Cada disparo, cada regate y sobre todo cada gol de Sandro es una melodía perfecta en la angosta partitura malaguista. El canario es un lujo, oro molido que vale su peso libra por libra, caviar de beluga para el paladar blanquiazul, que ha comprendido que cualquier sueño de la próxima temporada pasa por retener al delantero en tierras malagueñas. Más si cabe tras la portentosa actuación de este martes noche, donde con dos golazos sentenció al Granada, acabó con la maldición de Los Cármenes y fulminó con cualquier duda matemática por la permanencia. Sandro es al Málaga lo que Messi puede ser al Barcelona o Cristiano al Madrid. Y no es exageración.

El delantero ha sido el flotador al que se agarró el malaguismo cuando vinieron mal dadas, el clavo ardiendo cuando la permanencia era un sudoku o cuando la pizarra de Míchel aún no daba sus frutos. Sandro era la esperanza, pero ahora es la ilusión. Es el jugador con el que sueña el malaguismo para campeonar el próximo curso. Es, junto al actual entrenador, la máxima exponencia de que el Málaga puede dar un saltito hacia arriba la campaña que ya comienza a cocinarse.

Es por ello que su permamencia en Málaga se ha convertido en debate de estado para el malaguismo. Nadie quiere ni contemplar la posibilidad de que Sandro se pueda marchar, pero su cláusula es sumamente baja; y sus méritos, sumamente elevados. El #Sandroquédate -hashtag o tema del momento- ya se ha hecho viral en las redes. Puede incluso que antes de su devastador paso por tierras nazaríes. Porque no hay que saber mucho de esto para ver en Sandro a un jugadorazo de presente con un esplendoroso futuro.

Con el ´19´ de ariete, el Málaga sonríe. Y Míchel disfruta. Porque aunque el pescado blanquiazul pueda estar ya vendido, el madrileño lo mantiene en el once y lo degusta como si fuera una novela a la que nunca quieres que se le acaben las páginas. Sandro es pasión, ímpetu y entrega. Cabreo cuando un balón no le llega o alegría cuando marca. El canario es potencia e inteligencia, pero sobre todo es fútbol.

Un fútbol que el Málaga, con el paso de las jornadas, ha mejorado considerablemente. Y no sólo por los goles de Sandro, sino porque ahora ya sí sabe a lo que juega. El equipo de Míchel se ha convertido en una roca. Ha cerrado su portería a base de solidaridad y atención. Ya nadie se despista, ya nadie evita una ayuda ni tampoco escurre el bulto. En los últimos cinco partidos ha dejado en cuatro su portería a cero. Poca broma.

Y en ataque, es más ordenado. Saca la pelota jugada, la amasa, la saborea y la distribuye con criterio. Intenta entrar por banda, no abusa del pelotazo y picotea arriba con mucho peligro. Posiblemente el Granada no era un buen baremo con el que calibrar la mejoría del Málaga, pero había que ganar y lo hizo con relativa autoridad. Y con ello mantiene la pauta ascendente.

Porque el conjunto blanquiazul ya ha convertido su buen hacer en un día más en la oficina. Y todo pese a lo que ha costado encontrar algunos automatismos. Tanto que si entra en el equipo Luis Muñoz, no se nota que el ausente haya sido el jugador que más minutos había disputado con la camiseta del Málaga este curso. El canterano brilló a un gran nivel, lo que invita a ser muy optimistas con su futuro.

Pero los de Míchel estuvieron serios y pacientes. Salieron de inicio a controlar el balón y a aprovechar los posibles errores del rival, que seguro que llegarían. En la primera mitad el Málaga ya se mereció ir con algún gol en el marcador. Keko, Camacho, Recio, Juankar o Sandro probaron a Ochoa, que era el mejor de los granadinos. Kameni era un espectador de lujo y no tuvo ni que sacar de puerta. El dominio era total, pero el marcador al descanso reflejaba un cero a cero casi inexplicable.

En la reanudación, el Málaga y sobre todo Sandro decidirían que no habría rehenes. El canario aprovechó un robo de Keko para batir a Ochoa nada más reanudar el partido (48´). La balanza ya estaba del lado del Málaga, que había hecho muchos más méritos para ir ganando.

El Granada reaccionó, aunque de manera leve. Eso sí, los nazaríes se emplearon con una dureza extrema, aunque Clos Gómez evitó expulsar a algún jugador local. Pero Juankar se marchó lesionado, aunque Recio, Keko o Sandro también pudieron despedirse del partido en camilla.

Aún así, el Málaga no cerraba el partido y la esperanza granadina seguía latente. Sandro estrellaría un balón en la madera. Pero era un aviso de que en la prolongación no fallaría. Sería el segundo de la noche para el canario, que cerraba una actuación para enmarcar en un partido completísimo de todo el equipo.

El Málaga cerró así una dura etapa en Los Cármenes, donde ganó por vez primera con la actual denominación. Y aunque no da por concluida la temporada, porque aún restan cuatro jornadas, el final de curso debe ser bálsamo para curar las heridas. Que no han sido pocas.