El Málaga CF se asomó ayer sin red al abismo y acabó caminando por el desfiladero como si fuera un experto funambulista. Los de Míchel, que aguardaban la extremaunción minutos después de encajar el 1-2, se armaron de casta, amor propio y mucha fe para voltear el partido y cosechar tres puntos de oro que le permiten mantener viva la llama de la esperanza. El éxtasis, la catarsis que ayer se vivió -y sobre todo se sufrió- en Martiricos sólo puede atender a una llamada de generosa entrega por parte de todos los actores blanquiazules, porque lo que corresponde al propio fútbol sigue siendo un milagro que este Málaga no perdiera el partido de ayer.

Con la «mujer barbuda» en la zaga, con algunos jugadores escondidos o con otros a los que ya ni se les espera, el Málaga CF fue capaz de dar un paso al frente para sobreponerse a la adversidad sujetado principalmente por varios nombres. Y lo hizo para conseguir tres puntos de vital importancia y para lanzar un mensaje alto y claro al resto de rivales: «No estamos muertos».

En la retina del malaguista aún perdura hoy el derroche y el sacrificio del Chory Castro, que acabó exhausto y hasta lesionado tras 90 minutos de auténtica entrega. La rabia de Borja Bastón al celebrar al fin el gol que desde hace más de un año se le aparecía en sueños. El aplomo de Adrián para no perder el timón del equipo. El oportunismo de Roberto para evitar males mayores. O la calidad de Ontiveros, recuperando por momentos ese genio que hace no mucho puso patas arriba La Rosaleda. El Málaga de hoy son hombres, son jugadores que sufren y que se entregan, siendo la mayoría conscientes de sus limitaciones o de la pesada losa que llevan encima desde comienzo de temporada. Y desde luego, en sus botas está el futuro de este club y de esta afición, que volvió a llenar La Rosaleda para ofrecer la enésima demostración de que aquí nadie se va a ir a ningún sitio solo, ya sea la gloria o el infierno.

Pero antes de volver a sonreír, el Málaga tocó fondo. Y quizás ahí fue consciente de que ya no tenía mucho más que perder. Después de ponerse por delante y de marcar el tanto inicial (15´), obra de Roberto Rosales en una jugada de pizarra en un córner, Lucas Pérez recordó algunas de las razones por las que el Málaga era colista hasta esta jornada. Un buen centro de Borges y un genial cabezazo del killer gallego ponían las tablas en el marcador (23´). Vuelta a empezar, pero con la mala pedrada que siempre tiene este equipo cuando encaja un gol, que le hace descomponerse.

Las piernas, a partir de entonces, ya no tenían tanta seguridad y las cabezas estaban en cualquier sitio menos en La Rosaleda. El Málaga pidió el descanso a voces para reorganizar ideas.

Pero tras el paso por vestuarios, la sensación de vértigo fue aún mayor. El Dépor, que tiene un buen puñado de futbolistas -sobre todo ofensivos- pero un problema grave de identidad, pegó un pequeño paso adelante, mordió arriba y aprovechó el enorme nerviosismo que la zaga blanquiazul desprendía para ponerse así por delante. Lucas se valió de una rápida contra para encontrar el desbarajuste malaguista, pero fue el central Schar el que acabó marcando el 1-2 (52´).

Ahí ya todo se puso de color negro. Los fantasmas comenzaron a asomar y el vértigo había dejado paso al miedo absoluto. Malos pases, malas decisiones y peores resultados estaban poniendo al Málaga al borde del abismo, con cara de descenso.

Y fue entonces cuando Míchel decidió mover su equipo. Quitó a un inocuo Rolón y a un desafortunado Keko para darle minutos a Juanpi y Ontiveros. Y juntos le dieron bocanadas de aire al equipo con ramalazos de calidad. El premio llegó con el gol del Chory, que salió de las botas del extremo malagueño (63´) buscando una vaselina. Pero ya se sabe, el que regresa de las tinieblas siempre parece tener el instinto de supervivencia más desarrollado. Y el Málaga no iba a ser menos.

Olió la sangre gallega Míchel y metió a Borja Bastón para intentar rescatar los tres puntos. Porque llegados a este tramo de la temporada, el Málaga necesita sumar de tres en tres.

Y el delantero madrileño, que veranea en tierras gallegas, al fin acertó. Borja avisó en un mano a mano previo que le «tangó» el asistente por fuera de juego inexistente. Pero en el momento que tuvo que hacerlo, no falló. Juanpi vio el hueco y el delantero, con maestría, ponía patas arriba La Rosaleda para poner el definitivo 3-2 y para consumar la esperada remontada (84´).

El Málaga tiró de manual para «jugar» los últimos minutos. Pero lo hizo con el Chory lesionado y con la defensa hecha un flan. Aún así, se los tres puntos se quedaron en casa. Es un triunfo que invita a pensar que este equipo está en crecimiento y que al menos en casa venderá cara su piel. Ya saben, no lo den por muerto porque este Málaga sigue muy vivo.