El Málaga también está «depre» en Copa. Ayer perdió ante el Mirandés por 2-1 y se complica su pase a los octavos de final del torneo del KO, aunque aún tiene 90 minutos en La Rosaleda para darle la vuelta a la eliminatoria. Aunque hay que tener en cuenta que esta temporada 90 minutos en Martiricos no son «molto longo» para el rival, sino que se lo digan al Granada, Eibar, Betis, Sevilla...

Porque perder en Anduva entra dentro de los parámetros que se pueden entender como normales: campo pequeño, rival ultra motivado, Málaga en horas bajas y rotaciones para jugadores en los que no confía para casi nada el entrenador. Así que, el problema de este Málaga no es perder en Miranda de Ebro, no; el problema de este Málaga es que se veía venir desde hace días que tenía todas las papeletas para perder. Y así fue.

Y eso que el Málaga, en el cómputo global del partido, fue mejor que el equipo local. Se topó por tres ocasiones con la madera y por tramos del choque fue el amo y señor del balón. No está de Dios que el Málaga levante cabeza, da igual que se cambien casi a los 11 titulares, que esa camiseta blanquiazul con detalles morados está gafada.

Pero la mala suerte no es el único de los males de este equipo. Porque además, la buena suerte hay que pelearla y ganársela. Y este equipo no hace ni una cosa ni la otra, desde el banquillo hasta el último jugador de campo. Gracia está centrado en la Liga, lo que es normal, y ayer no tuvo ningún reparo en demostrarlo. Solo hay que ver la convocatoria, donde dejó en tierra a siete titulares; y después el once, en el que sólo alineó a Tissone entre sus habituales porque no podrá ser de la partida en San Mamés por sanción.

Alguna lo verá diferente, que los menos habituales tenían ayer su oportunidad. Si esa era la intención de Javi Gracia, muy pocos de los que ayer saltaron al césped le demostraron al navarro que está muy equivocado en Liga. Juanpi sí llamó a la puerta de la titularidad al ser el futbolista con más criterio que ha tenido el equipo en todos los partidos que ha disputado el cuadro blanquiazul en este curso. Y, quizás también, Roque Santa Cruz, que con un poco más de rodaje y puesta a punto ya sabemos que puede ofrecer una variante más en ataque.

Porque el resto, «ni fu ni fa». Ochoa, calamitoso por arriba, no mejora a un Kameni que no atraviesa su mejor momento; Filipenko y Albentosa, pese a si envergadura, son un coladero a balón parado; Espinho asistió en el gol a Roque, pero necesita tres o cuatro segundos para poder poner el balón donde quiere; y Tighadouini y Horta, aunque tienen maneras, su fútbol es más de fogueo que de munición real.

Mientras que los cambios tampoco demostraron gran cosa, porque cuando Lago Júnior adelantó por segunda vez al Mirandés, el Málaga bajó los brazos y se desconectó. Así, Fornals y Ontiveros poco pudieron hacer, ni son ellos los que tienen que asumir la responsabilidad de tirar del carro de un equipo en el que hay jugadores con experiencia y galones.

No sale reforzado Javi Gracia de Anduva. El equipo sigue sin ganar fuera de casa ni cambiando de competición, aunque ayer por fin consiguió ver puerta de la mano de Roque, que es el máximo goleador blanquiazul en Copa con seis tantos.

Tocará remar, y mucho, dentro de dos semanas en La Rosaleda para pasar una eliminatoria en una competición que estorba al equipo y al entrenador, sin más. Es cierto que un 1-0 pone al Málaga en la ronda de octavos de final, pero visto lo visto, con lo que le está sucediendo a este equipo durante este curso, donde parece que no es capaz de ganarle ni a un equipo de un futbolín... y con Rajoy a los mandos. La cosa está chunga. Pero la Liga vuelve a llamar a la puerta, donde el Málaga está en puestos de descenso y se mide el domingo al Athletic Club, un equipo que precisamente no rígido ni de madera.