La Cabalgata de los Reyes Magos se adelantó por unas horas ayer en Málaga. Sus Majestades no iban en carrozas, no tenían fastos ni pajes, y cambiaron los caramelos a repartir por balones y autógrafos. Todo ello para despertar la misma ilusión que los tres reyes venidos de oriente que esta pasada noche se colaron por cada una de las casas de los malagueños.

En el Estadio de Atletismo, la fiesta fue más blanquiazul que nunca. Con la chavalería como principal protagonista, los más pequeños de la casa por fin no tenían que regatear a los horarios de Tebas «Herodes» para ver de cerca a sus ídolos. Sueños hechos realidad que más tarde se convertirían, par los más afortunados, en valiosos presentes.

Y es que el desangelado estadio Ciudad de Málaga cambió ayer su cara por una gran sonrisa. Carreras de niños de un lado para otro, improvisados partidos para convertirse en el campeón del párking del estadio, bufandas, gritos de pasión por su jugador preferido y caras de alegría, como la que se pudo ver en cada uno de los pequeños malaguistas que acudió a ver de cerca a sus ídolos.

Sin la tensión de un partido, sin la presión de los 90 minutos de rigor, con las piernas distendidas y con el buen momento deportivo que vive el equipo, la plantilla también se entregó a su pequeña -en estatura-, pero gigante -en calidad- hinchada.

Javi Gracia preparó una sesión matinal para gustar a su parroquia. Mucho balón, muchos disparos a portería y también destellos de calidad. Poco importó que fueran las 10.30 horas del día más emotivo del año para los pequeños, poco trascendió que fuera una jornada laborable -en un día festivo, el número de asistentes se habría multiplicado- y que la temperatura tampoco acompañase demasiado. No importó a los más de mil aficionados que se dejaron ver en la grada malagueña y que poco después encontraron su recompensa.

Primero sobre el césped, celebrando cada disparo a portería como si fuera la búsqueda del ansiado gol de la salvación o de cotas mayores. Aplausos, ¡uys! y runrún con algunos de los fallos. No era un examen, pero casi lo parecía a tenor de la atención que los asistentes tenían al entrenamiento.

Charles, el goleador del momento, acaparó elogios y Juanpi regaló algunos detalles para la afición. También Mastour, que aunque no tiene protagonismo en el equipo de Gracia, sí tiene adeptos fuera del campo.

Tras hora y media de entrenamiento, que se resolvió con un partidillo a medio campo, los jugadores se despidieron regalando balones al graderío. Algunos como Ochoa incluso dio sus guantes.

La auténtica locura llegaría después, en la salida de los jugadores con sus vehículos por el párking . Ahí hubo sesión de fotos, autógrafos y besos. Cualquier muestra de cariño fue poca y la plantilla respondió de buen gusto. Fue un día para recordar.