Pues esto es lo que hay. Y desgraciadamente es un desastre se mire por donde se mire. El Málaga CF hizo ayer el ridículo en Mestalla, encajó una manita vergonzante y cayó al pozo de la clasificación como colista sin oposición alguna. Poco más se puede añadir a tal hundimiento. Pero lo peor es que hay mucho detrás, porque lo de anoche es la crónica de una muerte anunciada, un fracaso que se viene gestando desde el verano y al que nadie en el club le ha conseguido poner freno. Ahora se van recogiendo los frutos y la sensación no puede ser más deprimente con un equipo roto deportiva y psicológicamente y un entrenador, la que se supone que era la bandera de este proyecto en verano, en el punto de mira.

En este despropósito no se escapa ni Al-Thani, como máximo responsable y encima metido a director deportivo, ni Francesc Arnau, permitiendo fichajes con los que no comulgaba o proyectando un equipo sin el empaque que requiere un club que lleva diez años seguido en la elite, ni Míchel, que no ha sabido sacarle jugo a lo que tiene en dos meses y medio, ni tampoco los jugadores, que a fin de cuentas son los que están recibiendo el meneo. Que cada uno ponga el foco en quien corresponda, pero entre todos lo mataron y él solo se murió. Y nadie está exento de responsabilidad.

Porque este Málaga está mal proyectado desde el principio, en el mismo momento que se pensó que el objetivo de este año era hacer caja. Si casi todo el mundo tenía claro que tras la marcha de Camacho, Llorente, Fornals o Sandro iba a ser tremendamente más difícil ser igual de competitivos, por qué el club miró para otro lado o se hizo el distraído. Jugó con fuego y ahora se está quemando.

Las guerras intestinas en el club, los mensajes públicos -para dar peor imagen-, o la sensación de orfandad presidencial sólo podían conducir a un camino. Y es en el que se encuentra instalado ahora mismo el Málaga CF. Porque este equipo, que es prácticamente nuevo en todos los sentidos, no ha conocido la felicidad desde su alumbramiento. No ha goleado a un sparring amateur, no ha visto cómo su goleador se daba un festín ni como su defensa conseguía frenar a los ataques rivales. El equipo de Míchel, desde el verano, ha sido un saco de boxeo que sólo ha recibido golpes. Y así es imposible encontrar atisbo de reacción. A la primera de cambio, al primer golpe a la mandíbula, el conjunto blanquiazul besa la lona. Se acurruca y sólo recibe golpes y golpes, como le sucedió anoche en Mestalla, donde después de encajar el segundo ya se desintegró.

No, este equipo y esta situación tienen difícil solución. Al menos a corto plazo, con un siempre competitivo Athletic este sábado y con la visita al Sánchez Pizjuán para cerrar septiembre. El 0 de 15 puede quedar en los próximos días en una anécdota viendo lo que se avecina y pensando en la última visita a Sevilla. Porque el partido de anoche tuvo tintes muy parecidos a la vergonzante derrota que sufrió el Málaga CF en diciembre del curso pasado en Nervión, donde perdió 4-1 con una goleada exprés en diez minutos. Como entonces, la sensación de que se acababa un ciclo era palpable. Fue el último partido liguero de Juande Ramos, aunque en aquella ocasión se marchó el manchego y el Málaga estaba en mitad de tabla. No como ahora...

Y eso que ante el Atlético se habían dado algunas muestras de mejoría, continuadas de salida anoche en Mestalla. Míchel movió el árbol en busca de soluciones, dio la alternativa a Rolan y Cifu de inicio, mantuvo a Rolón y recuperó a Jony para la izquierda. Y por momentos el Málaga pareció un equipo normal, un conjunto que compite, que golpea y que recibe, aunque con la fragilidad y la falta de contundencia propia de un bloque con limitaciones.

Durante los primeros 45 minutos el Málaga mereció más, cierto es. Encajó un gol de Santi Mina (17´), pudo recibir alguno más, pero también gozó de algunas oportunidades claras de Rolan y Mula. Pero al igual que el fútbol, la suerte en estos casos suele ser esquiva, aunque no sea una justificación a la que agarrarse. Pudo haber señalado también Álvarez Izquierdo penalti en varias acciones en el área valencianista, pero el 1-0 al descanso ya era un muro casi insalvable para el Málaga CF.

Salió de vestuarios el equipo de Míchel con la misma sintonía, combinativo y especulador con el balón, pero timorato y temeroso sin él. Y el escarnio no tardó en llegar. Zaza comenzó su particular festival en una acción muy similar al primer gol encajado (55´): centro de Carlos Soler desde la derecha y remate del atacante. Seis minutos después era Montoya el que centraba y el italiano el que remataba entrando desde atrás. Y sólo dos más tarde, fallo de la zaga y Zaza fusilaba a Roberto. Para entonces el Málaga ya no estaba. Rodrigo, en una jugada de fantasía en el ocaso, puso la manita. No hubo más porque no quisieron. Y el Málaga no pudo decir ni mu.

Lo peor es que todo esto sólo acaba de comenzar. Lo único bueno es también que todo esto sólo está en el inicio. Hay tiempo, aunque no se sepa muy bien para qué.