Si algo ha calado en este Málaga de Javi Gracia es que este equipo compite incluso en los escenarios más adversos y hostiles. Ayer el conjunto malaguista hincó la rodilla, pero lo hizo ante un gran rival -claro aspirante a entrar en Champions- y hasta vendió muy cara su piel.

Efectivamente no fue el mejor partido del conjunto blanquiazul, pero no por ello se le perdió la cara al encuentro ni se renunció a las opciones de puntuar. Una derrota que trunca la racha pero que podría entrar dentro de los «cálculos».

Porque jugar en El Madrigal no es tarea fácil. Y hacerlo contra este Villarreal, que tiene muy automatizados los mecanismos de su juego, menos aún. El conjunto de Marcelino es una máquina bien engrasada, que presiona y te incordia como un equipo humilde, pero que la mueve y combina con escuadra y cartabón. Es su idiosincrasia desde hace mucho. Un camino que año tras año recorre con acierto, visto lo visto.

El contrapunto es este Málaga, que tiene como virtud minimizar las fortalezas del rival. Y claro, cuando no es capaz de lograrlo, parece que los blanquiazules están por debajo de su nivel. Desde luego el Málaga de los primeros 45 minutos poco recordó al que en los últimos meses había salido del lodo de Primera y tampoco al que había generado esa ilusión de las últimas semanas.

Porque el Málaga no fue el Málaga ni siquiera desde antes de empezar. Sorprendió Gracia con la apuesta de Tissone de inicio, cuando el teórico cambio más natural por el sancionado Recio habría sido el de Pablo Fornals. Renunció el técnico también al fútbol por las alas, con dos interiores que nunca llegaron hasta la línea de fondo, esa virtud que Amrabat, el Chory o Atsu sí habían dado en las últimas semanas y de la que tanto se habían sabido aprovechar sus delanteros. Los pasillos interiores no se cerraron y tampoco encontró el Málaga el camino para sacar su balón de manera aseada.

Todo ello generó que los primeros compases del encuentro fueran un calvario para el malaguismo. Fue como asistir en vivo a una tortura, entre impotencia y desesperación. Los de Marcelino fueron muy superiores táctica y técnicamente y el gol de Soldado, con el casi anecdótico error de Kameni, estaba cantado desde minutos antes ya que el balón se aturullaba y sufría en los pies blanquiazules mientras que volaba y sonreía cuando se movía entre los amarillos. No, no fue un acoso y derribo de los amarillos, pero el peligro siempre estuvo ahí hasta que el internacional español batió al meta camerunés en el 18´. Un tanto que no sorprendió a nadie.

Respondió con más orgullo que juego el Málaga al gol. No se dejó ir ni arrojó la toalla, pese a que hasta el momento las constantes vitales malaguistas eran mínimas y las opciones de reacción, sinceramente, eran remotas a tenor de lo visto. Pero el equipo de Gracia aguantó como pudo el chaparrón y también fue ganando algunas yardas, sobre todo para sacudirse la presión del rival. La recompensa del gol había bajado las pulsaciones amarillas, por lo que el partido se niveló en cierta medida, aunque aún con claro dominio local.

Porque en una de esas, Kameni se sacudió los fantasmas de su error en el gol con una grandísima parada a Dos Santos (21´), que habría abierto una brecha demasiado grande. Pese a que para entonces el centro del campo lo dominaban Bruno y Trigueros a sus anchas, otro error blanquiazul volvió a ser decisivo. Cop, con todo a su favor, marró un mano a mano con Areola tras un balón a la espalda de la zaga del Villarreal. Todo habría cambiado en ese minuto 33, pero el no gol también mandaba un mensaje: que el Málaga aún estaba vivo y que iba a costar matarlo y enterrarlo. El duelo agonizó hasta el descanso después de un importante derroche físico de ambos equipos.

En vestuarios, Gracia debió apretar las clavijas necesarias porque el Málaga salió con otro brío, más centrado y con mejor disposición. Un par de acercamientos con peligro malaguista confirmaba que el partido seguía muy vivo, o al menos el marcador. Aunque otro par de ataques locales también nivelaban la balanza del miedo.

Y es que no fue hasta el minuto 63, con la entrada de Duda por Tissone, cuando las piezas definitivamente volvieron a su sitio. Pablo pasó a ser el compañero de Camacho y Duda, aunque sin profundidad, comenzó a surtir de balones a los delanteros.

Fue Juanpi, vigilado y casi desaparecido en todo el partido, el que tuvo en sus botas el empate tras un pase dentro del área de Charles. El balón murió en el graderío con un golpeo demasiado alto. Luego Santa Cruz entró por Cop y Uche debutó por el venezolano. Pero para entonces, el Málaga ya sólo seguía el camino más fácil, pero también el menos eficaz: el pelotazo a ver si caía algo.

Lo cierto es que ahí generó mucho ruido pero poco peligro. Y el partido murió entre pérdidas de tiempo locales e interrupciones del colegiado. El Málaga cayó, pero al menos vendió cara su derrota.