La pelotita manda, que para eso es fútbol. Y si entra en la portería rival, el Málaga CF vivirá un plácido invierno. En las tabernas, en el trabajo y en las comidas de amigos y familiares, con ese «cuñao» que sabe hasta de gimnasia rítmica, se hablará de lo grande que es el jeque y de la próxima renovación de Camacho, de lo bien que lo hace Juande, del equipazo que le armó Arnau, del gran ambiente del vestuario y de lo perita que ha quedado La Rosaleda. De lo contrario -y que los dioses del fútbol no lo quieran-, el tono cambiará. Relucirá el caos interno del club, la falta de presencia en Liga y Federación, los líos judiciales de Al-Thani y las dudas sobre la propiedad del club, se pondrá en tela de juicio el trabajo del míster, nos preguntaremos para qué el director deportivo fichó a extremos cuando en el fútbol ya no se estilan y un uruguayo desconocido como goleador y la «comidilla» será la fractura del vestuario y el mosqueo de los que continúan ganando un sueldo medio con los que han llegado sin demostrar nada del otro mundo y cobrando muchísimo más. Es la ley del fútbol. No hay más. Está todo inventado.

El Málaga CF, eso sí, ha vivido un verano inusual. Raro, porque acostumbrados a vender hasta el escudo, el club no ha recaudado ni un solo euro de caja con el traspaso de futbolistas. Y, acostumbrados también a bajar el precio de las cláusulas, de casi regalar a futbolistas para poder cuadrar las cuentas, esta vez Camacho no se fue al West Bromwich. No hubo acuerdo porque esta vez no había necesidad. Y el malaguismo, por una vez, tiró de orgullo. Que ya era hora. Eso sí, tras el hecho llega la reflexión: hasta el jeque despidió al futbolista en su cuenta de Twitter. Lo que ocurrió, además de que Al-Thani, por primera vez, se mantuvo firme en la cláusula, es que el WBA no quiso realmente al futbolista. Y si lo quiso, no lo demostró. 18 millones son muchos, pero en el Reino Unido suena a calderilla, gracias a sus extraordinarios repartos televisivos. Los clubes de la Premier se han gastado este verano 1.400 millones de euros en traspasos. No hubo nadie que en realidad diera esos 18 «kilos» por Camacho. Por lo tanto, tampoco debe el Málaga CF caer en el error ni en la premura de modificar y mejorar sustancialmente el contrato del futbolista. Ya lo hizo en su día con Carlos Kameni y se equivocó. Seguro que no tropieza con la misma piedra.

El malaguismo ha recobrado el optimismo y, especialmente, el orgullo. Y esa cualidad no se compra con dinero. Que no vengan a saquearte la plantilla y hasta el banquillo en cada ventana de mercado es una experiencia sensacional. Hay un magnífico entrenador y una buena plantilla, posiblemente magnificada. Probablemente no somos tan buenos como nos vemos. Hay un grupo para trabajar y mejorar, pero lo de Europa, viendo cómo se han reforzado Espanyol o Betis, con Athletic, Sevilla, Villarreal o Valencia, parece que nos queda lejos. Sobre todo porque la pareja de centrales transmite más confusión que seguridad. Las llegadas de Rosales y Ricca, con dos extremos por delante como Jony y Keko, dejan de tener eficacia y se pierde el factor sorpresa con las bandas ya ocupadas. Y para soportar esos extremos se requiere una medular que aguante el equipo de principio a fin. No hay un «9» que remate -a tenor de las palabras del míster- y se avecina un conflicto, como ya ocurrió hace poco, en la portería.

Es el análisis de la «otra» realidad, la deportiva, que cambiará, a buen seguro, cuando la pelotita entre. Y entonces, además de henchidos de orgullo por dejar de ser al fin un club vendedor, los malaguistas seremos los aficionados más felices del mundo.