Dos puntos volaron ayer de La Rosaleda hacia el infinito y más allá. Un empate que a final de temporada puede ser decisivo para muchas cosas, pero que anoche, con el calentón, dejó un poso de insatisfacción más cercano a la derrota por la manera en la que se gestó, tan tonta y hasta indignante. Un reparto de puntos entre Málaga y Granada que, posiblemente, no sirva de mucho ni a unos ni a otros, aunque le hace más bien al conjunto vecino, que sigue recuperando sensaciones.

Lo cierto es que hoy aún muchos mirarán, con razón, a la nueva acción polémica contra el Málaga de Álvarez Izquierdo -la segunda flagrante de esta temporada, tras la sufrida con el Betis- para justificar la no victoria. Correcto, el tanto de Llorente en el alargue debería haber subido al marcador y los tres puntos se deberían haber quedado en Málaga. La Rosaleda debería haber entrado en estado de ebullición y haber celebrado la enésima remontada. Pero un grave fallo humano lo impidió y entonces el error deja paso a la pregunta: ¿por qué el conjunto de Juande llegó a esa situación límite, a esos minutos finales con un empate a todas luces insuficiente?

Cabe decir que el Málaga de anoche volvió a sestear, como ha hecho otras muchas veces en Liga. Y hay que reseñar que sí, que también debió llevarse la victoria a los «puntos», pero que no mostró su garra y su ambición hasta que no se vio sorprendido por el tanto de Kravets. Un gol que por otra parte se veía venir, ya que el partido estaba tomando para entonces un cariz demasiado peligroso.

Si el Málaga, con sus jugadores sobre el césped, se dejaron sorprender, Juande tampoco mostró oposición alguna desde la banda. El manchego sorprendió al utilizar sólo un cambio de los tres posibles. Dejó sin usar dos opciones para cambiar el sino encuentro, para dotarlo de electricidad y mordiente, o para meterle cloroformo y dormirlo. Y todo eso pese a que la evolución del partido y de los acontecimientos lo pedía casi a gritos.

El cuarto y definitivo factor desequilibrante fue Ochoa, que llegó a Málaga cedido por el conjunto blanquiazul y se fue como un héroe. El mexicano tuvo una actuación destacadísima, casi memorable a tenor de lo que se le recuerda por estos lares. Un papel de salvador para los suyos mostrando varias paradas de mucha calidad.

La cuestión es que todos esos factores ayudaron para que anoche no ganara el Málaga, para que se quedara a las puertas de conseguir su sexta victoria y también de colarse en la pelea cuerpo a cuerpo por Europa. Quizás algunos tuvieron más parte de culpa, pero hubo serios cómplices sobre el césped para tan infructuoso desenlace.

De cualquier modo, éste es el otro lado de la moneda, el que deja un gol en los últimos minutos y el que te evita conseguir tu objetivo. El Málaga se ha caracterizado este curso por ser el «remontador de partidos», pero en esta ocasión lo sufrió en sus carnes. Y desde luego no tiene ni pizca de gracia.

Y es que el partido empezó con mala pinta. Comenzó el equipo de Juande sin prisas, quizás ramplón y confiado de sus posibilidades. El Granada le robó el balón y se hizo dueño del partido durante buena parte de la primera mitad. Se jugó a lo que el equipo nazarí quiso, con mucho centrocampismo y controlando la salida de balón malaguista. Todo hasta que Camacho apareció para adelantar al Málaga (25´). Fue sin aspavientos, en una llegada peligrosa en un centro lateral. Cabezazo y para dentro. Ochoa comenzaría su show con un paradón a Mikel pocos minutos después.

En la segunda mitad, el Málaga seguía con el mismo ritmo. Ése que te hace pensar que tienes controlado el partido, pero que la renta es tan corta que en cualquier momento el choque puede saltar por los aires. Ochoa hizo otra parada de mérito a Juankar. Y Juande decidió mover por vez primera y única su banquillo. Quitó a un gris Juanpi para meter a Duda. Pero el partido aún no estaba para el portugués, no había madurado lo suficiente para que se notara su presencia.

Entonces llegó la sensación. Ésa que recordó al día de Osasuna y que desembocó en el mismo resultado final. Kravets cabeceó un centro de Bueno y el empate fue doloroso (82´). El Málaga entonces tiró de casta como otras tantas veces ha hecho. Y a punto estuvo de volver a darle resultado. Llorente tuvo varias de cabeza, aunque todas centradas. Y Sandro también probó fortuna. Aunque la más clamorosa fue la del gol anulado al central madrileño por fuera de juego que no era.

Un arreón que se quedó en estéril, pero que quizás debió llegar antes. Dos puntos que se marchitan. Una lástima.