dado con la tecla y ha utilizado en ocho jornadas ocho onces diferentes. Todo ello unido al fútbol, caprichoso como él solo, que también es esquivo.

El Málaga saltó al césped valenciano a competir, a luchar contra los de Nuno y a colocar al técnico portugués en un situación comprometida. Buscó la portería de Jaume Doménech y con la vuelta de Camacho y el desparpajo de Pablo Fornals, el partido decidía su signo sin declinarse para un lado u otro de la balanza.

Eran minutos de igualdad, aunque de serenidad para los guardametas. Pero en Mestalla sólo hace falta una pequeña chispa para que todo siempre salte por los aires. En una falta lateral, Piatti buscó el centro potente con tan mala fortuna que su disparo fue desviado por Charles al fondo de la portería. Era el minuto 19 y el mundo se volvía negro para el Málaga. Es motivo de análisis ese estado depresivo en el que entra el conjunto blanquiazul cada vez que encaja un gol, porque anoche, una vez más, la descomposición llegó en todas las líneas.

Lejos de dar un paso al frente, el equipo blanquiazul dio dos atrás para olvidarse de la meta defendida por Jaume, para dejar de atacar al rival e incluso para sacar el balón jugado o para conectar un par de pases en una jugada. El cortocircuito desespera, ahoga y llena de ansiedad a una afición que no termina de salir de su asombro.

Para colmo de despropósitos, Angeleri cayó lesionado en una acción del juego, fue golpeado en la cabeza y tuvo que ser sustituido y trasladado a una clínica para ser sometido a pruebas médicas. Y justo en el córner que se provocó tras su lesión, mientras Albentosa entraba, André Gomes recogía un rechazo al borde del área para armar una genialidad y para dejar retratada a la zaga blanquiazul y poner el 2-0 en el marcador y tierra de por medio (33´). Con un tiro a puerta, el Valencia ya iba ganando por ventaja de dos tantos. Inexplicable.

Con dicha renta, la montaña ya parecía el K1 del Everest. Eso sí, pudo cambiarle la cara al partido el Málaga si Duda hubiera acertado a marcar el penalti -que no lo fue- por manos de Santos. Jaume adivinó su lanzamiento y ahí se acabó cualquier atisbo de reacción. Tuvo una noche sumamente aciaga el portugués, que además de errar la pena máxima, estuvo desacertadísimo en las acciones a balón parado, lo que siempre fue su fuerte.

El paso por vestuarios sirvió para señalar a Horta -discretísimo partido-, ya que Cop entró por él en la reanudación. Cambio de sistema y cambio de intenciones. El Málaga comenzó a dejarse ver por la meta rival, pero casi sin ocasiones si quiera que malograr. Una del croata que se fue a las nubes y algún remate esporádico de cabeza. Poco más.

El Valencia, mientras, dejó el cronómetro correr sin prisas y sin miedo. Acechó en varias ocasiones la meta de Kameni, con Alcácer cayendo varias veces en fuera de juego, pero fue Parejo, de penalti -clarísimo de Albentosa a Bakkali- el que puso el 3-0 definitivo. Mismo resultado que el curso pasado aunque peores sensaciones.

El Málaga ya ha jugado en el Camp Nou, Bernabéu y Mestalla. Difícil arranque. El problema es que lo que viene tampoco es ir cuesta abajo. Queda mucho por mejorar.