Un partido más y un poco más de lo mismo. El Málaga, el de las buenas intenciones, el que quiere pero no puede, el que mejora pero al que al fin y al cabo todo le viene grande, volvió a perder, esta vez en la casa del eterno rival. Séptima jornada y sexta derrota para un equipo que a la más mínima que se le tira de un mínimo hilo se descose y queda para hacer trapos.

El Málaga volvió ayer a caer en el derbi regional frente a un Sevilla al que le bastó un arreón a mediados de la segunda mitad y la ayuda del árbitro para llevarse un duelo cuyo guión parecía escrito de antemano. No por nada, sólo por lo previsible que es este Málaga.

En esta ocasión, 2-0 y para casa, con la sensación, además de que tras sentenciar el choque con los goles de Banega y Muriel, el segundo tras un nuevo fallo garrafal en defensa, el Sevilla no quiso hurgar en la herida.

Será cuestión de dinámicas y de que este Sevilla es superior al Málaga en todos los sentidos. Los de Berizzo, pese a no ser ese Sevilla arrollador de antaño, acumulan puntos con una facilidad pasmosa; mientras que el Málaga, el de las mejoras estériles, pone un circo y le crecen los enanos.

Y eso que el planteamiento inicial de Míchel dio resultado, al menos durante casi 70 minutos. El equipo blanquiazul, jugando bien arropadito atrás con cinco defensas cuando el rival tenía el balón, bordó una masterclass de cómo tirar el fuera de juego. Hasta en 14 ocasiones los jugadores de blanco cayeron en la trampa ideada por el técnico madrileño, eficaz y temeraria a partes iguales. La moneda salió cara y el Sevilla, pese a llevar la manija y el peso del partido, acabó por desesperarse ante el entramado defensivo blanquiazul.

Pero en esto del fútbol no solo vale con defender bien. Da la impresión que este equipo, a día de hoy, no es capaz de hacer las dos cosas a la vez. Si defiende, se centra en tal cometido, aunque en ocasiones ni eso y se desconecta. Tal y como pasó en los dos minutos fatídicos que volvieron a destapar los vicios de este equipo.

Es cierto que la precaria situación del Málaga y el nefasto arranque liguero invitan a que el equipo vaya creciendo desde los cimientos. La defensa sigue siendo el gran talón de Aquiles de este equipo, con fallos de benjamines que destrozan cualquier atisbo de mejora. Pero para querer ganar en el Pizjuán, además de defender bien, hay que exponer arriba un poco más. Diego Rolan fue una isla en campo contrario durante la primera parte. Su movilidad no fue suficiente para desarbolar a la zaga sevillista, a la que con poco que se le apretó, sufría. Así se comprobó en varias ocasiones cuando el Málaga estuvo más intenso en la presión.

Porque ayer Berizzo salió con el equipo «B». El motor del cuadro hispalense fueron Pizarro y Krohn-Dehli, un argentino sin mucha intensidad y un veterano de 34 años con más cornadas en sus piernas que un torero retirado. El Málaga aguantó pero Berizzo tiró de fondo de armario. El banquillo del Sevilla tiene quilates y con la entrada de Banega todo cambió. Solo hay que mirar las sustituciones de uno y otro para ver la diferencia abismal que hay entre plantillas (Banega, Nolito y N´Zonzi vs Juanpi, Peñaranda y Keko). Poco más que añadir.

Pero lo cierto es que hasta la entrada del jugón Banega, el Málaga dominaba e intentaba, sin suerte, aprovechar la desconexión del Sevilla de cada partido. Rolan, Mula y Recio pudieron inaugurar el marcador en el arranque de la segunda mitad, pero en una contra el Sevilla desarboló al Málaga y sentenció el duelo tras un error de Rolón. El «cinco» fue de lo mejor del Málaga, pero aún está verde en algunos aspectos y esta jugada le servirá para mejorar. El argentino tiene pinta de ser una esponja y seguro que no cae de nuevo en esos errores tan infantiles.

El Málaga se marcha al parón por selecciones con las mismas asignaturas pendientes con las que se fue al primero allá a principios de septiembre, pero con más urgencias quizás con un endeble punto en la tabla e instalado en puestos de descenso. Toca seguir trabajando y levantarse.