A veces sólo un chispazo es suficiente para cambiar toda una dinámica de desgracias y sinsabores. Hay ocasiones en las que una casi remontada con dos goles finales de locura, un punto con sabor a victoria, o la sensación de que cada jugador blanquiazul sobre el césped lo dejó todo, posiblemente sea lo que el Málaga CF necesitaba para reencontrarse, para sentirse de nuevo un equipo de Primera División o para liberarse y gritar a los cuatro vientos que está vivo y que va a pelear hasta el último aliento que le quede para salir de las tinieblas.

Hoy el Málaga CF sigue en puestos de descenso, sigue sin conocer la victoria, pero al menos el malaguismo sabe que este equipo lo dejará todo para intentar revertir la delicada situación que atraviesa. Algo que podríamos calificar como la primera piedra de una esperanzadora recuperación, las constantes vitales de un equipo al que se le daba casi por muerto. Ayer tarde, en una auténtica montaña rusa de partido, el conjunto blanquiazul rescató un punto del zurrón rojiblanco y lo agarró con tanta fuerza que nadie se lo pudo quitar. Ni un genial Williams ni el tendencioso colegiado ni la mala dinámica que ha acompañado a este equipo desde que dio los primeros pasos, allá por una calurosa tarde de julio.

Las malas rachas están para cortarlas y puede que el Málaga CF acabara ayer con la que le ha venido ahogando desde el inicio de Liga. El tiempo lo dirá, pero al menos puso en escena un derroche físico de sus jugadores digno de reseñar y ensalzar. El empate final llevó a La Rosaleda a un estado de ebullición, contrajo las pupilas de los malaguistas y desbordó las emociones del respetable. Todo ello a lomos de su nueva estrella, Diego Rolan. Sobre él, el Málaga CF cabalgó contra la adversidad de empezar con un penalti en contra desde el minuto 3, y consiguió empatar un partido loco con un jugador menos desde el 53´ y que se puso 1-3 tras dos goles de Williams. El uruguayo fue el clavo ardiendo al que se agarró el malaguismo, la luz en la penumbra o la esperanza cuando todo está perdido. El charrúa es, tras su doblete de ayer, el jugador que puede marcar las diferencias para sacar del atolladero al conjunto blanquiazul. Ojalá que así sea.

Pero antes, las adversidades. Murphy seguramente estaría encantado con este Málaga, porque si algo le puede salir mal, le sale rematadamente peor. No entra dentro de las explicaciones normales que el partido arrancase tan cuesta arriba. En la primera jugada, penalti a favor del Athletic. Adúriz no falló desde los once metros a los 3 minutos de juego. Y empezar a remolque no es lo más aconsejable.

Pero este Málaga ayer salió mentalizado. Supo sobreponerse una y otra vez a las circunstancias y a los dolorosos golpes en el mentón que el destino le tenía guardado. Y buena parte de culpa seguro que fue de la afición, que no paró de animar y de remar.

Tras el gol del Athletic, el conjunto blanquiazul comenzó a crecer. Quizás poco a poco, más lento de lo esperado, pero con paso firme y visionando la portería de Kepa como destino final.

Ahí comenzó a amasar ocasiones el equipo de Míchel. Un cabezazo de Bastón, una clara de Mula u otra de Adrián. Pero fue Rolan el que empató antes del descanso (35´) para hacer justicia en el marcador. El camino a vestuarios fue un frenazo al subidón malaguista, que ya saboreaba la remontada.

Pero no llegó. Y en la reanudación, todo se ensució un poco más. Murphy volvió a aparecer para hacer de las suyas y si Kuzmanovic perdía un balón en el centro del campo -reclamando falta previa-, el Athletic castigaba con golazo de Williams (51´). El serbio no olvidó la jugada y en la siguiente se lo recriminó a Del Cerro Grande, que en lugar de templar y mirar para otro lado, estuvo rápido para expulsarlo.

Era el minuto 53 y el Málaga ya tenía la mala pedrada dada. Comenzaba el tímido runrún en la grada, que sin embargo no fue a más. Pero sí se agravó la crisis de paciencia con el 1-3, en otro error de la zaga. Williams no perdonó.

Con todo perdido, el malaguismo ya se vio en lo peor. Sin embargo, un chispazo lo cambio todo. Fue Juanpi, en una falta en el centro del campo, el que colgó un balón al área y Baysse fue el que lo remató adentro (80´). Todo hacía pensar que serían los últimos coletazos de un equipo muerto, que el arreón era una raya en el agua y que no iría a más, porque el Málaga estaba con uno menos y las piernas, tras un gran derroche físico, no estaban para heroicidades.

Pero sí las hubo. Porque rescatar un punto contra el Ahtletic es cosa seria. Y hacerlo cuando estás muy hundido, más. El Málaga creyó en el empate y lo encontró cinco minutos después.Un balón en largo, una prolongación de Bastón y Rolan, el pillo, que fusilaba a Kepa (85´). Delirio en las gradas como no se recordaba con un suspiro de alivio mayúsculo. El Málaga rescataba un punto, el conjunto blanquiazul sobrevivía. Ante el Sevilla sabremos si tiene recorrido esta reacción.