El Málaga está muy tocado, tanto en lo institucional como en lo deportivo. Ayer sumó una nueva derrota -la tercera consecutiva- y su situación ya es más que preocupante. El Espanyol le superó por 2-0 sin ser mejor que el equipo de Javi Gracia, incapaz de reaccionar. Hernán Pérez, por dos ocasiones, superó a Kameni con facilidad en los primeros 20 minutos de partido, pero el Málaga, con 70 minutos por delante, no fue capaz de reponerse a sendos golpes para batir a Pau.

Aquello de «a perro flaco todos son pulgas» le viene que ni pintado» al Málaga CF. Pero la mala suerte no debe ser la única razón en la que escudarse para un equipo sin alma, vulnerable como un niño de cinco años ante un ejército de gladiadores y con menos capacidad de reacción que el McLaren de Fernando Alonso. El análisis debe ser más profundo. Que sí, que el Málaga gozó de hasta cuatro ocasiones claras en la primera mitad para ponerse por delante en el marcador, empatar y acortar diferencias, y de otras tantas en la segunda, pero no las supo materializar.

En cambio, el Espanyol llegó tres veces al marco de Kameni, sin musas ayer, y le endosó dos goles para finiquitar un partido ante un equipo completamente empequeñecido y desbordado por las circunstancias deportivas y extradeportivas que rodean a la entidad de Martiricos.

La realidad es esa. La mala suerte te puede hacer perder un partido, incluso dos. Pero cuando ya sumas siete derrotas en doce jornadas, las razones son otras.

Y eso que el Málaga salió con buenos bríos al campo. Con Amrabat disfrazado del Cid blanquiazul y con las ideas, aparentemente claras. Pero todo resultó ser más fachada que una fortaleza mental real. El marroquí pudo marcar en el primer minuto, pero Pau se hizo enorme. La estrella blanquiazul está de vuelta, ayer jugó casi 80 minutos y es el clavo ardiendo al que el malaguismo se agarra para conseguir una permanencia que ya es el único objetivo para este curso.

En el primer acercamiento de los «pericos» al área blanquiazul, Hernán Pérez rompió a Weligton y superó con suma facilidad a un mal Kameni. 1-0 y al Málaga se le bajó la persiana.

Aún hubo tiempo para más. 15 minutos después Asensio, jugadorazo cedido por el Real Madrid -otro aplauso a la cláusula preferencial por el fichaje de Isco-, se la puso al lateral Fuentes, cuyo centro tocó en un defensa y Hernán Pérez remachó ante la pasividad de Boka, de celebración aún tras su periplo con Costa de Marfil.

Dos goles como dos puñetazos en el mentón malaguista que noquearon a un equipo que buscaba protegerse en las cuerdas.

Tardó en reaccionar, pero los manotazos del Málaga no hacen daño a nadie. A Charles sí le llegaron balones, pero no marcó; a balón parado el equipo es una «madre»; desde fuera del área, los disparos son como una petalada de Semana Santa para los porteros rivales. Y así, todo.

Ontiveros, raya en el agua

Gracia buscó una revolución tras el descanso que le enganchara al partido, pero ni por esas. El canterano Javi Ontiveros debutó en Primera División en sustitución de Boka y dejó grandes detalles de jugadorazo. El Málaga dominó toda la segunda mitad e incluso gozó de buenas ocasiones -tiro al palo de Horta incluido-. Aunque el dominio blanquiazul a los rivales siempre es estéril, previsible y sin hacer pupa. Los rivales lo saben, el Málaga lo sabe, todos lo sabemos. Y así es imposible.

Se avecina tormenta en Martiricos en lo institucional, pero si el próximo sábado no se vence al Granada en el derbi, muy difícil tendrá Javi Gracia mantener su puesto en el banquillo. Eso sí, no sabemos quién será el encargado de tomar una decisión tan trascendental para el equipo con el director deportivo con pie y medio fuera de la entidad. ¿Será el propio jeque? ¿O su hijo Nasser? No veo a ninguno de los dos cogiendo el toro por los cuernos. Ninguna credibilidad me ofrecen ambos. «Papá Al-Thani», desaparecido en combate y apareciendo de tanto en cuanto para reírse del malaguismo por las redes sociales; y su hijo, el del dron, más preocupado de tuitear lo que pasa en el Madrid-Barça que de lo mucho que se jugaba su equipo ante el Espanyol. Un circo al que solo le faltan la mujer barbuda, los enanos y el regreso de Ghubn.